Es la pintora oficial de tres Papas, aunque a uno de ellos, Albino Luciani, Juan Pablo I, lo retrató veinte años después de muerto.
Natalia Tsarkova llegó a Roma en los años noventa como alumna de Bellas Artes de la Academia de Moscú, y su intención era quedarse tres meses. Allí quedaron contentos de su trabajo, y en el año 2000 le pidieron un lienzo de Juan Pablo II para celebrar su octogésimo cumpleaños.
"Un retrato de estas características es la cima para un pintor", explica Natalia a EWTN News en una entrevista concedida esta semana en su apartamento romano. Pero ella tenía claro que no se trataba sólo de un trabajo profesional, sino de algo más: "Dios me ha hecho un regalo, el regalo de pintar, de ser capaz de llevar su mensaje al mundo a través del color. Así que, aunque es mi trabajo, también es mi misión".
Tras aquel retrato de Juan Pablo Ii vinieron otros, y aunque ella había pensado en una estancia temporal, "Roma hizo todo lo posible para impedirme marchar".
"Así que pensé que esto no es algo que suceda todos los días", añade: "Fue la Divina Providencia lo que iluminó mi camino... Para todas las personas existen esos momentos en los que la Divina Providencia te indica el camino correcto. Es importante comprender esto en el momento adecuado. Espero haberlo entendido yo así".
Natalia nació en una familia pobre de Moscú, pero ahora vive en un estudio de Roma donde sus obras ocupan todas las paredes, y las vitrinas se llenan de objetos entre los cuales hay muchos premios y galardones.
En 2007 terminó el retrato oficial de Benedicto XVI, con una convicción: "Un retrato de un Papa es un mensaje, no es un simple retrato. Es algo diferente. Por eso intento transmitir un mensaje especial a través de la expresión de su rostro, de su postura o del entorno". En el caso de Papa Ratzinger, lo conforman ángeles y el Espíritu Santo, y con su personaje sentado sobre el sillón que fue de uno de sus predecesores, León XII.
"En el retrato es como si el trono cobrase vida. El Espíritu Santo ilumina al Papa y al mundo. Los ángeles contemplan con ojos vivos a la persona del Papa, que mira al mundo con alegría. Va vestido de rojo, símbolo de amor y fe", explica la artista, segura de haber cumplido su misión.
Porque, para Tsarkova, "todo lo que el Papa hace por el mundo con su oración, querría hacerlo yo con mis pinceles".