El encuentro entre representantes de las religiones, convocado por Benedicto XVI en Asís, el próximo 27 octubre, no busca promover una “unidad superficial” o relativista, aclara el prefecto vaticano de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

El cardenal William Levada, sucesor en el cargo del cardenal Joseph Ratzinger, asegura que en ese encuentro se anunciará que para los católicos “nuestra paz es Cristo, y que por esto el camino de la paz es el camino de la Iglesia”.

El purpurado estadounidense ha presentado su análisis en un artículo publicado en la edición italiana de “L´Osservatore Romano” con el que muestra los motivos por los que Benedicto XVI ha decidido seguir el ejemplo de Juan Pablo II de invitar a representantes de las religiones del mundo con motivo de una “Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo”.

Esta iniciativa recordará la primera jornada de estas características convocada por el Papa Karol Wojtyla hace 25 años en la ciudad de san Francisco.

El cardenal Levada explica que tras el segundo encuentro de Asís, en 2002, el cardenal Ratzinger subrayó en una entrevista a la revista “30 Giorni” que “si nosotros como cristianos emprendemos el camino hacia la paz al ejemplo de san Francisco, no debemos temer el perder nuestra identidad: es entonces cuando la encontramos”.

No se trata, en resumen, de esconder la fe para encontrar la ventaja de una unidad superficial, sino de confesar -como entonces hizo Juan Pablo II y el Patriarca ecuménico- que nuestra paz es Cristo, y que por esto el camino de la paz es el camino de la Iglesia”, escribe el cardenal Levada.

Y, dado que “todos los hombres están llamados a la unidad con Cristo”, añade citando el Concilio Vaticano II, “la Iglesia debe ser fermento de esta unidad para la humanidad entera: no sólo con el anuncio de la Palabra de Dios, sino con el testimonio vivido de la íntima unión de los cristianos con Dios. Y esta es la auténtica vía de la paz”.

El cardenal cita a Juan Pablo II, “Cruzando el umbral de la esperanza” (1994), cuando explicaba que el encuentro de Asís de 1986 lo había convencido, más que nunca, de que “el Espíritu Santo trabaja eficazmente incluso fuera del organismo visible de la Iglesia”.

El Espíritu, decía el papa beato en su encíclica Redemptoris Missio (n. 28) “se manifiesta de modo particular en la Iglesia y en sus miembros; sin embargo, su presencia y acción son universales, sin límite alguno ni de espacio ni de tiempo”.

En esa misma encíclica, añade Levada, Juan Pablo II denunciaba al mismo tiempo una “mentalidad indiferentista, ampliamente difundida, por desgracia, incluso entre los cristianos, enraizada a menudo en concepciones teológicas no correctas y marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que ´una religión vale la otra´” (nº36).

El cardenal Levada explica también la visión del cardenal Joseph Ratzinger, que con la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Dominus Iesus (2000), “no pretendía sólo refutar la idea de una coexistencia interreligiosa en la que varias ´creencias´ serían reconocidas como vías complementarias a la fundamental que es Jesucristo·.

“Pretendía, más profundamente --añade--, establecer las bases doctrinales de una reflexión sobre la relación entre el cristianismo y las religiones”.

“La obra salvífica de Jesucristo que se prolonga en su Cuerpo, la Iglesia, y también ésta es única con respecto a la salvación de todos los hombres”, aclara.

“Para ejercitar esta obra, tanto en los cristianos como en los no cristianos, está siempre y sólo el Espíritu de Cristo que el Padre da a la Iglesia ´sacramento de salvación´: por esto, no hay, en orden a la salvación, vías complementarias a la única economía universal del Hijo hecho carne, aunque fuera de la Iglesia de Cristo se encuentran elementos de verdad y de bondad”, subraya Levada.

El cardenal concluye su reflexión retomando el tema del próximo encuentro de Asís, “Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”, y explica que “no es posible la paz sin la verdad y viceversa: la actitud hacia la paz constituye un auténtico ´criterio de verdad´”.