"La Navidad pasada estaba en la cárcel de Melbourne (Australia) por un delito sexual que no había cometido. Durante los 404 días que pasé en dos cárceles, nunca pude celebrar misa; recibía la comunión solo una vez por semana gracias a una religiosa maravillosa, encargada de la capellanía católica de la prisión. No pude recibir la comunión el día de Navidad, aunque tuvimos una buena comida navideña al estilo inglés, pavo y pastel de ciruelas, y pude desear ¡Feliz Navidad! a los guardias".

En Navidad, no olvidemos a los presos

Un duro resumen en pluma de un sacerdote, más si es cardenal de la Iglesia, como George Pell, condenado pese a las abrumadoras demostraciones de imposibilidad material de haber cometido el crimen del que se le acusaba.

Liberado en abril y con sus Diarios de la prisión recién publicados, hace estas reflexiones en un artículo que publica Asia News, donde recuerda la "doble amargura" que le produjo no poder escuchar las voces de los dos coros de amigos que acudieron a cantarle canciones navideñas a la puerta del centro penitenciario.

El 30 de septiembre, el cardenal Pell regresó a Roma y fue recibido por el Papa, quien le agradeció su testimonio en prisión.

"Por eso, en la libertad que vivo aquí en Roma, tan tristemente vacía de peregrinos, en esta época navideña pienso de manera especial en los que están en la cárcel, separados de las personas que aman, tanto si están allí por un justo castigo, o  porque luchan por la libertad, o porque son perseguidos por pertenecer a algún grupo religioso o social. Incluso en el mejor de los sistemas hay presos inocentes en la cárcel", recuerda Pell, "y allí donde los sistemas son corruptos, o donde hay opresión o persecución sistemática, hay muchos presos inocentes que sufren. Debemos rezar ante todo por ellos, en este tiempo en el que pedimos por la 'paz en la tierra para los hombres de buena voluntad'".

El progreso y el final de los tiempos

Las consideraciones del purpurado australiano sobre la Navidad inciden en la peculiaridad del cristianismo en la historia por introducir la idea de progreso y de fin de la Historia. E insiste, a la vista de la apostasía generalizada en los países de cultura europea, en que no es una religión esencialmente occidental.

"El cristianismo ha tenido una fuerte presencia en el mundo occidental durante 1000 años por lo menos, cuando se convirtió la antigua Rusia; e incluso antes en Italia, Grecia, Francia y España desde la época de Constantino, el primer emperador cristiano del Imperio Romano, quien en 313 d.C. garantizó la libertad religiosa a esta minoría perseguida. Pero el cristianismo no es una religión occidental", asegura.

De hecho, durante un tiempo Oriente Medio y todo el norte de África fueron cristianos. Y sobre todo, "el cristianismo nació en la tierra del pueblo judío. Por esto, los cristianos reverenciamos al Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob y de Moisés, que es también el Padre del Niño Jesús, nuestro Señor".

La Jerusalén de tiempos de Cristo era una ciudad sagrada pero no una de las grandes capitales del mundo, sino situada en una de las provincias del Imperio Romano: "Era orgullosamente judía, aunque influida por el pensamiento y la técnica griegos, y hostil a la Roma de Occidente".

El gran cambio que había introducido en la cultura el pueblo elegido a través de la Revelación "está contenido en la fiesta de la Navidad". Los judíos habían roto con la idea griega o hinduista de que la vida "recorre un círculo sin fin", la "rueda del eterno retorno", estableciendo una "flecha del tiempo en la idea de la historia de la salvación, porque esperaban y siguen esperando al Mesías".

"A partir de esta teoría del movimiento hacia adelante", continúa Pell, "se desarrolló la noción occidental de progreso, y naturalmente, cuando el Niño Jesús creció, enseñando y salvando (con su muerte y resurrección), también nos señaló los últimos días, su segunda venida al final de los tiempos, para el juicio final".

Por eso la Navidad es "la fiesta de la esperanza". Cristo fue recibido por igual por sabios y pastores, porque "vino a traernos una manera de vivir que no es solamente una teoría, que no sólo es accesible para los más instruidos... El Hijo de Dios recién nacido nos señala los últimos tiempos, cuando todo será bueno, en el cielo, donde no hay cárceles, ni presos, ni covid".