La encíclica Humanae Vitae de 1968, en la medida en que contravino mediante un acto de autoridad de Pablo VI como Papa la mentalidad anticonceptiva ambiente, e incluso la opinión de muchos teólogos y obispos que querían una suavización de la doctrina de la Iglesia sobre «la píldora», fue uno de los momentos principales de su pontificado.
El pasado viernes se presentó en la Universidad Lateranense de Roma («la Universidad del Papa», como es conocida) un libro colectivo dedicado a explicar la actualidad de ese acto magisterial. La obra, dirigida por la profesora Luceta Scaraffia, de la Universidad La Sapienza, se titula Custodios de la vida, y en su puesta de largo, moderada por el jesuita español Luis Ladaria, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, intervino el rector de la Lateranense, Enrico dal Covolo, salesiano y consagrado obispo hace seis meses.
De su parte vino la principal revelación de la jornada. Según informa Sergio Mora para la Agencia Zenit, Dal Covolo contó que «un presidente de una conferencia episcopal de una importante nación de América Latina había manifestado en un telegrama a Pablo VI, en nombre del episcopado de aquella nación, "una vibrante y clara perplejidad sobre el texto publicado". El Papa hizo llamar al cardenal a Roma, y una vez aquí le pidió que se pusiera de rodillas y pidiera perdón».
Y es que, en efecto, la actitud de varias conferencias episcopales había sumido en la confusión a los fieles. Las conferencias episcopales holandesa y francesa se opusieron sin ambages, la alemana aceptó la Humanae Vitae pero las directrices prácticas con las que la acompañaban suponían en la práctica su relativización. Covolo no especificó qué presidente de los obispos de qué país iberoamericano envió el telegrama, pero también varios de los episcopados de aquel continente pusieron trabas a la difusión de la doctrina del Papa.
«En aquella época la encíclica encontró resistencia incluso dentro de la Iglesia», resumió Covolo. La Humanae Vitae fue «un "signo de contradicción" no solamente para las sociedades occidentales marcadas por la revolución sexual, sino también para vastos sectores de la Iglesia, demasiados influenciados por el espíritu del mundo», añadió el padre Hermann Geisler, de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Y, de hecho, dos de los ponentes que presentaron Custodios de la vida se confesaron ateos (los periodistas Ritanna Armeni y Giuliano Ferrara, director de Il Foglio), pero fueron coincidentes en señalar que Pablo VI «entendió adónde iba el hombre occidental», y que con su firme actitud anticipó la doctrina que hoy hace de la Iglesia un baluarte frente a la cultura de la muerte. «Si el hombre evoluciona hacia esa dirección», concluyó Ferrara, «debemos despertar del optimismo progresista».