En su carta enviada hoy a los seminaristas de todo el mundo, el Papa Benedicto XVI explica que en el mundo de hoy marcado por el predominio tecnológico y la globalización, "sí tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre" porque el ser humano necesita de Dios y el presbítero es "el mensajero de Dios entre los hombres".
En el día en que la Iglesia recuerda a San Lucas el evangelista y tras la conclusión del Año Sacerdotal, el Santo Padre relata que cuando en 1944 fue llamado al servicio militar le preguntaron qué quería ser en el futuro. Él contestó que quería ser sacerdote católico y le dijeron que "entonces tiene usted que buscarse otra cosa. En la nueva Alemania ya no hay necesidad de curas".
Ante "las devastaciones tan enormes que aquella locura había traído al País, habría más que nunca necesidad de sacerdotes", prosigue el Papa. "Hoy la situación es completamente distinta. Pero también ahora hay mucha gente que, de una u otra forma, piensa que el sacerdocio católico no es una ‘profesión’ con futuro, sino que pertenece más bien al pasado".
Dirigiéndose a los seminaristas, Benedicto XVI afirma que los sacerdotes son necesarios porque los hombres tienen necesidad de Dios, "del Dios manifestado en Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender con Él y por medio de Él la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera".
"Donde el hombre ya no percibe a Dios, la vida se queda vacía; todo es insuficiente. El hombre busca después refugio en el alcohol o en la violencia, que cada vez amenaza más a la juventud. Dios está vivo. Nos ha creado y, por tanto, nos conoce a todos. Es tan grande que tiene tiempo para nuestras pequeñas cosas: ‘Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados’. Dios está vivo, y necesita hombres que vivan para Él y que lo lleven a los demás. Sí, tiene sentido ser sacerdote: el mundo, mientras exista, necesita sacerdotes y pastores, hoy, mañana y siempre".
A continuación el Papa explica una serie de características que debe tener quien desea ser sacerdote, comenzando por ser "un hombre de Dios" que siendo su mensajero entre los hombres se entregue constantemente a la oración: "Por esto es importante que el día se inicie y concluya con la oración. Que escuchemos a Dios en la lectura de la Escritura. Que le contemos nuestros deseos y esperanzas, nuestras alegrías y sufrimientos, nuestros errores y nuestra gratitud por todo lo bueno y bello, y que de esta manera esté siempre ante nuestros ojos como punto de referencia en nuestra vida".
"Así –dijo– nos hacemos más sensibles a nuestros errores y aprendemos a esforzarnos por mejorar; pero, además, nos hacemos más sensibles a todo lo hermoso y bueno que recibimos cada día como si fuera algo obvio, y crece nuestra gratitud. Y con la gratitud aumenta la alegría porque Dios está cerca de nosotros y podemos servirlo".
El Papa se refirió luego a la centralidad de la Eucaristía y la liturgia, que "debe modelar de verdad toda nuestra vida con el esplendor de su amor divino. Para celebrar bien la Eucaristía, es necesario también que aprendamos a conocer, entender y amar la liturgia de la Iglesia en su expresión concreta. En la liturgia rezamos con los fieles de todos los tiempos: pasado, presente y futuro se suman a un único y gran coro de oración. Por mi experiencia personal puedo afirmar que es entusiasmante aprender a entender poco a poco cómo todo esto ha ido creciendo, cuánta experiencia de fe hay en la estructura de la liturgia de la Misa, cuántas generaciones con su oración la han ido formando".
Seguidamente destaca la importancia del sacramento de la Penitencia que "me enseña a mirarme con los ojos de Dios, y me obliga a ser honesto conmigo mismo. Me lleva a la humildad" en donde se aprende de manera encarnada la misericordia de Dios pues "Dios siempre está dispuesto al perdón y así "aprendo también a perdonar a los demás. Reconociendo mi miseria, llego también a ser más tolerante y comprensivo con las debilidades del prójimo".
Luego de alentar el aprecio de la piedad popular, el Papa resalta que el tiempo del seminario es fundamentalmente para el estudio y exhorta a los seminaristas: "Os ruego encarecidamente: Estudiad con tesón. Aprovechad los años de estudio. No os arrepentiréis. Es verdad que a veces las materias de estudio parecen muy lejanas de la vida cristiana real y de la atención pastoral".
"Sin embargo, es un gran error plantear de entrada la cuestión en clave pragmática: ¿Me servirá esto para el futuro? ¿Me será de utilidad práctica, pastoral? Desde luego no se trata solamente de aprender las cosas meramente prácticas, sino de conocer y comprender la estructura interna de la fe en su totalidad, de manera que se convierta en una respuesta a las preguntas de los hombres, que aunque aparentemente cambian en cada generación, en el fondo son las mismas".
En esta estudio, también tiene un rol primordial "conocer a fondo la Sagrada Escritura en su totalidad, en su unidad entre Antiguo y Nuevo Testamento: la formación de los textos, su peculiaridad literaria, la composición gradual de los mismos hasta formar el canon de los libros sagrados, la unidad de su dinámica interna que no se aprecia a primera vista, pero que es la única que da sentido pleno a cada uno de los textos" así como conocer el magisterio y las enseñanzas fundamentales de la Iglesia.
Luego de comentar que también es necesario entender la filosofía para comprender "la búsqueda y de las preguntas del hombre, a las que la fe quiere dar respuesta", Benedicto XVI subraya la importancia de conocer el derecho canónico y resalta que "sin la Iglesia que cree, la teología deja de ser ella misma y se convierte en un conjunto de disciplinas diversas sin unidad interior".
El Papa Benedicto se refiere luego al origen de las vocaciones que ahora son más diversos y variados que en el pasado, y explica que es necesario que el seminario debe considerarse una "comunidad en camino por encima de las diversas formas de espiritualidad. Los movimientos son una cosa magnífica. Sabéis bien cuánto los aprecio y quiero como don del Espíritu Santo a la Iglesia. Sin embargo, se han de valorar según su apertura a la común realidad católica, a la vida de la única y común Iglesia de Cristo, que en su diversidad es, en definitiva, una sola. El seminario es el periodo en el que uno aprende con los otros y de los otros".
Tras alentar a la tolerancia para avanzar generosamente en el camino del seminario, el Santo Padre comenta que con estas líneas "he querido mostraros lo mucho que pienso en vosotros, especialmente en estos tiempos difíciles, y lo cerca que os tengo en la oración".
"Rezad también por mí, para que pueda desempeñar bien mi servicio, hasta que el Señor quiera. Confío vuestro camino de preparación al sacerdocio a la maternal protección de María Santísima, cuya casa fue escuela de bien y de gracia. A todos os bendiga Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo", concluye.