El superior general de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X considera que «el camino de la reconstrucción es largo» y el trabajo «inmenso», pero «ante todo la elección de los hombres será determinante. Si la política de las nominaciones de los obispos cambia finalmente, podemos tener esperanza».
Así valora el obispo suizo Bernard Fellay el futuro inmediato de la Iglesia, en una competencia que desde el pasado 30 de junio es responsabilidad del cardenal canadiense Marc Ouellet, nombrado por Benedicto XVI prefecto de la Congregación para los Obispos, y principal responsable de su selección.
Las declaraciones del superior de los lefebvristas se han producido en una entrevista concedida al último número de la revista Nouvelles de Chrétienté, que reproduce este sábado la página web oficiosa de la FSSPX. Utilizando en todo momento un tono conciliador, monseñor Fellay ha comparado los cuarenta años de su congregación, y al mismo tiempo ese periodo de la vida de la Iglesia, con la travesía del desierto, como «esas incursiones de los exploradores que entrevén la tierra prometida, sin que las circunstancias les permitan entrar».
Tras señalar que la Hermandad de San Pío X necesitaría más sacerdotes para atender todos los requerimientos de los fieles que acuden a ella, destaca que esos «frutos magníficos» son los que suscitan el interés de muchas altas jerarquías de la Iglesia, y no tanto su número: «Seguimos siendo una cantidad despreciable en el conjunto del Cuerpo místico», señala.
Al ser preguntado por la resistencia de algunos obispos a aplicar el Motu Proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI que liberaliza la misa tradicional, monseñor Fellay apunta a «los que se aferran con uñas y dientes al Concilio Vaticano II porque ven en él un nuevo punto de partida de la Iglesia, o los que consideran que con el Concilio Vaticano II una página de la historia de la Iglesia quedó atrás definitivamente», es decir, quienes se oponen a la hermenéutica de la continuidad que defiende el Papa Joseph Ratzinger.
El superior de la FSSPX considera asimismo que está habiendo un viraje en la forma en la que destacados miembros de la Curia, como Guido Pozzo, secretario de la comisión Ecclesia Dei, presentan hoy el Concilio Vaticano II, aunque mantiene sus reparos: se trata de «un Concilio Vaticano II que de hecho nunca hemos conocido, y que se distingue del que ha sido presentado durante los últimos cuarenta años. ¡Una especie de nueva piel! Es interesante sobre todo porque la tendencia ultra-moderna es condenada con bastante fuerza... Queda, sin embargo, la cuestión de la recepción de esta fórmula nueva, que los modernos juzgan demasiado tradicional y no es lo suficientemente tradicional para nosotros».
Sobre la crisis de la Iglesia, Fellay entiende que tendrá una «solución gradual»: «En general, la reabsorción de una crisis dura al menos tanto tiempo como su activación, incluso más».
Y concluye con una revelación: a pesar de que la Hermandad de San Pío X es principalmente conocida por sus sostenida defensa, desde su nacimiento en 1970, de la misa tradicional cuya vigencia proclamó el Papa en 2007, según Fellay no es eso lo que atrae más al clero diocesano que simpatiza con ellos. «Cuando les preguntamos a los sacerdotes que se acercan a la Fraternidad qué esperan de nosotros, nos responden primero que esperan la doctrina. Y eso incluso antes que la misa», asegura el obispo, quien lo considera «sorprendente, pero al mismo tiempo un buen signo».