El palacio de Holyrood, en Edimburgo, ha sido el sitio escogido por la Reina Isabel II para recibir a Benedicto XVI, todo un acontecimiento histórico, ya que es la primera vez que un Papa, en visita de Estado, es recibido por una monarca británica. 

Los saludos han sido afectuosos pero contenidos. La Reina y el Papa pasearon por palacio escoltados por un silencioso Duque de Edimburgo. Los regalos han tenido cierto morbo. Isabel II le ha regalado al Papa una serie de láminas de Hans Holbein: un pintor de la corte de Enrique VIII, el monarca que rompió los lazos con Roma y creó la Iglesia de Inglaterra; mientras que Benedicto XVI le ha obsequiado a su anfitriona con un Evangelio alemán del siglo VIII: un periodo histórico en el que los monarcas británicos aún se mantenían fieles a Roma.


El Papa ha recordado la II Guerra Mundial, un asunto delicado para un alemán en tierras británicas. "Aun hoy recordamos cómo el Reino Unido y sus líderes", afirmó, "se levantaron contra la tiranía nazi que quería erradicar a Dios de la sociedad y que negaba la humanidad a muchas personas, sobre todo a los judíos, a quienes consideraba indignos de vivir. También recuerdo la actitud del régimen hacia los pastores cristianos y a los religiosos que se atrevieron a decir la verdad, se opusieron a los nazis y pagaron por ello con sus vidas".


Un pasaje que enlazó con una crítica al laicismo radical con estas palabras: "Según reflexionamos sobre las lecciones emotivas de nuestro pasado, no debemos olvidar cómo la exclusión de Dios, de la religión y de la virtud de la vida pública conduce al final a una visión truncada del hombre y de la sociedad y de este modo a una visión reduccionista de la persona y de su destino".


No faltó una mención al carácter multiétnico de la sociedad británica, fuente de tensiones culturales esporádicas entre el Gobierno de Londres y el Vaticano. "El Reino Unido lucha por ser una sociedad moderna y multicultural", ha dicho el Papa, "pero en esta empresa ojalá siempre mantenga su respeto por los valores tradicionales y aquellas expresiones culturales que las formas más agresivas de laicismo ya no valoran o incluso no toleran. No dejamos que eso oscurezca los cimientos cristianos que sostienen nuestras libertades".




Recibieron al Papa un sinfín de autoridades. Entre ellas, el ´premier´ escocés Alex Salmond y el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams. En nombre del Gobierno británico, el viceprimer ministro liberal, Nick Clegg: uno de los pocos políticos británicos que ha declarado públicamente su ateísmo, aunque su mujer española, es abiertamente católica.


El tono de los discursos ha sido cordial. La Reina le ha agradecido al Papa su visita y a la Santa Sede, sus desvelos en el proceso de paz en Irlanda del Norte.

"Su presencia hoy aquí", ha dicho Isabel II, "nos recuerda nuestra herencia cristiana común y la contribución cristiana a la paz y al desarrollo social y económico de los países menos prósperos del mundo. (...) En tiempos recientes, Su Santidad ha dicho que las religiones no pueden ser nunca el vehículo del odio, que nunca invocando el nombre de Dios pueden justificarse el mal y la violencia. Hoy estamos unidos en esa convicción. Y subrayamos que la libertad de culto está en el corazón de nuestra sociedad tolerante y democrática".