La Iglesia no sólo debe intentar proteger a los niños de los "lobos voraces" en los entornos eclesiales, sino también combatir los abusos a menores en toda la sociedad y protegerlos.
No es algo accesorio, ha dicho el Papa sino una misión que toca el núcleo de la Iglesia.
Así lo proclamó el Papa Francisco al finalizar la cumbre antiabusos en el Vaticano este domingo por la mañana con una misa en la Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano.
De la reunión que empezó el 21 de febrero, el pasado jueves, han salido muchas ideas que cada país ha de adaptar y adoptar según sus circunstancias.
Pero para el Papa lo más importante era tocar de verdad los corazones de los obispos y jerarcas y estremecerlos de indignación y deseo de justicia. “El eco de este grito silencioso de los pequeños, que en vez de encontrar en ellos paternidad y guías espirituales han encontrado a sus verdugos, hará temblar los corazones anestesiados por la hipocresía y por el poder”, proclamó el Pontífice en la misa de clausura.
Faltan estadísticas y conciencia en los Estados
Después de la Santa Misa – celebrada al igual que la Liturgia penitencial de la tarde del sábado 23 de febrero en la Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano – el Pontífice tomó la palabra para trazar con claridad los contornos de un fenómeno “abominable”, difundido históricamente en todas las culturas y sociedades.
“Un problema que antes se consideraba un tabú” y que “todavía en la actualidad las estadísticas disponibles sobre los abusos sexuales a menores, publicadas por varias organizaciones y organismos nacionales e internacionales (…), no muestran la verdadera entidad del fenómeno, con frecuencia subestimado, principalmente porque muchos casos de abusos sexuales a menores no son denunciados, en particular aquellos numerosísimos que se cometen en el ámbito familiar”.
La Iglesia debe ayudar a los niños, incluso cuando el Estado o la sociedad no lo hace. Debe, dijo el Pontífice, "afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia... La Iglesia se siente llamada a combatir este mal que toca el núcleo de su misión: anunciar el Evangelio a los pequeños y protegerlos de los lobos voraces".
“La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética”. Así la Esposa de Cristo debe ver reflejado en “la justificada rabia de la gente”, la ira “de Dios, traicionado y abofeteado por estos consagrados deshonestos”.
Vencer al espíritu del mal con oración y penitencia
"El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de Satanás. En los abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños".
El Papa Bergoglio recuerda a todos que el único modo para “vencer el espíritu del mal” pasa a través de la humillación, la acusación de nosotros mismos, la oración y la penitencia, siguiendo el ejemplo de Jesús. De este modo el “objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren”.
Más allá de las políticas periodísticas
Y para alcanzar es fin – prosiguió diciendo el Santo Padre – la Iglesia “tiene que estar por encima de todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios, los mismos dramas vividos por los pequeños”.
Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio entre todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la Iglesia, evitando los dos extremos de un justicialismo, provocado por el sentido de culpa por los errores pasados y de la presión del mundo mediático, y de una autodefensa que no afronta las causas y las consecuencias de estos graves delitos.
“Millones de niños del mundo son víctimas de la explotación y de abusos sexuales”: un drama que se lleva a cabo, sobre todo, por mano de los “padres”, de los “parientes”, de los “esposos de esposas niñas”, de los “entrenadores”, de los “educadores”, y ante el cual “muy raramente las víctimas confían y buscan ayuda”, por “vergüenza”, “confusión”, “miedo a la venganza” y “desconfianza en las instituciones”.
Un monstruo que “lleva a la amargura, incluso al suicidio, o a veces a vengarse haciendo lo mismo”.
En una nota al discurso del Papa, se citan datos de las organizaciones internacionales: según la OMS, en el año 2017, “hasta mil millones de menores en una edad comprendida entre los 2 y los 17 años han sufrido violencias o negligencias físicas, emotivas o sexuales. Los abusos sexuales (…), según algunas estimaciones de UNICEF en 2014, afectan a más de 120 millones de niñas, entre las que se registra el más alto número de víctimas”.
Turismo: cada año, 3 millones de adultos viajan para tener sexo con menores
El Papa Francisco recuerda, de modo especial, el “turismo sexual”, una plaga que, según los datos del 2017 de la Organización Mundial del Turismo, ve cada año que “tres millones de personas emprenden un viaje para tener relaciones sexuales con un menor”; al igual que la pornografía, se realiza “con modalidades cada vez más horribles y violentas”.
La plaga de la pornografía ha alcanzado enormes dimensiones, con efectos funestos sobre la psique y las relaciones entre el hombre y la mujer, y entre ellos y los niños. Un fenómeno en continuo crecimiento. Una parte muy importante de la producción pornográfica tiene tristemente por objeto a los menores, que así son gravemente heridos en su dignidad.
"Niños soldado, niños prostituidos, niños esclavos, niños abortados..."
Entre los pensamientos del Papa Bergoglio, los tantos pequeños víctimas del abuso de poder, una parte de la humanidad que abraza a ochenta y cinco millones de niños, “olvidados por todos: los niños soldado, los menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y frecuentemente víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o también transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños refugiados y los niños abortados”.
Recomienda las siete estrategias de INSPIRE
El Pontífice mencionó después "buenas prácticas" de la OMS, de un grupo de diez agencias internacionales, un paquete de medidas llamado INSPIRE (aquí en español), con “siete estrategias para erradicar la violencia contra los menores”, que deberán inspirar diversas dimensiones de atención en la Iglesia. Así como para la protección de “los menores e impedir que sean víctimas de cualquier abuso psicológico y físico”. Un empeño para el cual se requiere una “seriedad impecable”.
“Deseo reiterar ahora que «la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso» (…). Tiene la convicción de que «los pecados y crímenes de las personas consagradas adquieren un tinte todavía más oscuro de infidelidad, de vergüenza, y deforman el rostro de la Iglesia socavando su credibilidad. En efecto, también la Iglesia, junto con sus hijos fieles, es víctima de estas infidelidades y de estos verdaderos y propios delitos de malversación»
En este contexto surge la importancia de la “formación”, es decir, “la exigencia de la selección y de la formación de los candidatos al sacerdocio con criterios no sólo negativos, preocupados principalmente por excluir a las personas problemáticas, sino también positivos para ofrecer un camino de formación equilibrado para los candidatos idóneos, orientado a la santidad y en el que se contemple la virtud de la castidad”.
Normas a nivel nacional estrictas, no solo orientaciones
Además, el Pontífice habla de “reforzar y verificar las directrices de las Conferencias Episcopales: es decir, reafirmar la exigencia de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan valor de normas y no solo de orientación”.
Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado (como ha sido costumbre en el pasado), porque el encubrimiento de los abusos favorece que se extienda el mal y añade un nivel adicional de escándalo. De modo particular, desarrollar un nuevo y eficaz planteamiento para la prevención en todas las instituciones y ambientes de actividad eclesial.
Acompañar a las personas abusadas
El Pontífice reserva gran atención también al acompañamiento de las personas abusadas, porque “el mal que vivieron deja en ellos heridas indelebles que se manifiestan en rencor y tendencia a la autodestrucción”.
Por lo tanto, la Iglesia tiene el deber de ofrecerles todo el apoyo necesario, valiéndose de expertos en esta materia. Escuchar, dejadme decir: “perder tiempo” en escuchar. La escucha sana al herido, y nos sana también a nosotros mismos del egoísmo, de la distancia, del “no me corresponde”, de la actitud del sacerdote y del levita de la parábola del Buen Samaritano.
Francisco insiste en el Mundo digital y turismo sexual
En los puntos 7 y 8, el Papa Bergoglio vuelve a reflexionar sobre el mundo digital y sobre el turismo sexual. Con atención especial con respecto al primero, insiste: “Es necesario comprometernos para que los chicos y las chicas, de modo particular los seminaristas y el clero, no sean esclavos de dependencias basadas en la explotación y el abuso criminal de los inocentes y de sus imágenes, y en el desprecio de la dignidad de la mujer y de la persona humana”.
En esta perspectiva, reafirmando que “el delito no goza del derecho a la libertad”, el Pontífice recuerda las normas “sobre los delitos más graves” aprobadas por el Papa Benedicto XVI en el año 2010, donde fueron añadidos como nuevos casos de delitos «la adquisición, la retención o divulgación» realizada por un clérigo «en cualquier forma y con cualquier tipo de medio, de imágenes pornográficas de menores». Entonces se hablaba de «menores de edad inferior a 14 años», ahora pensamos elevar este límite de edad para extender la protección de los menores e insistir en la gravedad de estos hechos”.
Un mensaje al pueblo que se siente herido
El Papa Francisco concluye su intervención agradeciendo “de corazón a todos los sacerdotes y a los consagrados que sirven al Señor con fidelidad y totalmente, y que se sienten deshonrados y desacreditados por la conducta vergonzosa de algunos de sus hermanos”; y “también a los laicos que conocen bien a sus buenos pastores y siguen rezando por ellos y sosteniéndolos”.
"El santo y paciente Pueblo fiel de Dios, sostenido y vivificado por el Espíritu Santo, es el rostro mejor de la Iglesia profética que en su entrega cotidiana sabe poner en el centro a su Señor. Será justamente este santo Pueblo de Dios el que nos libre de la plaga del clericalismo, que es el terreno fértil para todas estas abominaciones", concluye.