El hemisferio norte está ya inmerso en pleno verano. Se nota en las playas abarrotadas, en las piscinas llenas de amigos y familias, pero también en los pueblos y hasta en la montaña. Es un tiempo de descanso, de recuperarse del acelerado ritmo de vida que se lleva durante el curso y también, como se dice popularmente, para desconectar.
Sin embargo, en las vacaciones de verano se corre el peligroso riesgo de “desconectar” demasiado y guardar en un cajón la relación con Dios. La oración e incluso la misa pueden dejarse de lado durante esta temporada si se da una desconexión demasiado grande.
Por ello, la web Arguments ofrece 9 ideas para que el verano sea un punto y seguido en la relación con Dios y no un punto y aparte. Puede convertirse incluso en un tiempo para aumentar la fe, seguir formándose y hacer buenas obras. Todo tiempo es bueno si es para el Señor. Estos son los consejos que ofrece esta página de formación católica.
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1. Descanso sí, pereza no
Hay muchos refranes, reflexiones de santos y consideraciones de grandes pensadores que hablan sobre el peligro que conlleva la pereza. El perezoso no necesita demonio que lo tiente, o como dijo Goethe: “Una vida ociosa es una muerte anticipada”. Y esto es aplicable a la vida interior, a nuestro trato con Dios.
En palabras de San Agustín: “La ociosidad camina con lentitud, por eso todos los vicios la alcanzan”. Y es que “el no hacer nada” nos anestesia, nos atonta y nos adormece por dentro y por fuera.
Todos hemos experimentado alguna vez el mal humor que se nos pone y la flojera que nos entra después de un día tirados en el sofá viendo la tele y haciendo nada; o de haber estado horas y horas haciendo “tumbing” cara al sol en la piscina.
A veces podemos caer en la trampa de confundir el descanso con no hacer nada. Y esto es un engaño. San Josemaría decía que “descansar no es no hacer nada; es cambiar de ocupación”. El descanso es muy importante. Somos cuerpo y alma, somos una unidad. Y para poder trabajar, servir a los demás, sonreír, rezar… necesitamos tener energía.
Jesús también descansaba con los apóstoles y se los llevaba a un lugar apartado a reponer fuerzas, para luego poder seguir predicando y haciendo milagros.
Por eso es importante dormir las horas necesarias, comer, estar con los amigos y cambiar de aires de vez en cuando. Descansamos para poder servir más y mejor a los demás. Por eso el descanso, así planteado, no es en absoluto algo egoísta, sino todo lo contrario.
Y como todo en esta vida, a descansar también se aprende. El verano, con la reducción del horario laboral y las vacaciones, se convierte en un momento estupendo para esto.
2. Hazte un horario, pero un horario 'que mole'
Hay un refrán que dice: “El tiempo es oro”; pero para los cristianos es mucho más, ¡el tiempo es gloria! Es el medio que Dios nos da para amarle y dejarnos amar por Él. Son muchos los que no conocen a Cristo todavía. Esto no nos puede dejar indiferentes. Antes hemos hablado de la importancia del descanso, de la necesidad de cambiar de ocupación, y del riesgo y la trampa de confundirlo con no hacer nada, con dejarnos llevar por la pereza.
Por eso, hacernos un horario en verano, nos ayudará a no dejarnos llevar por la apetencia y el capricho del momento -que se venga y se vuelve un tirano-. Tan importante es tener una hora para levantarnos (que ahora se entiende que será más tarde que durante el curso), como de acostarnos (que también quizás sea más tarde porque nos quedamos viendo una serie, hablando en familia de sobremesa o tomando algo con los amigos, etc.).
Ya que tenemos más tiempo, porque en verano se reduce la carga de trabajo, podemos aprovechar para echar una mano en casa, dedicar un tiempo a hacer orden un poco más a fondo, algún arreglo pendiente… Por supuesto, sacar ratos para quedar con amigos que de normal quizás no tenemos tanto tiempo para estar con ellos. Leer, ver una película, oír música, pintar, hacer deporte, ir a dar un paseo, ver una exposición… y cómo no, aprovechar para dedicar más tiempo a nuestra familia y a Dios.
3. Pon a Jesús en el centro de tu día
Cuando queremos a una persona queremos vernos, hacer cosas juntos, hablar y compartir lo que nos preocupa e ilusiona… en definitiva, estar juntos. El amor y el cariño crecen con el trato, y eso, exige tiempo. No es cuestión solo de cantidad, sino también de calidad. Podemos estar con alguien pero tener la cabeza en mil cosas, estar a la vez pendientes del móvil… Con el Señor nos puede pasar lo mismo. Para quererle más y caer en la cuenta de todo lo que nos quiere, tenemos que ponernos a tiro, dedicar un tiempo a estar con Él y hablar de nuestras cosas, y cuidar que ese tiempo, no nos lo robe ni el móvil, ni el acelere interior, ni otras distracciones.
Por esto te animamos a que te concretes un tiempo cada día para hablar con Jesús, para rezar. A veces nos puede parecer que nuestra oración es una farsa, se nos van los sentimientos y pensamos que estamos perdiendo el tiempo, que no sirve de nada…
Pero solo dejarnos tocar por su mirada, nos va cambiando el corazón. Así lo cuenta Dimitri Conejo en la entrevista que le hicimos acerca de su conversión. Te recomendamos que si no lo has hecho, la leas despacio. Seguro que en algún momento te sientes identificado con lo que cuenta.
Si puedes, acude de vez en cuando a una iglesia a rezar. En muchas ciudades suele haber una capilla de «adoración perpetua«, es decir, con el Santísimo Expuesto en la Custodia. ¿Por qué no ir una vez a la semana a estar un rato con Él?
Cuando no puedas, puedes hacer la oración en tu cuarto o viendo el mar o dando un paseo.
Dios está en todas partes. Solo tienes que recogerte y ponerte en presencia suya.
Te puede ayudar recitar esta breve oración: «Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí; que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada; San José, mi padre y señor; Ángel de mi guarda; interceded por mí«.
Y por supuesto, participa de la Santa Misa siempre que puedas, no solo los domingos. Ahí Jesús se nos da con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Y no esperes para confesarte ofender y caer en faltas graves. Descubre la ayuda de la Confesión frecuente.
Si pones la lucha lejos del muro, le será más complicado al enemigo poder entrar en la fortaleza de tu corazón. La Confesión perdona y borra los pecados; pero también nos ayuda y nos da la gracia para hacer cosas buenas, de amar más y mejor. Y por último, búscate un buen director espiritual, que te acompañe, oriente y ayude a discernir por dónde te va llevando el Señor y qué quiere de ti.
4. Date a los demás
Lo que más descansa sin duda alguna es no pensar en nosotros mismos. Cuanto más amamos a los demás, menos tiempo tenemos para pensar en nuestras preocupacioncillas, en nuestras cositas, en si me hacen caso, me miran o no me miran, me valoran o me tienen en cuenta.
Quien tiene un amigo tiene un tesoro, ¡cuídalos! A veces por la incompatibilidad de horarios, el trabajo y demás, no podemos estar todo lo que nos gustaría con nuestros amigos. Pero el verano es un momento fantástico para ello, para hacer planes juntos, descansar con ellos y compartir aficiones. Y por qué no, también para rezar juntos.
Hay amigos, y amigos. Muchas veces llamamos amigos a simples conocidos, a gente con la que coincidimos, pero eso no es una verdadera amistad. Amigo es aquel que está a las buenas y a las malas; con el que siempre puedes contar; el que te dice verdades como puños, también cuando a veces no quieres escucharlas, pero sin dejarte en la estacada; el que saca lo mejor de ti; alguien con quien reír, llorar y soñar; en definitiva, amigos son los que te ayudan a esculpir en ti el rostro de Cristo.
Aprovecha para estar pendiente de los que han tenido un año difícil, están más cansados o tienen alguna preocupación.
5. Santos de copas
“Santos de copas son los cristianos por los que el mundo clama: Cristianos que no llevan cruces vistas colgando del cuello, pero que aman sirviendo hasta que duele. Que no llevan el Evangelio en la boca, sino inyectado en vena; que no menosprecian las diversiones y placeres del mundo, sino que son los que más los disfrutan. Cristianos que no juzgan a los equivocados, sino que se arrodillan a sus pies para aliviarles y sanar sus heridas.
Santos de copas son los que no llevan cara de sufrimiento, sino que se muestran escandalosamente alegres. Los que no buscan a Dios en las sacristías y acciones evangelizadoras, sino en su puesto de trabajo y en las fiestas, con una copa en la mano.
Dios —el Padre, Cristo y el Espíritu— es alguien que ocupa el centro de sus vidas». Así los describe en el libro Santos de copas José Pedro Manglano.
¿Quién dijo que ser cristiano es aburrido; que es para gente amargada, que no sabe disfrutar ni pasárselo bien? Jesús era divertido, tenía amigos con los que compartía ratos entrañables, iba a bodas y se alegraba con las alegrías de los demás.
Hay ambientes y ambientes. Estar en un lugar donde a nuestro alrededor la gente está ofendiendo a Dios, aunque nosotros no hagamos “nada malo”, no debería ser el mejor sitio para estar. Empezando porque no es muy coherente y siguiendo porque de alguna manera, el hecho de estar ahí “como si nada”, también nos hace daño aunque no lo percibamos de primeras así. Nos vamos insensibilizando el alma, perdiendo finura y cariño por el Señor. Y esto es algo que es fácil que lo hayamos experimentado en algún momento. Ese amargor o vacío por dentro tras una noche en una discoteca donde la gente bebía sin control, fumaba de todo y manoseaban al personal. Divertirse sí, y cuanto más mejor, pero siempre con Él; que donde estemos, el Señor en nuestra alma en gracia pueda estar a gusto, pueda sonreír.
6. No hagas de tu cuerpo la tumba de tu alma
"Lo que se necesita para ser feliz no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado", San Josemaría. Todos queremos ser felices. Todos queremos amar y ser amados. No hay nada que nos llene más. Amamos con cuerpo y alma. Por eso, cuando con el cuerpo decimos una cosa, pero con el corazón otra, algo va mal… tenemos un problema. Estamos dañando nuestra capacidad de amar; estamos poniendo en juego nuestra felicidad. Es la mayor de las mentiras.
El verdadero amor hace de la vida de la otra persona algo sagrado. Yo te respeto. Yo no quiero usarte. Por eso la castidad, la pureza, son dos virtudes que tenemos que pedir todos los días.
7. Lee para formarte y tener criterio propio
La lectura es a la inteligencia lo que el ejercicio es al cuerpo. San Bernardo decía que "la lectura y la oración son las armas con que se vence al demonio y se conquista el cielo". Explica todo esto con una bella comparación sobre el pasaje de San Mateo: "Buscad y hallaréis". “Buscad leyendo, –explica el santo,– y encontraréis meditando. La lectura pone el alimento en la boca para masticarlo por la meditación”. "Cuando oramos, le hablamos a Dios; cuando leemos, le oímos", San Jerónimo.
Si no vives como piensas, acabarás pensando como vives. Y si no piensas por qué vives así, acabarás dejándote arrastrar por lo que hace la mayoría, por tu capricho, por la rutina… El mundo está necesitado de personas con convicciones personales profundas. ¿Quieres vencer el pecado, saber santificar el sufrimiento, vivir cristianamente? Lee la vida de los santos. Te sentirás movido por estos héroes y, consciente o inconscientemente, tratarás de imitar sus virtudes de fortaleza, trabajo, obediencia y respeto de sí y de los demás.
8. Disfruta y cuida de la “casa común”
El hombre, para ser “Señor del mundo” debe tratar a cada ser según su propia naturaleza y no bajo guía, solamente, de los intereses humanos.
El cuidado del regalo de la creación es una tarea que compartimos todos. Para los cristianos “nada de este mundo nos resulta indiferente”, y nos sentimos “llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud”. El mundo es nuestro hogar, y tenemos que cuidarlo para dejarlo mejor que lo encontramos a las futuras generaciones.
Se puede cuidar del mundo y de los seres creados de muchas formas: reciclando, gastando solo el agua necesaria, no coger siempre el coche para todo y disfrutar de ir andando o en bici a los sitios, no tirando basura al suelo cuando vas a la playa o al campo, acompañando a personas mayores y cuidando a los enfermos…
9. A Jesús se va y se vuelve por María
Donde está María está Jesús. Deja tus propósitos en manos de la Virgen. Acude a Ella cuando necesites recomenzar; te desanimes porque no te salen las cosas; no sepas ni qué decirle a su Hijo; tengas miedo; cuando estés contento para darle gracias y cuando te sientas triste, para que desate los nudos de tu vida. Es el Remedio de los remedios.
Una Madre nunca desoye a un hijo, nunca mira para otro lado o se hace la indiferente. No hay nadie más empeñado en que seas feliz que Ella. Lo hace todo más fácil. Pégate a su lado este verano, y verás cómo lo convierte en el mejor verano de tu vida.
(Tomado de Arguments y adaptado para ReligionEnLibertad en julio de 2019)