Beato Francisco Pacheco, jesuita y compañeros mártires. 20 de junio y 4 de febrero (Todos los Mártires Jesuitas).
Francisco Pacheco en Ponte do Lima, Portugal en 1556. Sus padres, de noble sangre, se llamaron García Lopes Pacheco y María Borges de Mesquita. Fue un niño piadoso y amante de la lectura. Siendo pequeño leyó el “Flos Sanctorum” y se propuso ser mártir por Cristo. Ya joven, supo de la recién fundada compañía de Jesús y sus esfuerzos misioneros y todo su deseo fue formar parte de la Compañía. Estudiando en Lisboa conoció a algunos de estos jesuitas que volvían de Japón y ya decidido, el 30 de diciembre de 1585 tomó la sotana en el convento de Coimbra.
En este lugar estudió la filosofía y comenzó la Teología, la cual continuó en la India en 1592. Fue ordenado presbítero en la misión de Achter-Azië, terminó la Teología en Macao. Fue enviado a Japón como misionero en Meaco y Osaka. En 1604 regresó a Macao, en cuya escuela de los jesuitas fue profesor de Teología. En 1612 fue relevado de esta tarea y regresó a Japón, donde su labor apostólica produjo muchas conversiones a la fe de Cristo. Asentó su centro evangelizador en Cochmotzu, desde donde podía visitar más fácilmente las numerosas misiones. Conociendo de su trabajo, el papa Pablo V le nombró Vicario Episcopal del obispo Cerqueira, y, además, luego le nombraría Administrador Apostólico en sustitución del mismo prelado.
Hacia 1616 los cristianos en Japón ya eran una buena cantidad, sobrepasando los dos millones, y la influencia occidental era considerada un peligro para el imperio. Por ello, ese mismo año, se emitió la llamada Orden de Extranjería según la cual se expulsaba a todos los occidentales del país, misioneros incluidos. Temiendo los gobernantes la reacción de los cristianos nipones, a la par se emitió una condena del cristianismo, que obligaba a los naturales japoneses a apostatar de Cristo. La persecución estaba desatada. Sin embargo, en la zona de Arima, donde estaba Cochmotzu, el gobernador local no tenía deseos de problemas y dejó que los misioneros continuaran por allí, aunque a escondidas y sin notarse. El padre Francisco redobló su actividad, apoyado por otros misioneros y laicos japoneses muy valientes.
En 1621, en medio de la persecución, Francisco fue nombrado Superior Provincial de los Jesuitas. Como vimos, al principio fueron tolerados, pero en 1625 la situación llegó al extremo y el gobernador no pudo protegerles más. Ese mismo año, el 18 de diciembre, día de Nuestra Señora de la Esperanza, nuestro Francisco Pacheco fue denunciado por un cristiano que había apostatado. El padre se hallaba oculto en casa de dos hermanos católicos llamados Matías Cisaiemon y Mancio Araki. Junto a estos fue llevado a la prisión de Ximabara, donde fueron maltratados durante meses. A pesar de todo, los padres y laicos vivían la fe de modo admirable. Oraban, se confesaban, y se preparaban para lo peor (o lo mejor, siendo piadosos).
Hago un paréntesis para mencionar a los compañeros del santo Pacheco, pues dignos son de ello:
Beato Juan Bautista Zola nació en Brescia en 1575. Entró en la Compañía de Jesús antes de los 20 años de edad. En 1603 llegó a la India, donde colaboró en las misiones. En 1605 pasó a Japón, siendo trasladado a Arima en 1614. Comenzada la persecución, quedó oculto como el P. Francisco. Beato Pedro Rinsei había nacido en Arima, y desde niño estuvo en la misión jesuita de su ciudad. Los jesuitas le formaron muy bien, y a los 17 años comenzó a impartir catequesis, labor que desempeñaba con gran celo en 1616, cuando comenzó la persecución. Beato Gaspar Sadamatsu era un japonés de Omura, y había sido un devoto de su religión hasta que, gracias a las misiones y a su amor por el saber, estudió la fe cristiana y se convirtió. Entró en la Compañía de Jesús y en 1616, cuando comenzó la persecución había trabajado en las misiones durante casi 40 años. Era el Hermano Coadjutor de la misión y se hallaba escondido en la casa de los esposos Beatos Pedro Kioboie y Susana Araki, quienes también fueron arrestados y terminarían siendo martirizados.
Beato Vicente Kaun era coreano y a los trece años de edad fue capturado como prisionero de guerra durante la guerra entre Corea y Japón. Fue trasladado a Japón y al ser liberado fue admitido a la escuela de los jesuitas. Se convirtió a la fe cristiana y pronto fue de gran ayuda para los padres, pues hablaba coreano, chino y japonés. También era catequista cuando comenzó el tiempo difícil para los cristianos. Al ser apresado el Gobernador notó sus conocimientos lingüísticos y le pidió que se convirtiera en su secretario, pero Vicente se negó, por seguir su destino con los cristianos. Beato Juan Kinsaku, era laico de Cochmotzu y catequista de la misión. Gran amigo de nuestro padre Pacheco, que le conocí casi desde niño. El Hermano Sadamatsu intentó salvarle diciendo a los soldados que Juan solo era un sirviente de la misión, pero Juan respondió: "Llevo mucho tiempo con los sacerdotes y no pretendo abandonarlos ahora". Estando en la prisión de Ximabara pidió al P. Pacheco le admitiera en la Compañía de Jesús.
Beato Pablo Xinsuki también era natural de Arima y catequista y también fue admitido en la Compañía estando preso. Beato Miguel Tozo, también natural de Arima, era catequista y acólito del padre Beato Baltasar de Torres. Este sacerdote había nacido en Granada, España, en 1563. Estudió con los jesuitas, y con ellos aprendió a vivir para Cristo. En 1576 tomó la sotana en el noviciado de Navalcarnero. Fue ordenado presbítero en Japón, sobre 1600. Misionó en Zu, Osaka Meako, Noto y Ganga. Ambos fueron arrestados el 15 de marzo de 1626, cuando el P. Baltasar celebraba la santa misa.
Después de meses de privaciones, torturas y castigos todos fueron condenados a muerte, siendo quemados vivos en la hoguera el 20 de junio de 1626. Los soldados vigilaron hasta el último rescoldo, para que los cristianos no pudieran recoger ni una reliquia, y las arrojaron al mar.
Fueron beatificados el 6 de julio de 1867 por el Beato Pío IX (7 de febrero) junto a otros 196 mártires del Japón.
Fuente:
- "Nuevo Año Cristiano". Tomo 6. Editorial Edibesa, 2001.
A 20 de junio además se celebra a:
Beato Habnit de Waldburg, pastor.
San Gobain, presbítero eremita y mártir.
Santa Aldegundis de Drongen, princesa y reclusa.