San Juan Colombini, fundador. 31 de julio.
Nació en Siena, en 1304 en una familia de comerciantes acomodada y con ciertas ínfulas de grandeza. En 1320 comenzó su actividad comercial como comprador y vendedor de lana, llegando a ser uno de los más importantes comerciantes de la ciudad, con una sólida fortuna e influencias. Llegó a gobernar la ciudad formando parte de "los Nueve", pues tal cantidad de magistrados se repartían el poder y áreas de gobierno de Siena. Contrajo matrimonio tardíamente, a los 39 años. Su mujer fue Biagia Cerretiani, una preclara mujer de la alta sociedad sienesa. Tuvieron dos hijos, Pedro y Angelina, que eran sus delicias y alegrías.
El mundo parecía sonreírle a nuestro Juan, cuando le llamó Dios desde lo alto por medio de la desgracia, como a nuestro padre San Job (10 de mayo). En la epidemia de peste de 1348 el matrimonio perdió a su hijo amado. Juan no fue el mismo otra vez, se volvió taciturno y malhumorado, además descuidando el bien de su alma. Un día llegó a su casa y no hallando la cena lista, se entregó a la cólera, pegando a su mujer. Esta respondió entregándole un libro, que Juan tiró al suelo. Al rato, avergonzándose de tan mala acción tomó el libro y lo abrió por la página donde comenzaba la leyenda de Santa María la Egipcíaca (2 y 4 de abril). Quedó tan prendado de esta que hasta olvidó la cena que ansiaba.
Desde entonces la lectura del Flos Sanctorum fue su diario alimento espiritual, se dio a la oración, mortificó sus pasiones y comenzó a comulgar y confesar más a menudo. Las revueltas políticas de Siena de 1355 le tocaron de cerca y perdió parte de su capital, "amigos" e influencias. Para este entonces, Juan ya estaba determinado a servir solo a Cristo, así que dio un vuelco a su vida y se decidió a abandonar el mundo y vivir para Cristo por siempre.
Se separó de su mujer, a la que dejó alguna posesión, pues todo lo demás lo entregó a los pobres, hospitales y monasterios. Llevó a su hija de 13 años al convento benedictino Santa Bonda e inició una vida de extrema pobreza, penitencia y caridad, convirtiendo su antigua mansión en un hospital para los más pobres, incluso leprosos. En 1360 inició la Congregación de los Jesuatos, religiosos legos dedicados a la caridad, viviendo en una extrema pobreza y mortificación, en contra de las establecidas órdenes de franciscanos y dominicos que ya apuntaban a la relajación. Se les llamó así porque todas sus acciones y oraciones eran en Nombre de Jesús, siendo la palabra que más repetían en el día y para la única que no tenían que pedir licencia al superior.
En junio de 1367 Urbano V aprobó esta forma de vida. Ese mismo año una prima del santo, la Beata Catalina (20 de octubre) fundaría una rama femenina. También ese año fue la Pascua de nuestro santo, el 31 de julio. Fue sepultado en las benedictinas de Siena, donde era monja su hija. Posteriormente su congregación trasladó las reliquias a la iglesia del Carmen de Siena. En 1583 el papa Gregorio XIII aprobó su culto.
Los jesuatos tuvieron su propia Regla en 1426, cuando el Beato Juan Tavelli (24 de julio) escribió una Regla casi calcada la de San Agustín, y les dio como santo patrón a San Jerónimo (30 de septiembre y 9 de mayo, traslación de las reliquias). Fueron simples religiosos hasta 1606, cuando el papa Pablo V les permitió tener algún sacerdote en casa convento. Florecieron como grandes revolucionarios de la química aplicada a la medicina y la destilería de alcohol. En 1668 estaban tan relajados y poseían tantos bienes que la República de Venecia logró del papa Clemente IX su supresión definitiva, pasando los religiosos a otras órdenes o al mundo.
Fuente:
-"La leyenda de oro para cada día del año. Vidas de todos los santos que venera la Iglesia". Barcelona, 1865.
-https://www.heiligenlexikon.de
A 31 de julio además se celebra a:
San Antonio de Hungría, carmelita mártir.
San Germán de Auxerre, obispo.
Santa Ellin de Skövde, viuda mártir.