En este día celebraba la Compañía de Jesús la "conversión" de su fundador, San Ignacio de Loyola (31 de julio). Memorias como estas solo tenemos, además, la Conversión de San Agustín (4 de mayo), y son memorias que recuerdan que luego de un momento determinado, la vida de estos santos se transformó totalmente, marcando esta conversión un antes y un después. Y se convierten en memorias litúrgicas porque no solo para bien de los propios santos han servido estas sendas conversiones, sino para toda la Iglesia han sido momentos claves de lo que vendría después. En el caso de Agustín, sería el comienzo de su fe católica, la cual defendería posteriormente y la cual ayudaría a definir y esclarecer con sus obras como nadie hasta hoy. En el caso de Ignacio, sería el inicio de su camino apostólico, como adalid de la contrarreforma católica en el siglo XVI.
Ignacio pertenecía a una ilustre familia de la nobleza española. Era un caballero noble y esforzado. Católico, como tantos, pero en asuntos de fe, pues tibio. También como tantos. Sin embargo, el 20 de mayo de 1521, en la batalla de Pamplona contra los franceses, fue herido por una bala de cañón en la rodilla, cuando estaba en la flor de la vida, 30 años. En su convalecencia no tenía nada más que hacer que entretenerse pensando en una bella dama a la cual conquistaría luego, y se pasaba el tiempo soñando con ello, para matar el tiempo. Ero he aquí que un día pensó que podía leer, y buscando en el castillo de los Loyola, encontró una "Vita Christi" y un "Flos Sanctorum". Los ejemplos de los santos le conmovieron al punto que poco a poco dejó de pensar en la tal dama, para constantemente preguntarse "¿Cómo sería ser como San Francisco, o como Santo Domingo?” Hasta que llegó el punto en que notó que le interesaba saber más de la vida religiosa, que de damas.
Su rodilla no sanaba, sino al contrario, el hueso se desvió, creando una úlcera. Le volvieron a partir la pierna para recolocarla, pero nada. Fue necesario cortarla. Así que Ignacio fue sometido a tal tormento sin anestesia alguna. Pensó que moriría, pero el pensar en los martirios de los santos, halló fuerzas para resistir, sobrevivir y plantearse en serio su vida espiritual. Cuando estuvo mejor, emprendió una ardua peregrinación al santuario más famoso de España de aquellos momentos: el de Nuestra Señora de Montserrat (27 de abril). Ante la Santísima Virgen María puso su espada, veló toda una noche y luego de ello, comenzó una vida de penitencia y oración que desembocaría en la fundación de la Compañía de Jesús, 20 años después.
Ad Maiorem Dei Gloriam.
Fuente:
-"Vida de San Ignacio de Loyola". P. PEDRO DE RIBANEYRA. Barcelona, 1863.
A 20 de mayo además se celebra a:
San Talaleo y compañeros mártires.
Santa Saturnina, virgen y mártir.
San Baldiri, mártir.