Según el libro "Triunfo Angélico del Celeste Príncipe y Glorioso Protector de la Ciudad de Córdoba, San Rafael", de Jerónimo de Vilches O.S.Bas:
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(…) los Venerables Prelados, añadiendo a las obras de sus manos las lágrimas de sus ojos, y juntando con el desvelo de su cuidadosa asistencia a los enfermos las vigilantes, y fervorosas oraciones al Señor; pedían el remedio en tan urgente, y lastimosa calamidad. Todos imploraban el patrocinio de la Reina del Cielo, en cuya mano ha puesto el Señor las llaves de su misericordia; pero el Venerable Fray Simón, que ya se hallaba convaleciente de su enfermedad, retirado en el Coro de su Convento, al mismo tiempo que rendía al Señor gracias por su mejoría, derramaba su corazón a sus pies, rogándole se compadeciese del afligido pueblo, y por su infinita clemencia retirase ya el azote del contagio.
Y para dar más valor a sus humildes súplicas, llamaba a las puertas de la Reina del cielo y a las del glorioso Arcangel San Rafael, a quien veneraba con especialísima devoción, poniéndoles por intercesores para aplacar los enojos del Altísimo. Asi rogaba cuando en lo mas profundo de su oración, se le apareció el Sagrado Arcangel San Rafael; y consolándole con la vista de su celestial belleza, le dijo estas palabras: 'Dirás al Obispo Pascual que esta Dios muy satisfecho de su vigilancia, y cuidado; y que por sus oraciones y de otras personas, por la intercesión de su Santa Madre se ha compadecido de este Pueblo: que ponga mi Imagen en lo alto de la Torre de la Iglesia Catedral, y exorte a todos sus feligreses a que me sean devotos y celebren mi fiesta todos los años. Y que si así se hace, este contagio cesará de todo en punto'.
Con esto desapareció el Santo Arcángel; mas como el caso era de tanta importancia, pasó el Venerable Comendador a comunicarlo con el Señor Obispo, significándole de parte del Soberano Espíritu el contenido de la revelación y lo que era voluntad de Dios para el remedio de aquella gravísima, y extrema necesidad: y como era tanta la piedad del Venerable Obispo D. Pascual; asintiendo con docilidad a la insinuación del Cielo, mandó luego hacer una Imagen del Sagrado Arcángel San Rafael, y ponerla sobre la Torre de la Iglesia en tal disposición que pudiese mover la cara a todos vientos para purificarlos de la infestación del contagio; en la misma forma, que el Celestial Espíritu lo determinó. Mandó asimismo el devoto Prelado, que se celebrase al Santo Arcángel el día de su fiesta, exhortando a todos sus súbditos a su más tierna, y fervorosa devoción; con cuyas diligencias se apagó enteramente la llama del contagio".
Y prosigue este libro con la manifestación más conocida, compuesta de varias apariciones, y celebrada a 7 de mayo, en Córdoba. Intento resumir por lo complicado del lenguaje de la época: "La mas célebre de estas apariciones y en la que con mayor claridad y certeza ha manifestado el Sagrado Arcángel el ministerio de custodio de esta Ciudad, encomendado por Dios, fue en la que se dejó ver del Venerable Sacerdote Andres de Roelas".
Unos antecedentes de dicha manifestación: El 26 de noviembre de 1575 habíase descubierto en la iglesia de San Pedro de Córdoba, un sepulcro con las numerosas reliquias de los muchos mártires de Córdoba, que había sido ocultado durante siglos, por miedo a la presencia mora. Se tenía conocimiento de dicho sepulcro, pues se conservaba lo que había sido su tapa, con los nombres de los santos patronos de Córdoba grabados: Fausto, Januario, Marcial, Zoilo y Acisclo. El obispo Bernardo de Fresneda mandó reunir los huesos, decretando que, aunque parecían reliquias de mártires, por el cuidado con que habían sido depositadas, permanecieran en ocultas a la veneración pública, hasta que, presentado el caso al papa Gregorio XIII, este determinara. Pero el papa pasó la respuesta al Concilio de Toledo, que no se determinó.Y pasaron los años:
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Y se halló perfectamente sano el P. Roelas, quien, aunque impresionado, decidió no contar nada hasta que la ciudad tuviera nuevo obispo, pues a la sazón, había sido trasladado D. Bernardo. Así que la noche del 30 de abril de ese mismo año se le apareció un personaje bellísimo, que le dijo: "¿Por qué no habéis querido hacer lo que os encomendaron aquellos cinco Caballeros? Porque tiempo ha de venir, que ha de usar Dios de misericordia con este Pueblo por intercesión de los huesos de estos Santos Mártires; porque han de suceder graves enfermedades , y pestes, y sobre las mujeres flujos de sangre". Manifestó el buen padre que temía no ser creído, a lo que el misterioso ser le replicó que, a pesar de ese temor, el provisor (administrador eclesiástico) debía fabricar un relicario de buen tamaño, llevarlo en procesión con las santas reliquias, de modo que todo aquel que venerase dichas reliquias quedaría sanado o sería inmune a las plagas anunciadas. Cinco veces se repitió la aparición celestial y la petición, mientras el padre dudaba y conjuraba al espíritu, por si era aparición del diablo. Decidió consultar con teólogos, el cabildo y el mismo Provisor, y entre todos determinaron le hiciera algunas preguntas al ser, sobre quienes eran los mártires, que tipo de martirio habían padecido y si algún hueso de infiel estaba mezclado con las reliquias. Y llegó el 7 de mayo, que sería el día definitivo. Se presentó el luminoso ser y le dijo al P. Roelas: "Tú me conjuraste la última noche que vine aquí; y no te dije quien era por tu inobediencia. Yo te juro por Jesucristo Crucificado, que soy Rafael Angel, a quien tiene Dios puesto por Guarda de esta Ciudad".
Manifestada la persona del mensajero, pasó el arcángel a responder lo que se le preguntaba. Una hora y media duró la aparición, dando por satisfecho al P. Roelas. Le confirmó San Rafael lo que la piedra que sellaba el sepulcro decía: que allí dentro estaban las reliquias de Santos Patronos de la ciudad: Fausto, Januario, Marcial, Zoilo y Acisclo. Y que las otras eran las reliquias de algunos mártires de Córdoba. Le confirmó que aquellos cinco caballeros no eran otros que Fausto, Januario, Marcial, Zoilo y Acisclo. Detalló martirios y manera de reconocer algunas reliquias, como las de Fausto, Januario y Marcial, que estarían requemadas, o las cabezas de las mujeres, que serían más pequeñas. No estaban contaminadas con huesos alguno de infiel, ni siquiera de cristiano no santo. También confirmó San Rafael la aparición a Simón de Sousa.
Esto bastó al Cabildo para aceptar que aquellas eran las reliquias de los santos mártires, ponerlas a la veneración pública, como había pedido San Rafael. En 1601 (muerto ya en 1587 el P. Roelas) una peste sin precedentes asoló la ciudad, lo que movió al clero y pueblo a invocar a San Rafael y a los santos mártires, quedando muchos sanos y otros muchos recuperaron la salud. Solo entonces El Provisor, Fernando Mohedano, autorizó como ciertas las revelaciones del P. Roelas, el 6 de agosto de 1603. Finalmente, en 1650, Inocencio X las confirmaba, a la par que autorizaba a la ciudad de Córdoba celebrar la festividad del arcángel San Rafael a 7 de mayo.
A 7 de mayo además se celebra a
San Domiciano de Maastricht, obispo.
Beata Gisela de Hungría, reina y abadesa.
La Traslación de San Juan de Mata.