Santa Catalina de Suecia, religiosa. 24 de marzo.
Fue hija de Ulf de Guthmarson y de Santa Brígida (23 de julio y 7 de octubre, Traslación de las reliquias), y nació sobre 1330. Muy niña fue entregada por sus padres a las monjas cistercienses para que la educaran. A los siete años tuvo su primera visión, en la que vio a Cristo disgustado con ella por no cumplir sus tareas por estar jugando. Desde ese día jamás volvió a dejar de cumplir con sus obligaciones. A los 16 años fue prometida a Edgar, un príncipe sueco, aunque ella había prometido virginidad perpetua a Dios. Catalina advirtió a sus padres de su voto, pero aún así hubo de casarse. Se dice que vivió en un matrimonio blanco, o sea, sin relaciones sexuales, pues convenció a su marido de vivir en continencia. Tuvo la santa mucho que sufrir a algunos de sus cuñados, quienes intentaban ponerle tropiezos para que su virtud decayera, o luciera galas, pero ella, confiada en Cristo, se mantuvo firme en sus convicciones.
Cuando su padre murió, en 1344, Santa Brígida se dedicó con más atención al monasterio fundado por ella en Vastedna. En 1439, en medio de una intensa vida de piedad, emprendió un viaje piadoso a Roma, en el cual Catalina le acompañó. Veneraron muchas reliquias y santos lugares, ayudaron a muchos enfermos y moribundos que hallaron en su camino y aprendieron mucho de las monjas con las que se hospedaban. En Roma se establecieron en una casa, hoy iglesia, junto al Tíber. Estando en Roma murió Edgar, dejando a Catalina viuda con 18 años. En Roma algunos parientes quisieron buscarle marido, siendo noble y hermosa. Sin embargo, Catalina alentada por su madre, rechazaba todo pretendiente. Uno de ellos pretendió secuestrarla, tendiéndole una emboscada una mañana cuando Catalina iba a la iglesia, pero en el momento en que iban a raptarla, un ciervo del que nadie supo de donde salió, defendió a la santa. Aquel acoso la sumió en una profunda tristeza y en un fuerte deseo de volver a Suecia. Enfermó gravemente de melancolía, y supo su madre por revelación que aquella tristeza era tentación del maligno. Ambas entonces redoblaron sus oraciones y penitencias, quedando sana y consolada al poco tiempo.
Oración, trabajo, lectura y caridad era el día a día de Catalina y su madre. Sus conversaciones eran todas sobre temas espirituales. Catalina acompañó a Brígida en su peregrinación a Tierra Santa, un viaje que les fue durísimo. Allí Brígida enfermó y supo que debía volver a Roma, donde entraría en el cielo. Así, el 23 de julio de 1373 Brígida falleció. Catalina y algunos de sus amigos trasladaron sus reliquias el 7 de octubre del mismo año a Vastedna. Catalina, solo entonces, tomó el hábito "brigidino" en la Orden del Santísimo Salvador, fundada por su madre. Su ejemplo y cercanía a Brígida la hicieron muy amada por las demás monjas, que la hicieron abadesa. Solo abandonó el monasterio para volver a Roma a solicitar del papa Urbano VI la canonización de Santa Brígida. El papa la concedió gustoso, pero los problemas político-religiosos del Cisma de Avignon impidieron la celebración. Catalina regresó a Suecia, sabiendo que pronto se iría al cielo.
En febrero de 1381 Catalina enfermó gravemente. Se confesaba frecuentemente y aunque no podía comulgar, constantemente tenía el Sacramento en su celda. Haciendo actos de fe, esperanza y caridad falleció el 24 de marzo del mismo año.
El papa Inocencio VIII la canonizó en 1484, permitiendo fuera llamada segunda fundadora de la Orden.
Fuente:
- "Nuevo Año Cristiano". Tomo 3. Editorial Edibesa, 2001.
A 24 de marzo además se celebra a
San Donard de Maghera, ermitaño.
San Simón de Trento, niño mártir.
Santa Hildelith de Barking, viuda y abadesa.