San Sereno de Sirmio, mártir. 23 de febrero.
Fue Sereno natural de Grecia, donde hizo una gran fortuna, que vendió en favor de los pobres. Solo se reservó una parte con la cual se compró unos terrenos en Sirmio, adonde se mudó y plantó un hermoso jardín, del cual comía y en el cual vivía entregado a la oración y la meditación.
Imperando Galerio y Maximino, se desató la persecusión y Sereno se ocultó por un tiempo, pero decidió regresar a su huerto, encomendándose a Cristo. Un atardecer en el que se hallaba trabajando, apareció por su huerto una mujer con dos esclavas. Sereno le preguntó que buscaba y la mujer le dijo que al ver un jardín tan bello había querido pasearse y contemplar las flores que allí había. Sereno se excusó, pidiéndole se marchara, pues no era hora para que una mujer decente visitara a un hombre soltero. La mujer, que en realidad buscaba seducir a Sereno, se fue enojada del jardín jurando vengarse de él. Escribió a su marido, funcionario imperial que se hallaba en Roma, diciéndole que Sereno la había ofendido cruelmente, y que se decía que a otras mujeres había intentado hacer mal.
El marido consiguió un escrito imperial en el cual se mandaba capturar a Sereno y llevarlo ante el juez para juzgarle por su desmán. Los soldados apresaron a Sereno y le llevaron ante el Gobernador, quien le interrogó:
Gobernador: – ¿Cómo te llamas?
Sereno: – Me llamo Sereno.
G: – ¿En qué te empleas?
S: – En el oficio de jardinero.
G: – ¿Cómo has tenido la insolencia de ofender a la mujer de un noble?
S: – Jamás he hecho ofensa alguna a ninguna mujer.
G: – Daré orden que te atormenten hasta que confieses que insultaste a aquella señora cuando la viste pasearse en tu jardín.
S: – Acuérdome muy bien que vino allí una señora, ya hace algún tiempo, a una hora intempestiva, con ánimo de pasearse, según decía. Verdad es que me tomé la libertad de decirle que era contra el orden y contra la decencia el que una persona de su sexo, y de su alcurnia saliese a una hora como aquella de su casa.
El marido de la noble, que se hallaba presente, quedó confundido por la respuesta de Sereno, e instó al Gobernador a no juzgar más a quien se veía era un buen hombre. Pero el Gobernador, sospechando que un hombre tan cabal sería cristiano, continuó el interrogatorio.
G: – ¿Quién eres, y cual religión es la tuya?
S: – Soy cristiano.
G: – ¿Y cómo no te has escapado? ¿Dónde te habías escondido tan bien hasta aquí, que no te hemos podido encontrar, y cómo te has librado de ofrecer sacrificios a los dioses?
S: – La providencia de Dios lo ha dispuesto así, y me ha reservado hasta ahora. Dios me había reprobado como a una piedra poco propia para entrar en su edificio, pero tiene la bondad de volverme a tomar hoy para colocarme en él. Por lo demás, pronto estoy a sufrir cuanto quieras por su Nombre, a fin de poder ser recibido en el número de los Santos que están ya en su Reino.
G: –Bien, puesto que has querido eludir los edictos del emperador, que te has ocultado para no obedecer, y que no has querido sacrificar a los dioses, mando que te corten la cabeza, como satisfacción de todos esos delitos.
El santo fue entonces conducido a las afueras, y allí fue decapitado, el 23 de febrero de 307.
Fuente:
-"Las Verdaderas actas de los Martires". Tomo III. Teodorico Ruinart. OSB. Madrid, 1776.
A 23 de febrero además se celebra a
Santa Marta de Astorga, virgen y mártir.
San Willig de Maguncia, obispo.