San Lázaro, obispo y mártir. 17 de diciembre y 29 de julio.
Sobre Lázaro y sus dos hermanas, y Santa Marta (29 de julio) y María de Betania, ya hoy no identificada con Santa María Magdalena (22 de julio) tenemos el testimonio evangélico: Los tres eran amigos de Jesús y le invitaban a su casa en Betania, cerca de Jerusalén, donde era amado y acogido (Lc. 10, 38-42; Jn. 12). Señal de la intimidad de Cristo con Lázaro es el hecho de como Jesús, aun yendo a resucitarle, lloró al contemplar el duelo de María y Marta. Uno de los milagros más grandes de Cristo fue, precisamente, el traer de nuevo a la vida (que no fue resurrección) a Lázaro (Jn. 11).
Hasta aquí, lo único certero que se puede afirmar de este personaje. Todo lo demás que se conoce son tradiciones y no siempre iguales. Mientras que unas dicen que acompañó a San Pedro en su predicación en Siria, la más conocida dice que los judíos embarcaron a Lázaro en Jaffa en una nave que hacía agua y sin velas, con sus dos hermanas y otros cristianos, y la nave llegó milagrosamente a la isla de Chipre. San Lázaro fue, según esa tradición, elegido obispo de Kition y murió 30 años después.
En el siglo XI, la leyenda provenzal de Santa María Magdalena, cuenta que junto a María Magdalena, Marta, San Maximino (8 de junio), Santas Sara y Marcela (criadas de la familia. 28 de julio), Santa María Salomé (22 de octubre y 5 de mayo), Santa María la de Cleofás (9 y 11 de abril y 5 y 25 de mayo) y San Cedon (3 de agosto), se trasladaría a la Provenza, entre los años 42-43. Más que trasladarse, les llevaron, pues fueron metidos en un buque sin velas, ni remos ni timón y abandonados en el mar, llegaron hasta Marsella, desde donde fueron a Aix. Todos tomarían su rumbo, pero Lázaro quedaría como obispo de Marsella y terminado su carrera en este mundo como mártir. Incluso el Papa Benedicto IX, al consagrar la iglesia de San Víctor de Marsella, afirmó que sus reliquias estaban ahí. Ciertamente hubo un Lázaro obispo de Marsella, pero en el siglo IV.
Sin embargo, su culto sí que es muy antiguo. La gallega Eteria, peregrina que viajó a Jerusalén en el siglo III, describe sobre la gran procesión que se hacía el sábado anterior al Domingo de Ramos al "Lazarium" tumba de San Lázaro (esta procesión aún se celebra por parte de la Iglesia Ortodoxa). Otro hito del culto a San Lázaro está situado en el año 890, cuando el emperador León VI construyó una iglesia y un monasterio en su honor en Constantinopla y trasladó allá una parte de las pretendidas reliquias, que se hallaban en Chipre.
Lázaro el "de los perros".
Este otro Lázaro, también personaje evangélico, es el pobre mendigo que gana el cielo por sus sufrimientos, mientras el inmisericorde, se va al infierno (Lc. 16, 19-31). Hoy en día nos dicen que se trata de una parábola de Cristo, pero basta leer otras parábolas de del Señor y compararlas con la narración de Lázaro para darse cuenta de las diferencias. Basten dos:
1. Jesús nunca usa nombres propios en la parábolas, porque, precisamente son eso, ejemplos. Cristo habla de "una mujer", "un padre y dos hijos", "un rey", etc. Sin embargo, en este relato se nos dice el nombre del protagonista, como se contaría un hecho histórico.
2. Todas las parábolas de Cristo son explicadas, sin embargo, este relato no cuenta con explicación alguna. Simplemente se narra el hecho y en la misma historia está la enseñanza, que no está "velada" bajo símbolos como suelen ser las parábolas.
Otra cosa es si la veneración a San Lázaro "de las muletas" existió o existe aún en la iglesia. Vitrales, frescos, tallas, nos hablan de la veneración a este personaje, ligada junto a San Roque a los leprosorios y hospitales, pues padeció la lepra (esto lo hemos añadido por tradición, porque el Evangelio no lo dice). Actualmente es difícil verle en las iglesias, pero por ejemplo, en la iglesia de San Nicolás de Bilbao se venera una estupenda talla. Otras iglesias españolas e italianas también lo veneran. Su culto permanece en esa ambigüedad entre lo permitido "porque no queda más remedio" y la reticencia a celebrarlo.
Además de las muletas y los perros, sus otros atributos son una campanilla o matraca, (instrumentos medievales que tenían que portar los leprosos para anunciar su presencia y la gente se alejara).
Los cultos afrocubanos han sincretizado a ambos Lázaro, poniendo su fiesta en la del santo obispo y, desde entonces han ido juntos como un solo personaje.
En mi país natal, San Lázaro es, sin duda, el santo más venerado que hay, casi siempre ligado a la santería. Tiene un santuario a las afueras de la Habana que nació (¡cómo no!) y se mantiene junto a una leprosería. La peregrinación de diciembre es multitudinaria, una marea humana de más de 10 kilómetros de largo. Durante todo el día y más aún de noche, porque a las 12 de la noche todos quieren estar ante el santo, sí o sí. Desde tiempo antes del 17 de diciembre, los que llevan promesas se ponen en camino de rodillas, a rastras, llevando piedras, cadenas, piernas de hierro a cuestas. Al santo le ofrecen tabacos, botellas de aceite (reminiscencias de la antigua costumbre del aceite de las lámparas del altar), y claro, flores, joyas y dinero. Allí se dan la mano en venerar al santo, ricos, pobres, turistas, sanos, enfermos, santeros, curiosos, católicos o no. Detalle interesante: en el altar mayor se venera el santo obispo al que nadie mira, el "milagroso" se encuentra en un altar lateral y, claro, es un antiguo San Lázaro "de perros", que durante años estuvo vestido para esconder que lo era. Luego de una restauración en la que pude participar, se dejaron visibles las llagas y otros elementos escondidos, aunque se le vistiera. Desde 2013 aparece tal cual, sin atuendo de obispo.
A 17 de diciembre además se celebra a
San Judicael de Bretaña, rey y monje.
San Sturmio de Fulda, abad.
Y se canta la primera de las Antífonas Mayores: O Sapientia.