Beato Bartolomé Fanti, presbítero carmelita. 5 de diciembre.
Según el carmelita Giuseppe Fanucchi en su "Della vita del Beato P. Bartolomeo Fanti", nació Bartolomé en Mantua, sobre 1410, aunque otros le hacen más joven al morir, poniendo su nacimiento en 1428. No se sabe mucho de su juventud, entrada a la Orden y profesión. Según algunos datos, ya aparece como presbítero en 1452. Su vocación carmelita se desarrolló en un momento de esplendor de reforma de la Orden, la Congregación Mantuana, que había sido aprobada por el papa Eugenio IV en 1442, aunque había nacido como movimiento reformador más de 20 años antes. Era una congregación de conventos en los que se vivía la Regla de Inocencio IV, el culto era muy solemne y meticuloso, vivían estricta pobreza y se propiciaba la oración mental. Eran dependientes directamente del P. General, en esta congregación profesó, y luego promovió el Beato Juan Soreth (24 de julio), que llegaría a ser General.
Bartolomé, ya sacerdote, fue encargado el 1 de enero de 1460 de ser el director espiritual de la Cofradía del Carmen del convento carmelita de la ciudad. Para esta Cofradía escribió una regla, unas constituciones y las "crónicas". La Regla se inspiró claramente en la primitiva Regla del Carmelo, adaptada para seglares. la Cofradía fue muy importante, con miles de cofrades y de una intensa vida espiritual y apostólica en Mantua, y en gran parte, su extensión se debió a nuestro beato, que la dirigió por 35 años. Fue un religioso penitente, muy humilde y amante de la pobreza. Tuvo el cargo de maestro de novicios y formador de religiosos recién profesos, entre los que estuvo el Beato Bautista Mantuano (17 de abril), que sería Vicario General de la Congregación Mantuana y luego General de la Orden. Destacó como religioso amante de la Eucaristía, fuera celebrándola o en la adoración silenciosa del Sacramento. Su amor por la Eucaristía le llevó a la costumbre de ungir a los fieles con el aceite de la lámpara del Santísimo, con lo que se dice logró sonadas curaciones y conversiones. Y, claro, como buen carmelita, fue un apasionado hijo de la Virgen María, a la que dedicó varios escritos, sermones, plegarias y varias devociones.
A finales de 1495 Bartolomé enfermó de algo que no podemos precisar, y murió el 5 de diciembre del mismo año. Fue enterrado en la cripta con los religiosos, pero al aumentar la devoción de los cofrades y fieles hacia Bartolomé, en 1516 se desenterró para trasladarle a la capilla de la Virgen del Carmen, descubriéndose que estaba incorrupto, lo que, como suele suceder, aumentó la devoción y logró que la Orden comenzara a darle culto público. En 1783, Pío VI suprimió la Congregación mantuana, que tenía 6 provincias y 53 conventos entre frailes y monjas, por el peligro de crear otra división en la Orden (además de los descalzos en el siglo XVI), y porque el rigor primitivo había decaído hacía mucho. Pues en este año, los religiosos fueron despojados por el papa de su convento mantuano y dispersos por varios conventos. El cuerpo del beato Bartolomé, fue trasladado a la catedral de San Marcos y nuevamente fue trasladado en 1793 a la capilla de Santa María Incoronata, dentro de la misma catedral, donde permanece aún. En ambas traslaciones se volvió a constatar la incorruptibilidad del cuerpo.
A principios del siglo XX, con la reforma de los calendarios propios, los carmelitas pudieron demostrar más de 100 años initerrumpidos de culto y en 1909 lograron la confirmación, por parte de San Pío X (21 de agosto) y Bartolomé Fanti fue tenido oficialmente como beato, confirmando su memoria el 5 de diciembre.