Nuestra Señora, la Madre de la Divina Gracia. 23 de julio.
En la Octava de la Virgen del Carmen, celebra el carmelo descalzo la memoria de María, la Madre de la Divina Gracia. Es como un colofón a la novena, la solemnidad y la octava del Carmen. El oficio propio recoge el texto de la "Lumen Gentium":
"La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la Encarnación del Verbo, por disposición de la divina Providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del divino Redentor compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia." (LG. VIII, III, 61)
Y está muy bien que esta memoria tenga un carácter teológico y espiritual, pero no entró al calendario carmelita por ello, sino por un hecho, imagen, milagros y promesa concretos. Lamentablemente esta parte no se cuenta ni se propaga como devoción mariana propia, como propia por adopción es la devoción al Niño Jesús en su imagen de Praga. Y he aquí el origen de todo:
Viena, 1610. Tiempos convulsos de las guerras de religión, los peligros, martirios y despojos de los religiosos de nuestra Orden, llegaron estos a Viena, para fundar un convento. El más religioso entusiasta era el Venerable P. Domingo de Jesús María, del que habrá que dar una breve reseña antes: Fue un santo varón, nacido en Calatayud, España, el 16 de mayo de 1559. Había profesado en la Orden del Carmen de la Antigua Observancia, y luego de ser ordenado sacerdote pasó al carmelo descalzo. Era un religioso muy piadoso, que penetró las altas moradas de la oración y la contemplación. Muy caritativo, se preocupó del drama de la prostitución, fundando casas para acoger a las arrepentidas. Con dotes taumatúrgicas, se le conocen varios milagros en vida, así como trato frecuente con su Ángel de la Guarda, revelaciones trinitarias y de algunos santos.
Fue prior de los conventos de Toledo, Madrid, Valencia. Gran predicador de la penitencia, la paz y la misericordia. Fue embajador de Felipe II en asuntos espinosos de la Corte. En 1604 llegó a Roma, y fue persona de confianza del papa Pablo V, amigo de fray Luis de León y San Roberto Bellarmino (17 de septiembre) y defensor de los fundadores San José de Calasanz (25 de agosto y 27 de noviembre) y San Camilo de Lelis (14 de julio), y del legado del Beato Nicolás Factor (18 de agosto). Escribió obras espirituales y de piedad, así como su autobiografía, por mandato del Venerable Juan de Jesús María "el Calagurritano", su confesor. Fue impulsador de "Propaganda Fide" con Gregorio XV. Fue Definidor General, y finalmente, 5º General de los Descalzos, entre 1617 y 1620. En el cónclave de 1623 fue papable, aunque salió elegido Urbano VIII.
En 1620, luego del Generalato de la Orden, fue Legado Pontificio de Pablo V, ante el emperador Fernando II. Tuvo una visión en la que obtuvo la seguridad de la victoria de las tropas católicas del emperador contra el ejército hereje, en la gran y decisiva batalla de la Montaña Blanca, el 8 de noviembre del mismo año. Tradicionalmente se le presenta a caballo entre las tropas católicas arengando a los soldados con jaculatorias y bendiciones, pero en realidad su intervención fue únicamente orante. Llevaba al cuello una pequeña tabla gótica de la Natividad de Cristo, a la cual los protestantes, en su obcecación por las imágenes, habían perforado los ojos de la Virgen, San José y los pastores. A esta imagen profanada se encomendaba y luego de la victoria, la llevó triunfante a Roma, donde preside la bella iglesia de Santa María de la Victoria, atendida por los carmelitas descalzos, pero que no hay que confundir con la advocación mariana de este artículo. Luego de esta victoria católica, el P. Domingo ganó en fama y aprecio por el pueblo y los poderosos, aunque continuo viviendo una vida piadosa y callada en Cristo. En 1629, Urbano VIII lo envió como Legado a Austria, donde murió el 16 de febrero de 1630. Fue declarado venerable por San Pío X (21 de agosto) en 1907, pero su proceso de canonización se detuvo luego de esto.
Y sigamos con Nuestra Señora de la Divina Gracia. En 1610 el P. Domingo buscaba una casa donde fundar definitivamente en la ciudad de Viena, pues estaban los religiosos en una casa temporalmente. Halló una casa destartalada, pero que podía ser restaurada y convertida en convento (¡cuán parecido a las fundaciones teresianas!). Estando inspeccionándola halló un montón de escombros y siguió adelante. De pronto, tuvo una inspiración y volvió a los escombros. Se acercó y descubrió una sucia y desgarrada pintura de la Virgen María y se quedó pasmado. La tomó con veneración, orando a la Virgen Santísima: "Me apena, querida Madre, que alguien haya tratado tu imagen de tal terrible manera. Te llevaré al convento conmigo, te adecentaré y te daré el homenaje que tú con tanta razón mereces". El P. Domingo, más lleno de inspiración que de conocimientos artísticos, limpió la imagen, repintó los trozos dañados y colocó la imagen en su celda, comenzando a rendirle culto.
Un día, luego de barrer la celda, vio que el lienzo tenía polvo y exclamó: "Oh, lo siento mucho mi queridísima Madre! Humildemente pido tu perdón por olvidarme de desempolvar tu pintura". Tomó un paño limpio y oró a la Santísima: "Oh, la más pura y santa de las Vírgenes, nada en el mundo entero es digno de tocar tu santa cara. Querida Madre, yo sólo tengo este ordinario y viejo paño, y te ruego aceptes mi buena voluntad de quitar el polvo de tu imagen". Y procedió a pasar el paño por el rostro de Nuestra Señora, cuando de repente, este se animó y sonrió al P. Domingo. Este se asustó, pensando fuera engaño demoníaco, y entonces, la Virgen se le apareció excatamente como en la imagen y le habló: "No temas, hijo mío, que tu petición ha sido concedida - aludiendo a una petición personal que el religioso le había hecho tiempo antes - tu plegaria será respondida y será como recompensa, por el amor que tienes a mi Hijo Jesús y hacia mí. Ahora, Domingo, quiero que me pidas con toda confianza, que favor te gustaría que yo te concediera". Y respondió el P. Domingo, de rodillas: "Oh querida Madre, yo me ofrezco enteramente a ti y a tu querido Hijo Jesús, y solo deseo hacer lo que tú y Jesús pidan de mí. Señora, se que el alma de un bienhechor está sufriendo en el purgatorio. ¿Serías tan amable de liberar su alma de los fuegos del Purgatorio?". "Domingo hijo mío - respondió María - yo liberaré esta alma del Purgatorio si tú haces muchos sacrificios y ofreces muchas misas por su alma".
Y así fue, luego de un tiempo de misas y sacrificios, Nuestra Señora se le apareció al P. Domingo, acompañada del liberado del purgatorio, que le agradeció sus trabajos por liberarle del fuego. La Santísima Virgen le dijo: "Domingo, quiero que me pidas más gracias y bendiciones. Yo soy la Madre de Dios y me deleito en auxiliar a mis hijos a obtener gracias para su salvación”. Respondió el buen religioso: "Querida Madre, habrías tú de ser tan amable como de escuchar compasivamente las oraciones de todos aquellos que honraran tu imagen y pidan por ella tu socorro?" Y Nuestra Señora, solemnemente le reveló: "Todos aquellos que pidan por mi protección y honren esta imagen con devoción, obtendrán una respuesta a sus plegarias y recibirán muchas gracias. Más aún, prestaré especial atención a las plegarias que me son ofrecidas por la liberación de las almas del purgatorio".
El P. Domingo, deseando ponerla a la pública veneración, la llevó a Roma, poniéndola en el Oratorio de San Carlos Borromeo, junto a la iglesia de Santa María de la Scala. Allí tomó el título de Nuestra Señora de la Gracia, por las grandes bendiciones y gracias que alcanzaban los devotos que la honraban. En 1630, ya muerto el P. Domingo, Maximiliano de Baviera pidió a la Orden le cedieran la sagrada imagen que tan milagrosa era, para fuera venerada en sus dominios, a lo que aceptó el General. Fray Anastasio de San Francisco, amigo y compañero del P. Domingo de Jesús María fue el encargado de organizar y acompañar la imagen en la peregrinación. El 7 de agosto de 1631 fray Anastasio juró y firmó un documento donde atestiguaba toda la historia contada por el P. Domingo. Maximiliano tuvo la imagen un tiempo, y luego la donó a los carmelitas de Munich. En el mismo 1631, el emperador austro-húngaro Fernando II, recordando el origen vienés de la imagen y agradecido al P. Domingo por su intervención en la batalla de Praga, antes mencionada, reclamó la imagen, y los carmelitas la cedieron, aunque con pena.
Fernando y su emperatriz, Leonor de Mantua, la recibieron en su palacio con gran devoción y la tuvieron en su capilla privada, donde se le empezó a llamar "Nuestra Señora de la Cabeza Inclinada". A ella le encomendaron su vida personal y la de todo el imperio, incluso el emperador se hacía acompañar de la imagen en sus viajes, y en los momentos de grandes decisiones. En 1637 murió el emperador y Leonor entró de religiosa a las carmelitas de Viena, llevando consigo la milagrosa imagen, que fue ubicada en el altar mayor, volviendo a estar al culto público, como querían la Santísima Virgen y el Venerable Domingo de Jesús María. En 1655, luego de la muerte de la emperatriz la imagen fue reclamada por los carmelitas a las monjas, que la cedieron para que tuviera el culto apropiado. Los religiosos la llevaron a su iglesia de San José y se dieron a la tarea de divulgar la promesa de María sobre su protección sobre las almas del purgatorio, devoción que entronca perfectamente con la devoción al escapulario del Carmen, por otro lado. Archicofradía, visitas, novenas, procesiones y rogativas, extendieron la fama de la imagen. Se fundó una cofradía y se hicieron muchísimas réplicas del original, siendo veneradas en conventos de la Orden e iglesias parroquiales.
En 1683 los turcos saquearon el monasterio e iglesia, pero la imagen pudo ser salvada. Fue restaurada y en 1848 fue igualmente dañada por la revolución de Viena. En 1901 los carmelitas se trasladaron Döbling, otro barrio de Viena, construyendo un nuevo monasterio e iglesia, trasladando consigo a Nuestra Señora de la Gracia o de la Cabeza Inclinada, que aún recibe la veneración de los fieles.
A 23 de julio además se celebra
La Traslación de los Reyes Magos a Colonia.
Santos Bernardo, María y Gracia, mártires.
Beata Brígida de Holanda.