Santoral hoy: 28 de julio. Beato Juan Soreth, General Carmelita.


Juan nació en Caen, Normandía, en 1394. En 1412 tomó el hábito carmelita en su ciudad natal, donde también fue ordenado presbítero, cerca de 1417. Fue maestro de filosofía en varios conventos y en 1433 los superiores le enviaron a la Universidad de París, a doctorarse en Teología, terminando en 1438 y siendo Maestro de la misma durante dos años. Su ejemplaridad y celo por la Orden era tal que en 1440 fue elegido Provincial de Francia, donde comenzó una obra reformadora muy importante en los conventos de su jurisdicción. Amor a la Regla, observancia y vida interior y comunitaria fueron sus grandes obsesiones. Fue pacificador, y siempre buscó el bien y la justicia, como cuando medió en el pleito entre la Universidad y los frailes mendicantes parisinos.

En 1451 se le eligió Superior General de la Orden, y lo sería vitaliciamente, pues siempre sería reelegido. Soreth se enfrentaba una situación catastrófica social y religiosamente. La peste había diezmado ciudades y conventos. La disciplina religiosa se había disipado en aras de la subsistencia, aceptándose a cualquier individuo, o relacionándose en demasía con los seglares. Muchos religiosos no iban al coro, faltaban a la pobreza, habían abandonado el apostolado. El papa Calixto III fue su gran valedor para la ingente reforma que llevó a cabo. También quiso este papa crearle cardenal y ordenarle obispo, para que tuviera más poder en su reforma, pero el santo solo quería contar con su ejemplo y autoridad como General de la Orden, por lo que se negó a recibir dignidad eclesiástica alguna. Escribió una "Expositio paraenetica in Regulam Carmelitarum", que habla de la importancia de la observancia interior, sin la cual las normas y austeridades externas nada son. Toca igualmente los temas de la oración, el silencio y la humildad para la vida personal y comunitaria de un religioso. Redactó unas nuevas Constituciones y se hizo rodear de frailes competentes y santos para que le ayudaran con la labor reformadora.

Visitó conventos de toda Europa, exhortando, poniendo paz, restableciendo la disciplina eclesiástica y la armonía en las casas de la Orden. Aunque no siempre hubo esa armonía, como en Colonia, donde fue arrojado del convento y tuvo que excomulgar a los frailes rebeldes a su persona. Sabiendo que era imposible reformar todos los conventos y todos los frailes al mismo tiempo, estableció en cada provincia religiosa algunos conventos en los que la Regla se viviera a plenitud, permitiendo a estos el traslado de los frailes que quisieran una vida más carmelitana. En 1462 republicó una edición revisada de las Constituciones.

También apoyó la Reforma Mantuana, propia de Italia, que dependía de la Orden, pero tenía sus propias Constituciones. El origen de esta reforma está en la de "Las Selvas", en la que destacó entre sus primeros religiosos el Beato Ángel Agustín Mazinghi (17 de agosto) y duraría hasta 1783, destacando también en ella el Beato Bartolomé Fanti (5 de diciembre). Pero no solo se dedicó a los frailes, sino que, viendo la necesidad de la vida claustral femenina, comenzó la obra de erección de monasterios de monjas. En 1452 Clemente V le expidió la Bula "Cum Nulla", según la cual fue posible fundar las monjas. Así, unió a la Orden algunas comunidades de beatas de los Países Bajos, dándoles el hábito y la espiritualidad carmelitana de oración, la Regla de San Alberto (17 de septiembre) y por supuesto, la filial devoción a la Virgen María. En esta obra le fue indispensable la ayuda de la Beata Francisca de Ambroise (5 de noviembre), a quien se considera la primera monja carmelita (no contamos a las "elianas", por supuesto). También fundó la Tercera Orden para los laicos, estos a partir de algunas asociaciones piadosas en torno a las iglesias del Carmen, y para ellos escribió unas Constituciones en 1455.

Fue devotísimo del Santísimo Sacramento, pasando todas las horas que podía en adoración del Señor. Y demostró este amor en 1468, durante el saqueo de Lieja por parte de Carlos el Temerario. Habiéndose incendiado una iglesia, nuestro Beato salvó el copón con el Sacramento, a riesgo de perder su vida, y lo llevó a la iglesia carmelita. En 1459 logró que el Papa Pío II aprobase el Oficio Litúrgico propio de San Ángelo (5 de mayo), el protomártir carmelita.

El santo reformador murió en Angers el 25 de julio de 1471, en circunstancias poco claras. Algunas crónicas hablan que murió envenenado por un fraile opuesto a la reforma continua del santo, aunque la historia oficial cuenta que murió de cólera luego de comer fresas verdes. El Beato Bautista Mantuano (17 de abril) le dedicó una hermosa elegía. Aunque recibió culto, nunca fue beatificado hasta que se comenzó el proceso de la Beata Francisca de Ambroise, lo cual impulsó el culto a Juan Soreth hasta ser confirmado el culto por Pío IX en 1866.

Fuente:
-Los Carmelitas: historia de la Orden del Carmen. Tomos 2 y 4. JOACHIM SMET. BAC, 1987.

A 28 de julio además se celebra a
Santos Nazario y Celso de Milán, mártires.
San Inocencio I, papa.