San Valente de Vinaroz, mártir. 10 de julio.
Sobre este santo mártir romano poco podemos decir más allá de la reseña de su culto en Vinaroz, Castellón, España. De San Valente el historiador local, Agustín Delgado, ha barruntado si podría ser el efímero emperador romano Valerio Valente, que solo reinó dos meses, de diciembre del 316 a marzo de 317, pero ciertamente, ni consta la conversión de dicho monarca al cristianismo, ni mucho menos su muerte como mártir, ni se le menciona en martirologio alguno. Además del nombre, el atuendo del santo, de corte militar, además de la corona de laurel que portaba, le llevó a pensar podría ser tal personaje, aunque manteniendo las dudas.
Realmente es un santo desconocido, y según su "authenticae" fue extraído de las catacumbas del cementerio de Ciriaco, en Roma, y su historia es la siguiente: En 1780 el capitán vinarocense José Carlos Esteller, de guarnición en Nápoles, pidió al papa Pio VI una reliquia de algún santo para llevarla a su pueblo. A los dos meses se le hizo donación del cuerpo de San Valente. Se le vistió acorde a la costumbre del momento, de soldado, por alegoría a la "miles Christi", en la que luchan todos los santos. Se mandó a hacer, tal vez en el mismo Nápoles, una bella urna de cristal y madera dorada. El capitán recibió el cuerpo de San Valente el 3 de abril de 1780, y se embarcó un año después, el 9 de abril de 1781. El 10 de julio del mismo año llegó a Vinaroz, donde fue recibido con una espléndida ceremonia religiosa y llevado a la iglesia parroquial. Y este día de su traslación quedó como su día de fiesta local.
El santo gozó de devoción, pues su fiesta se celebraba con una concurrida novena, compuesta exclusivamente para el santo, al igual que los "gozos", y se le dedicó una plaza en la ciudad. Y así fue hasta 1931, cuando la represión republicana recortó muchos actos de culto externos. Y lamentablemente, el “odium fidei” llegó a más cuando en 1936 destruyó las veneradas reliquias de San Valente. Y fue más lamentable, porque, mirando las fotografías antiguas que amablemente me cedió el historiador antes mencionado, el santo parecía estar incorrupto, o al menos momificado, lo cual no suele ser común en cuerpos extraídos de las catacumbas. Estos, que fueron regalados desde Roma pródigamente entre los siglos XVI y XX, suelen ser una osamenta dentro de una imagen de cera o yeso. En todo caso, no es la incorrupción, si la había, lo que determinó su santidad, sino el hecho del enterramiento y vestigios de veneración como mártir.
Para saber más sobre corposantos y catacumbas podéis leer estos artículos.
De Catacumbas y Corposantos I.
De Catacumbas y Corposantos II.
A 10 de julio además se celebra a
San Cristóbal, mártir.
San Erik Jedvarsson IX de Suecia, rey y mártir.
San Etto de Dompierre, obispo.