San Bonifacio de Fulda, obispo y mártir. 5 de junio.
Bonifacio (al que sus padres llamaron Winfried) nació en 672 en Crediton, Inglaterra. Estudió con los benedictinos de Nursling, donde profesó como monje y fue profesor de la escuela externa. A los 40 años decidió partir en pro de la evangelización del pueblo, aún sumido en el paganismo. Y comenzó a formar parte de la historia, como columna principal en la obra político-misionera de San Carlomagno (28 de enero y 29 de diciembre, traslación de las reliquias), artífice de una expansión evangelizadora y cultural que, ante todo, pretendía expandir su dominio.
En 716 lo tenemos en Frisia, predicando, y lo mismo Turingia, en 719. Este mismo año fue a Roma, donde el papa San Gregorio II (2 y 13 de febrero), que viendo su valía, lo consagró obispo el 14 de mayo, y es por eso por lo que decidió llevar en adelante un nombre cristiano, eligiendo el del famoso mártir celebrado ese día: San Bonifacio de Tarso (14 de mayo). San Gregorio III (28 de noviembre) le nombró arzobispo en 738 y, como era ocasional, le dio especiales poderes para erigir diócesis, monasterios, ordenaro presbíteros, y en definitiva, organizar la iglesia allí donde fuese, y le dotó con reliquias de santos, ornamentos y libros sagrados. Bonifacio se dirigió a Hesse, desde donde organizó la Iglesia, creando los obispados de Ratisbona, Passau, Eichstätt, Salzburg, Würzburg y Erfurt, quedando él mismo como arzobispo de Maguncia. En Hesse ocurrió un hecho que determinó su modo de evangelizar y, también su martirio: Derribó un enorme roble al que los habitantes de la región atribuían poderes y bajo el cual realizaban ofrendas y alabanzas a sus dioses. Allí mismo edificó una iglesia dedicada a San Pedro Apóstol. Y no se lo perdonaron, como veremos luego. Una leyenda moderna que pretende evangelizar la tradición del Árbol de Navidad dice que Bonifacio luego de cortar el árbol le puso velas para significar la luz de Cristo, y ese es el origen del árbol. Pero esto es una historieta moderna: el árbol de Navidad nunca formó parte de la liturgia católica, ni siquiera de los adornos caseros en países católicos sino desde hace unos 20 ó 30 años.
Y volviendo a Bonifacio, este, conocedor de la importancia de los monasterios en la cultura, economía y, claro, evangelización de los sitios donde se establecían las abadías, se rodeó de colaboradores, monjes o monjas, que ampliaran la labor evangelizadora y civilizadora de Alemania. Además, fundó los monasterios de Fritzl y Ochsenfurt, y su favorito, el de Fulda, donde se sentía como en casa y que es comparable en importancia a Monte Cassino. Precisamente para imbuirse en la espiritualidad benedictina envió a Montecassino a San Sturmio (17 de diciembre), para que aprendiese sus costumbres y usos. Una bella leyenda dice que estando en esta fundación y, no teniendo que comer, un pájaro le lanzó un pez, el santo lo comió y al lanzar el espinazo al río, se regeneró y el pez continuó con vida. Algo como el pez de San Corentin (12 de diciembre), pero solo por una vez.
Especialmente su amiga, confidente y consuelo fue Santa Eadburgis (12 de diciembre), de la que se conservan cartas llenas de afecto y admiración por el obispo. En una ocasión le regaló una copia de las cartas de San Pedro, escrito a mano (como todos los libros del momento) con letras de oro y guarnecido de oro y piedras preciosas. Otras mujeres importantes fueron Santa Lioba (28 de septiembre) y Santa Tetta (28 de septiembre), que proveía de monjas cultas y preparadas en la enseñanza a Bonifacio, para fundar escuelas en los monasterios. Sabía que educando a las niñas de clases acomodadas, con los años, estas influirían en sus maridos y familias, favoreciendo la cristianización. Especialmente importantes e imprescindibles en esta labor misionera fueron los hermanos Santos Willibald (7 de julio), Wunibald (7 de julio, en Fulda;15,en Eichstätt; y 18 de diciembre) y Walburgis (25 de febrero), o San Willibrord (7 de noviembre)
El 5 de junio de 754, Domingo de Pentecostés, Bonifacio celebró una misión en Dokkum y, justo al comenzar la Misa, fue atacado junto a sus compañeros, por una turba de paganos frisones. Dijo Bonifacio a sus compañeros: "No os preocupéis, todas las armas de este mundo no pueden matar el alma". La leyenda cuenta cómo protegió su cabeza de la espada, que terminó atravesando el libro y el cráneo. Este libro, conservado como una reliquia, se muestra a los devotos actualmente, pero no hay certezas de que sea el mismo. En todo caso es su atributo principal, junto al zorro y el hacha (recuerda el árbol cortado). En ocasiones, el hacha es quien está clavada en el libro, pero es un error iconográfico.
Sus compañeros mártires fueron San Eoban, obispo de Utrecht (5 y 7 de junio); Santos Wintrung, Wiehtberht (hijo de Tetta), Ethelheri y Walter, presbíteros (5 y 7 de junio); Santos Hamund, Scirbald y Bossa, diáconos (5 de junio y 9 de abril) y Santos Huachar y Gundekar, monjes (5 de junio y 9 de abril). Sus reliquias se veneran en la cripta del monasterio de Fulda, adonde fueron trasladadas por San Deochar de Herrieden (7 de junio y Lunes de Pentecostés). Es patrón de Fulda, Utrecht, Haarlem, Frisia, Sajonia y Turingia, y muchas ciudades más. Además, es patrono de los cerveceros, libreros, sastres y archiveros.
A 5 de junio además se celebra a
Beato Meinwerk de Paderborn, obispo.
San Fernando de Portugal, príncipe.