San Dunstan de Canterbury, abad y arzobispo. 19 de mayo.
Nació en Balsbury, sobre 909. Sus padres eran nobles y buenos cristianos y su tío fue San Athelm (8 de enero), que sería obispo de Bath y Wells y desde 914, arzobispo de Canterbury. Como de otros santos se dice, desde antes de nacer, ya Dios había señalado que aquel niño sería grande. Estando su madre embarazada, y estando en misa en la iglesia, de pronto las velas de toda la iglesia se apagaron, menos la que sostenía la buena mujer. Todos encendieron su propia vela de la suya, tomando por presagio que el niño que esperaba sería luz para toda la Iglesia de Inglaterra. Dunstan fue educado en la abadía de Glastonbury, de tradición celta, donde se formó en las Escrituras, los Santos Padres y teología. Además, era muy hábil para las artes y los oficios, por lo que aprendió a labrar el oro y la plata, a iluminar manuscritos, a bordar, a tocar el arpa y demás artes. Cuéntase que en estos primeros años el diablo le tentaba constantemente, y que incluso un día se plantó en la puerta de la iglesia y no le dejaba entrar a la misma a orar. Entonces Dunstan trepó por la pared, pretendiendo descolgarse por el otro lado del tejado y entrar por una ventana. Pero un ángel le sostuvo y le llevó de nuevo a tierra, alejando al demonio. Y no sería la única vez.
Luego de haber estudiado, sus padres le enviaron a la corte del rey Aethelstan, de quienes eran parientes lejanos. Allí algunos jóvenes como él le tomaron envidia por sus buenas maneras, su dulzura y su habilidad para el estudio y el trabajo. Pero sobre todo le despreciaban como un inculto, por conocer antiguas canciones celtas, cuya lengua parecía perdida en los reinos que cada vez se latinizaban más. Por ello, un día que estaba cantando, dos compañeros lo arrastraron a un pantano y lo arrojaron allí, mientras se burlaban de él, pateándole. Y más aún, le dejaron allí dándole por muerto, pero el santo elevó su voz cantando y los perros del rey le oyeron, se fueron donde estaba y le sacaron salvándole de la muerte. Dejó el santo la corte y se fue con su otro tío San Alphege (12 de marzo), a la sazón obispo de Winchester. Su tío le inspiró el amor por la vida monástica, aunque el joven Dunstan no se decidía del todo. Pero le llegó una enfermedad en la piel (tumores y úlceras) que parecía mortal, de la que se libró por milagro luego que ofreciera ser monje si sanaba. Así, en 936 fue ordenado presbítero junto a su amigo San Ethelwold (1 de agosto) fue ordenado presbítero por su tío, y juntos se fueron a Glastonbury. Allí Dunstan se construyó una minúscula celda donde solo cabía de rodillas o sentado. Oración, penitencia, estudio y trabajo manual fueron los cuatro pilares que sostenían su vida espiritual. En 941 subió al trono el rey San Edmundo I (26 de mayo), que le nombró consejero, y además, fue confesor de la reina Santa Ælfgifu (18 de mayo).
En 943 el mismo rey le nombraría abad de Glastonbury, aunque sin separarse de su lado. La envidia, otra vez, de algunos hicieron correr calumnias sobre él y el rey lo separó de su lado. Y Dunstan se fue tranquilamente a Glastonbury. Poco tiempo después, fue el rey a cazar y estando persiguiendo un ciervo, su caballo desbocado casi se precipita por un barranco que parecía sin fondo. El rey, viéndose a punto de perecer oró a Dios: "Gracias, Dios omnipotente, porque, afortunadamente, a nadie he causado daño últimamente, excepto al abad Dunstan. Pero si me dejas vivir, me reconciliaré con él". Y entonces el caballo se detuvo justo antes del barranco, sin sufrir daño el rey ni el propio animal. Edmundo mantuvo su promesa y esa misma noche pidió perdón a Dunstan, y además donó tierras y beneficios al monasterio. Bajo su mandato Glastonbury se convirtió en uno de los centros monásticos más importantes de Inglaterra. Construyó una bellísima iglesia y espectaculares jardines, los cuales los había soñado con precisión siendo un niño, al llegar en Glastonbury.
Y el diablo a no dejarle en paz: le tentaba en forma de fieras y serpientes, pero siempre le vencía Dunstan rezando o haciendo la señal de la cruz. De esta época se cuenta una de sus anécdotas más famosas: Estando en oración, el diablo le molestaba, entonces el santo tomó unas tenazas, con las que solía trabajar, y le apretó la nariz a Satanás con tal fuerza, que el diablo salió pitando. Otra leyenda, seguramente más tardía e inspirada por estas dice que un día se acercó a la celda del santo un ser que le pidió le herrara. Cuando Dunstan vio que tenía pezuñas de cabra, entendió que era de nuevo el diablo. El santo le dijo que tenía que atarlo, y a continuación comenzó a herrarle, y de modo tan doloroso, que el demonio tuvo que confesar quien era realmente. Para librarlo, Dunstan le hizo prometer que jamás entraría a un sitio donde viera una herradura sobre la puerta. Así lo prometió y así nació esta costumbre. Pero lo dicho, es una leyenda tardía y una costumbre moderna.
En 945 San Edmundo fue asesinado y subió al trono su hermano Edred, pues los hijos de Edmundo eran pequeños aún. También con este rey tuvo cercanía Dunstan, y le apreciaba tanto el monarca, que quiso nombrarle obispo de Crediton, la ciudad natal del gran San Bonifacio (5 de junio). Pero Dunstan se negó, porque no se consideraba digno de ello, así que otro fue designado en su lugar. Esa misma noche se le aparecieron los santos apóstoles Pedro, Pablo y Andrés, a este último tenía gran devoción Dunstan. Sin embargo San Andrés le apaleó mientras le decía "Esto es lo que te mereces, porque te has negado a compartir nuestra misión apostólica". En 955 el príncipe Edwy "el Bello", hijo de San Edmundo, subió al trono con 15 años. Su matrimonio se había concertado con la princesa Aethelgifu, pero Dunstan se opuso, aduciendo a que la consanguinidad (eran primos hermanos) era un obstáculo insalvable. Ambos, novia y novio se enfurecieron y Edwy confiscó la abadía de Glastonbury, desterrando a Dunstan al mismo tiempo. El santo abad, fiel a su conciencia, tomó el camino del destierro y se fue a Gante, donde conoció al célebre reformador San Gerardo de Brogne (3 de octubre), y bebió de su espíritu renovador.
En 958 Edwy y su mujer fueron asesinados en una revuelta y Eduardo "el Pacífico", segundo hijo de San Edmundo, subió al trono. Hizo volver a Dunstan a la corte y le hizo consejero personal, y luego Primer Ministro. Pero más que consejo político, Dunstan hizo reconciliar a Eduardo con Dios: siendo joven Eduardo había seducido a la Beata Wulfrida (9 de septiembre), abadesa de Wilton, y con ella había tenido una hija ilegítima: Santa Edith (16 de septiembre). Este mismo rey nombró a Dunstan obispo de Worcester, y aunque Dunstan no quería en principio aceptó finalmente (tal vez recordó la apostólica paliza). Fue consagrado por el arzobispo San Odo de Canterbury (4 de julio), el cual, en la ceremonia de consagración dijo "te consagro obispo de Canterbury" en lugar de "obispo de Worcester". Cuando le señalaron el error, Odo dijo: "Sé muy bien lo que Dios ha dicho a través de mí. Mientras que yo viva, él será obispo de Worcester, pero después de mi muerte subirá a la sede de Canterbury y dirigirá la Iglesia de toda Inglaterra".
Y así fue, cuatro años después, Eduardo le designó para la sede primada de Inglaterra. Dunstan primero se negó y pidió recibir el palio directamente del papa. Viajó a Roma y Juan XII le confirmó como primado y, además, le nombró Legado del Papa en Inglaterra. Junto a San Ethelwold y San Osvaldo de York (29 de febrero y 15 de octubre, traslación de las reliquias), Dunstan se lanzó a una intensa campaña de reforma de la Iglesia angla. Reforma de los monasterios y sus Reglas, de la vida moral del clero y los fieles, de la liturgia y el culto. Promovió leyes civiles y religiosas justas, ejerció la caridad, fundó varios hospitales, etc. En 975 el rey Eduardo falleció, y le sucedió su hijo San Eduardo "el Mártir" (18 de marzo y 20 de junio, traslación de las reliquias) que, como dice su sobrenombre, fue asesinado en 978 por orden de su madrastra, Elfrida. Dunstan padeció por este asesinato, pues protegía al joven rey y este era piadoso y buen gobernante. En 984, por la muerte de Ethelwold, la sede de Winchester quedó vacante y Dunstan nombró a San Alphege (19 de abril) como obispo de Winchester.
Dunstan falleció el 19 de mayo de 988, sábado posterior a la Ascensión, siendo sucedido por el mencionado San Alphege (no su tío, sino el otro). Fue sepultado en la catedral de Canterbury. En 1013, después del saqueo de la ciudad en 951, en el que fue martirizado el arzobispo Alphege, unos monjes de Glastonbury desenterraron de entre los escombros los restos del santo, al que reconocieron por su anillo, una pieza de orfebrería que el mismo santo había labrado. Sepultaron las reliquias en secreto, con la esperanza de que Canterbury resurgiría, y solo tendrían que pasarse el secreto del sitio del enterramiento de unos a otros, que estaba junto adonde había estado la puerta del coro. Allí estuvieron los restos incluso luego de la reconstrucción de la catedral, y por lo que fuera, la memoria de ellos se perdió. En 1184, haciendo obras luego de un incendio que volvió a destruir el templo, las reliquias de San Dunstan fueron halladas.
Es abogado de los herreros, orfebres, cerrajeros, mecánicos, relojeros. Su iconografía más característica es muy simpática, pues suele aparecer tomando al demonio por la nariz con unas pinzas, o herrándole, por las leyendas antes descritas.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo V. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
A 19 de mayo además se celebra a
San Ivo de Bretaña, abogado.
San Celestino V, monje y papa.