San Wilfrith de York obispo. 24 de abril y 12 de octubre, traslación de las reliquias.
Nació en 634, en Northumbria, en el seno de una familia noble. La leyenda cuenta que en el momento de su nacimiento, se vio aparecer sobre su casa una columna de fuego, por lo que los vecinos temían que hubiera ocurrido un incendio. Pero al comprobar que la casa no se quemaba, comprendieron que era un signo de Dios sobre el niño. Fue educado en el célebre monasterio de Lindisfarne, done tomó el hábito benedictino y de donde partió a Roma en 655, allí conoció la liturgia romana, que quiso adaptar a la vida monástica inglesa. Regresó por Lyon, para formarse en la Escritura y la liturgia de la Iglesia. Allí fue ordenado presbítero. En 660 regresó a su tierra, donde el rey Alhfrith le encomendó la evangelización de los paganos que aún quedaban en las tierras de Deira. Para ello se hizo ayudar de monjes benedictinos para los que fundó el monasterio de Ripon. Hizo campaña por el abandono del rito celta en las iglesias anglas, y su acción fue fundamental para que en 664 el Sínodo de Whitby declarara obligatorio el rito romano, en sustitución del celta.
Poco antes había sido elegido obispo de York, y fue a París a ser consagrado, pero al volver a su sede halló que el rey había puesto a otro como obispo en su lugar. Wilfrith no reclamó ni protestó, sino que con humildad se fue al monasterio de Ripon. Luego de un tiempo se fue a Roma a que el papa hiciera justicia, pero el barco se desvió del camino y fue a parar a las tierras de los frisones. Viéndolo como un signo de Dios, estuvo un año predicando y evangelizando hasta ir a Roma en 680, donde el papa San Agaton (10 de enero), le confirmó en la sede para la que había sido elegido. Entonces el santo volvió a York, pero no pudo tomar posesión de su cátedra sino en 686.
Sobre su etapa de obispo, se narra un portento que dice que estando el santo administrando el sacramento de la Confirmación, se le acercó una mujer gritando con su hijo muerto en brazos. Wilfrith no interrumpió la ceremonia, y al final, se acercó a la mujer e invocando el nombre de Jesucristo, resucitó al niño, y tomándolo en brazos, lo enseñó a la multitud como signo del poder de Jesucristo. Y luego dijo a la madre que cuando el niño tuviera 7 años, debía traérselo, para dedicarlo al servicio divino, como era la voluntad de Dios. La mujer accedió, pero al cabo de los 7 años ambos padres se arrepintieron y quisieron llevarse lejos al niño para conservarlo. Pero he aquí que murieron y el niño pasó a cargo de un pariente que, sabiendo de la promesa hecha, lo llevó al santo, que le educó e hizo de él un santo varón para el Evangelio.
El santo se enfrentó muchas veces a los reyes, inmiscuidos siempre en cuestiones eclesiásticas. Cuando quisieron dividirle la diócesis, reclamó ante el papa, por lo que fue encarcelado y expulsado. Entonces se fue a la Isla de Wight, donde predicó el Evangelio varios años. En su vejez se retiró al monasterio de Ripon, donde vivió como un monje más. Luego pasó al monasterio de Oundle, Northamptonshire, donde falleció el 24 de abril de 710, pero fue sepultado en Ripon. El 12 de octubre de 1224 sus reliquias fueron trasladadas solemnemente a la catedral de York.
A 24 de abril además se celebra a
San Fidel de Sigmaringen, capuchino mártir.
Santa Bova de Reims, abadesa.