San Bonifacio Kloetink, obispo. 19 de febrero.

Nació Bonifacio sobre 1180 en Bruselas, en el marco de una familia acomodada y piadosa. Se formó con las monjas cistercienses de Le Cambre, de donde salió hecho un joven culto y piadoso. Estudió en la Universidad de París hasta 1216, cuando fue ordenado presbítero. De regreso a Bruselas le asignaron la célebre iglesia de Santa Gúdula, casi una segunda catedral, desde donde comenzó una ingente labor evangelizadora: predicaba, formaba a los sacerdotes, y pasaba horas confesando, visitando pobres y enfermos. En 1222 la Universidad de París solicitó sus servicios para profesor de Teología y ese puesto ocupó durante 9 años, pues renunció debido al celo y la envidia que otros profesores menos piadosos y celosos de la verdad le tenían. Para evitar males mayores se trasladó a Colonia, en cuya catedral formó parte de los canónigos y donde en breve le asignaron la supervisión de todas las escuelas monásticas y la catedralicia. Predicación, paciencia, reforma, celo apostólico, oración y caridad eran sus notas como presbítero y profesor.

Fue activo defensor del papa cuando este excomulgó a Federico II a causa de su negativa a participar en la VI Cruzada. El papa entonces fue atacado por partidarios del emperador, ante lo cual levantó su voz nuestro santo defendiendo la legalidad de la excomunión y la soberanía del papa para emitirla.

En 1231 el papa Gregorio IX le nombra obispo de Lausana, sede vacante ya por 10 años, donde igualmente brilló como pastor solícito. Y a Lausana envió Federico tropas a secuestrar a Bonifacio, que fue capturado y subido atado a un caballo. Sin embargo, apenas el caballo salió de la ciudad, de pronto se encabritó, se libró de los que le conducían y regresó dentro con la preciosa carga del obispo, al que ahora su pueblo defendió y no pudo ser capturado otra vez. Desde 1235 pidió al papa le librara del episcopado y de la sede de Lausana, pero el papa se negaba una y otra vez. Finalmente, en 1239 le permitió renunciar a la sede, pero advirtiéndole que aún era obispo y que podía reclamarle para otra sede.

Bonifacio se retiró a su amada abadía de Le Cambre, donde llevó una vida como si fuera un monje, aunque manteniendo la distancia de las monjas. Oración, penitencia, estudio y trabajo, esa fue su norma de vida. Aún alguna vez dirigió alguna predicación, consagró iglesias o fungió como obispo celebrante en algunas ceremonias y solemnidades, pero sin asuntos políticos o administrativos de por medio. En 1245 aún participó en el célebre I Concilio de Lyon, pero igualmente regresó a su retiro monástico. En sus últimos años recibió varias gracias místicas, revelaciones y visiones. En una ocasión se le aparecieron la Santísima Virgen y San Juan Bautista, que le sanaron de una enfermedad. En la Navidad de 1255 estaba enfermo y no podía levantarse para ir al coro y a la misa solemne, por lo cual se quejó a Nuestra Señora, suplicándole la salud. Entonces se le apareció la Virgen y le mostró al Niño recién nacido, colocándolo en sus brazos. Al terminar la visión, dijo transfigurado a las monjas que le cuidaban: "Vale la pena todo el sufrimiento que esta vida tiene solo para poder tener en el cielo la visión beatífica del rostro de Cristo". 

Finalmente, Bonifacio murió ya anciano, el 19 de febrero de 1260, sosteniendo los Evangelios entre sus manos. Fue sepultado en la misma abadía Le Cambre, y su sepulcro venerado hasta 1797, cuando fueron llevadas a Bruselas por el miedo a la Revolución Francesa y su afán destructor de lo sagrado. De hecho la abadía fue arrasada por los revolucionarios. En 1935 volvieron a ser veneradas en su lugar y actualmente son cuidadas por los premonstratenses. En 1702 fue canonizado por el papa Clemente XI.

A 19 de febrero además se celebra a San Auxibio I de Solias, obispo.