Beata Isabel Canori, terciaria trinitaria. 5 de febrero.

Nació Isabel en Roma, el 21 de noviembre de 1774, en una familia de posición desahogada. Fueron sus padres Tommaso y Teresa Primoli, profundamente cristianos. Isabel y su hermana estudiaron tres años con las agustinas de Casia, ya siendo una adolescente, y las monjas forjaron más aún su alma la penitencia y el amor por la oración y la meditación. En 1788 volvió a Roma, comprometiéndose en actividades apostólicas y de caridad.

Aunque muchos pensaban que Isabel se decidiría por la vida religiosa, viendo su carácter piadoso y caritativo, en 1796 se casó con Cristóbal Mora, un abogado de Roma. Estaba enamorada y conocía que en el matrimonio también podía alcanzar la santidad. Pero las cosas no salieron bien, el marido resultó ser una pura fachada de bondad: Era un hombre díscolo, mujeriego, amante del vicio y el juego. Tenía una amante públicamente, y por ella gastaba todo el dinero que podía, dejó la abogacía y sumió a su mujer y las dos hijas que tuvieron en la bancarrota. tuvieron cuatro hijos, pero solo sobrevivieron dos niñas, Mariana y Lucía. Isabel tuvo que trabajar para mantenerse ella y sus hijas y pagar las deudas. Y, como un vicio lleva a otro, su marido tuvo la insana costumbre de humillar y pegar a Isabel siempre que podía. Ella solo callaba, oraba y le seguía siendo fiel. Su familia le pidió lo abandonara, pero ella redoblaba sus oraciones y penitencias. Nunca perdió la esperanza en la conversión de su marido. Es seguro que el ejemplo de Santa Rita de Casia (22 de mayo), cuya vida habría conocido bien en sus tiempos de estudiante la confortaría.

En 1801 Isabel sufrió una enfermedad desconodica, que casi la mata. Y como mismo enfermó de repentino, así sanó. Pero su alma no fue la misma desde entonces: durante este "mal" tuvo su primera experiencia mística sobre el destino final del mundo, las tribulaciones de la Iglesia y la apostasía de los cristianos al fin de los tiempos. En 1807 Isabel se unió a la Orden Trinitaria como terciaria, haciendo de la iglesia de San Carlino alle Quattro Fontane su segunda casa. Allí acudía a misa, se confesaba, se dirigía espiritualmente y ejercía la caridad. Allí conoció a la Beata Ana María Taigi (9 de junio), otra terciaria trinitaria y mística excepcional, con la que colaboraría en la caridad. Desde entonces consagró su vida a orar por la paz de la Iglesia, la conversión de los pecadores y, claro, la de su marido. La caridad y prudencia de Isabel convirtieron su casa en un sitio de oración, caridad y espíritu evangélico. Siempre tenía un socorro, una palabra de consuelo, una oración que ofrecer.

Entre 1813 y 1819 sufre la "noche oscura del alma", un tiempo de sequedad espiritual, que solo se mantiene por la fe en Dios. No se siente ni se goza, pero se cree. Las revelaciones de esta época muestran esa sequedad y sufrimiento. A la par, su alma se prepara para los desposorios con Cristo en el matrimonio espiritual. En la Navidad de 1814 Isabel tiene una visión en la que contempla al papa y a unos pocos prelados, religiosos y religiosas adorando al Niño Jesús, mientras que otros miembros del clero o religiosas permanecen dispersos. Solo el papa rezaba devotamente, pero el Niño Jesús se negaba a oir sus oraciones, nuestra Beata intenta orar, pero Cristo le revela que no hay nada que hacer, que el castigo que sobrevendrá a la Iglesia es inminente e inevitable. "Sólo por mi honra y gloria has de orar", le dice Cristo, mientras la consuela con un amor inconmesurable que la desborda. En 1818 tiene una visión que describe así, "lo veía [el mundo] en revolución, sin orden ni justicia. Los siete pecados capitales eran llevados en triunfo, y por todas partes se veían reinar la injusticia, el fraude, el libertinaje, y toda suerte de iniquidades. El pueblo estaba mal formado, sin fe y sin caridad. Todos estaban sumergidos en la crápula y en las perversas máximas de la filosofía moderna. Observaba que tenían más fisonomía de bestias que de hombres, de tal modo los tenía el vicio desfigurados".

El 20 de noviembre de 1815, luego de haber renovado sus votos de terciaria, su alma se encuentra desolada, su espíritu está cansado y su fe se resiente. Entonces se encomienda a San Félix de Valois (20 de noviembre), y a los entonces beatos, San Simón de Rojas (28 de septiembre), San Miguel de los Santos (8 de junio y 10 de abril) y San Juan Bautista de la Concepción (14 de febrero). Luego de renovar, tiene una visión en que estos tres últimos santos la llevan al cielo ante San Félix, al que alcanza a tocar su capa negra, y ante el cual renueva sus votos, quedando consoladísima. En 1821 Cristo le revela: "Renovaré a mi pueblo y a mi Iglesia enviando celosos sacerdotes que derramarán mi espíritu para renovar la faz de la tierra. Reformaré las Órdenes por medio de hombres santos y sabios. Daré a mi Iglesia un nuevo Pastor que, lleno de mi espíritu y animado de mi celo, ha de guiar mi grey". No sabemos cuándo pasará esto, pero igual podemos confiar.

También parece haber recibido la gracia de la Trasverberación del corazón, aunque ella no la llama así. Escribe en su diario: "he aquí que la paloma divina me envió un valioso dardo, el fuego sagrado golpeó mi corazón profundamente. El precioso golpe me ocasionó un desmayo mortal; fui cambiada, me encontré lejos de la primera, transmutada en otra (alude a una conversión). Era toda fervor, toda caridad, sentí en mi corazón los efectos maravillosos de ese dardo amoroso, esa llama de fuego prendió fuego sagrado en mi espíritu, y me volvió casi loca. De amor ardiente exclamé: ‘¡Has ganado, has ganado, oh santo amor! Ganaste la dureza de mi corazón obstinado con un dardo sagrado de amor, ven y perfora mi corazón’". Los efectos de este fenómeno místico además de espirituales, como el fervor, la presencia de Dios, el celo por Dios y los deseos de perfección, fueron físicos. Su corazón latía fuertemente, y tanto que podía notarse a través de sus vestidos. Incluso su familia avisó a un médico, el cual ordenó una sangría, el remedio para todo hasta el siglo XIX. Para que no la molestaran más, pidió a la Santísima Virgen hiciera no fueran tan notorios sus saltos de corazón, y la Señora así se lo concedió. Y la misma Virgen se le mostraría en una visión el 15 de agosto de 1824, cuando lsabel la vería rodeada de ángeles y expresando su amor materno hacia ella, poniéndole una bella corona sobre sus sienes.

El 5 de febrero de 1825, Isabel falleció en brazos de sus hijas. Fue enterrada su amada iglesia trinitaria, donde se conservan muchos objetos suyos y están sus reliquias en una capilla lateral que pude visitar. Después de su muerte, como ella misma había predicho, Cristóbal se convirtió de su mala vida, profesó como terciario franciscano y a los cinco años tomó el hábito franciscano conventual, llegando a ordenarse de presbítero. Juan Pablo II beatificó a Isabel Canori el 24 de abril de 1994, junto al Beato Isidoro Bankaja y a Juana Beretta Mola.

Fuentes:
-Diario de la Beata Isabel Canori: http://www.intratext.com/IXT/ITA1070/
-"Diccionario de los Santos" C. LEONARDI, A. RICCARDI Y G. ZIARRI. Ed. San Pablo. Madrid, 2000.
-"Nuevo Año Cristiano". Tomo 2. Editorial Edibesa, 2001.

A 5 de febrero además se celebra a Santa Águeda, virgen y mártir.