La Traslación de Santo Tomás de Aquino. 28 de enero.

A 28 de enero celebra toda la Iglesia la fiesta de uno de sus más eximios doctores: Santo Tomás de Aquino, dominico. Pero pocos saben que en origen este día se celebraba la Traslación de sus reliquias, pues su memoria litúrgica era a 7 de marzo, día de su tránsito al cielo. Con la reforma litúrgica de 1969, la memoria del santo se quitó de su día para aliviar la Cuaresma (un criterio muy discutible, pues la consideración de los santos no quita nada a la contemplación de los Misterios de Cristo. Todo es un mismo misterio salvífico). Así, la memoria de Santo Tomás pasó al día 28 de enero, relegando la memoria de la Traslación, que hoy traigo:

Muerte, funerales y trasiego de reliquias.
Santo Tomás murió en la abadía cisterciense de Fossanova, a las primeras horas del día 7 de marzo de 1274, teniendo entre 47 y 50 años de edad. Los días previos a su muerte, según los procesos de canonización, se vio una luz permanente sobre el monasterio, que expiró al mismo tiempo que el santo. También nos dicen que un monje vio subir al cielo su alma en forma de estrella, como se lee de San Sadoc (2 de junio), Santa Beatriz de Silva (18 de agosto), Santa Eusebia (23 de enero) y otros santos. Los monjes del Císter, teniendo presentes a que gran personaje tenían entre ellos, hicieron honras fúnebres solemnísimas, hasta donde llegaba la austeridad del Císter. Estuvieron presentes en los funerales parientes y amigos del santo, dignatarios de la Iglesia y del mundo y mucho pueblo llano, que fue el más favorecido con los milagros que ocurrieron. Entre ellos la curación de ceguera de Juan, un fraile dominico que tocó los ojos de Tomás y luego los suyos, quedando sano. Y muchos otros se cuentan, según tocaban el cuerpo del santo o se llevaban parte de sus hábitos o pelos.

Finalmente fue sepultado el santo en la abadía. Los prodigios no cesaron y los devotos acudían en masa a la sepultura de Santo Tomás. El constante celo de los dominicos por poseer las reliquias de su santo doctor, movieron a que Santiago de Florencia, abad de Fossannova, temiendo que los señores de Aquino les quitaran las reliquias de Tomás, trasladara en secreto las reliquias desde la iglesia a la primera capilla del claustro, la de San Esteban, dentro del recinto monástico. Pero poco después, temiendo haber ofendido a Dios y viendo que el pueblo seguía teniendo devoción por la tumba vacía de la iglesia, a los seis meses decidió trasladar el cuerpo de nuevo a la Iglesia, a su primer sepulcro. Guillermo de Tocco dice que fue el mismo Tomás de Aquino quien aparecería al abad para regañarle y obligarle a restituir sus reliquias a su lugar de origen. Además, añade que al abrir el sepulcro se expandió un olor suavísimo por todo el monasterio, que despertó a los monjes y les hizo buscarlo, hallando al abad y a algunos monjes en el acto de la traslación. Comprobaron todos la flexibilidad del cuerpo, lo veneraron y lo que iba a ser una traslación oculta, fue un acto litúrgico de los monjes. Cantaron la misa de confesores, pues en opinión de santo le tenían.

Muchos milagros se narra que ocurrieron, que por brevedad no narraré. Aquí. Ciegos, tullidos, mudos, paralíticos hallaron la curación al venerar las reliquias del santo. Ya fuera a su vera, o de lejos, venerando reliquias extraídas durante los funerales o la primera traslación, como tierra del sepulcro. Por ello, en 1282, el abad Pedro Dumont de San Juan hizo un reconocimiento de las reliquias, hallándose el cuerpo incorrupto del santo y comprobándose el mismo olor. En 1289 volvió a abrir el sepulcro el mismo abad, verificándose la incorrupción. En esta ocasión le fue cortada la mano derecha, a petición de Teodora, hermana del santo, que la colocó en un bello relicario en la capilla de su palacio. Luego de su muerte esta mano iría a los dominicos de Salerno. Se dice que un canónigo al enseñársele tal mano, no hizo aprecio de ella, considerando que Tomás había sido "solo un buen hombre, pero no tan santo". Enseguida se le hinchó la cabeza y le acometió un terrible dolor, y no sanó sino cuando se arrepintió de sus palabras.

Un santo hervido.
El papa Beato Inocencio V (22 de junio), dominico, expidió un Breve para que el cuerpo de Tomás de Aquino fuera entregado a los dominicos. Entonces los cistercienses exhumaron el cuerpo y le cortaron la cabeza, para al menos luchar por quedarse con ella (luego la esconderían en el palacio condal de Piperno). Pero este Breve no se hizo efectivo. En 1303 subió al trono de San Pedro el también dominico Beato Benedicto XI (7 de julio). Los cistercienses de Fossanova, temiendo que este papa sí que les quitara las reliquias del santo, en 1304 sacaron el cuerpo incorrupto de la tumba y para poder esconderlo mejor entre sus reliquias, hirvieron el cuerpo, cociéndolo y separando los huesos de la carne y la piel. Colocaron el pellejo y la carne cocida en una caja y sobre aquella los huesos limpios. Podría parecer algo salvaje, pero no fue el único caso: el cuerpo de San Luis de Francia (25 de agosto) igualmente fue sometido a este proceso en Túnez para poder llevar sus huesos a Francia. En el siglo XIV este método se prohibió por considerarse un proceso irrespetuoso con los cuerpos de los difuntos.

Canonización, peleas y autoridad papal.
Sin embargo, no hubo cambios, pues las reliquias continuaron en Fossanova. En 1318, a los 45 años de la muerte del Doctor Angélico se inició su proceso de canonización. Prelados y reyes pidieron la canonización de Tomás de Aquino y luego de un proceso breve, pues nadie dudaba de la santidad de Tomás y menos aún de su preclara doctrina, el siervo de Dios fue canonizado el 17 de julio de 1323 por el papa Juan XXII. Pero no volvió a tocarse el tema del traslado de las reliquias hasta 26 años más tarde, cuando los dominicos las volvieron a reclamar con firmeza. Los monjes de Fossanova las entregaron al Conde de Fondy, temiendo las sacaran del monasterio por orden del rey de Sicilia, que las quería para sí y para contentar a los dominicos de su territorio, sus protegidos.

Pero el rey de Nápoles aprovechó la ocasión para pedir las reliquias, ya que ese reino había sido la patria de Tomás de Aquino, y siendo el mismo rey pariente lejano de la familia Aquino. El abad de Fossanova, viendo que la traslación oculta que había hecho ya no era tan oculta, reclamó las reliquias al Conde de Fondy, que juzgando tenía en sus manos un tesoro que podía usar con diplomacia y sacar beneficio, se negó a devolverlas. Pero he aquí que un día en que se hallaba de caza su caballo lo lanzó al suelo y le hirió de muerte. Prometió la condesa, su hermana, que devolvería las reliquias si Santo Tomás sanaba a su hermano. Y ocurrió la curación, con lo cual las reliquias volvieron a Fossanova, siendo encerradas en una torre, sin que casi nadie lo supiera.

Sin embargo, el Conde, poco tiempo después, al menos antes de 1368, al parecer presionado por los dominicos, tomó posesión por la fuerza de las reliquias, entregándolas secretamente a estos. El 15 de febrero de dicho año, los dominicos hicieron público que finalmente poseían las reliquias de Santo Tomás de Aquino. Los monjes de Fossanova se sintieron traicionados, se quejaron al papa Beato Urbano V (19 de diciembre) de que los dominicos les habían robado las reliquias. El papa, benedictino por más señas, sentenció a favor de los cistercienses, llamando sacrílegos a los dominicos. El Maestro General de la Orden dominica, Elias Raimundo de Tolosa movió sus hilos y algunos nobles y cardenales intercedieron por su causa ante el papa, que no oía razones y llegó a amenazar con la excomunión a dicho General. El cardenal Rogero de Beaufort, que sería el futuro Gregorio XI, llevó el caso y dictaminó que las reliquias volvieran a Fossanova. Pero el General, en una audaz maniobra, logró una entrevista con Urbano V, que le recibió y aceptó su homenaje y obediencia. Oídas las razones del dominico, el papa le preguntó por sorpresa "¿Dónde quiere Vtra. Reverencia estén las reliquias del santo?" A lo que el dominico respondió "Donde Vtra. Santidad quiera", quedando el papa agradecido de aquellas palabras.

El jueves de Corpus el papa celebró la solemnidad en Viterbo y luego concedió una audiencia al Maestro General, que le suplicó: "Santísimo Padre, por una orden expresa del Papa Urbano IV, uno de vuestros predecesores, compuso Santo Tomás de Aquino el Oficio y la Misa del Santísimo Sacramento que usa hoy toda la Iglesia; pues a vuestra Santidad lleva el mismo nombre, y que está revestido de la misma autoridad, le suplico muy humildemente en nombre de toda mi Orden, que tenga la bondad de concedernos las reliquias de este Santo Doctor, en agradecimiento de los grandes servicios que esta ha hecho a la Iglesia, cuya cabeza es vuestra Santidad". Urbano V hizo silencio, llamó en secreto a los cardenales que le acompañaban y dijo al General dominico: "Con autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles San Pedro y San Pablo, y con la nuestra, Nos, concedemos para siempre a vos y a vuestra Orden el cuerpo de Santo Tomás". Y además, mandó que el General las llevara a París o Tolosa, considerando que el santo había sido apóstol de Francia y que Italia ya tenía las reliquias de Santo Domingo. Y aún más, la cabeza debía acompañar el cuerpo adonde este fuese llevado.

El abad de Lordat fue comisionado por el papa para arreglar el asunto con el abad de Fossanova, el cual mandó traer la cabeza desde Piperno, donde se hallaba en un bello relicario. Con ella partió hacia Fondy, donde se hallaba la caja con los huesos, llevada por los dominicos. Pusto todo junto, las reliquias partieron procesionalmente. El 3 de agosto fueron veneradas en Montefalco, donde el día 4 fueron entregadas al General de la Orden dominica. En esta ciudad permanecieron todo el verano y fueron veneradas por todos. Entretanto el abad de Fossanova no dejaba de insistir que al menos le dejasen la cabeza, pero el papa ya había determinado y ni quiso reconsiderarlo. Aún más, para zanjar definitivamente y que no hubiera más intromisiones, ordenó que fueran trasladadas a Tolosa, permitiendo se separase el brazo sin mano para que fuera llevado al convento de París, donde había vivido el santo. Para hacerlo efectivo expidió la Bula "Copiosus in misericordia", el 22 de junio de 1368.

La traslación.
Las reliquias se llevaron a Francia con discreción, con el sello papal en el arca y siendo esta vigilada de cerca por el General dominico y el obispo de Albano. A finales de noviembre 1368 llegaron a Prouille, donde estuvieron un mes hasta que Tolosa lo preparaba todo para la recepción de tales reliquias. Ya en Prouille se hizo pública la traslación y la presencia de las reliquias tan cerca. Fueron mareas de gente a venerarlas, arrancando del santo numerosos milagros, todos documentados. El 28 de enero de 1369 se puso el relicario en la capilla del convento extramuros de Tolosa, con gran solemnidad y alegría. En la procesión portaron el relicario el Duque de Anjou y los obispos de Tolosa y Narbona. En 1628 las reliquias se pasaron a una hermosa urna de plata dorada, trasladándola a la iglesia, actualmente se venera bajo la mesa del altar. Lo que queda del cráneo puede venerarse en un relicario dispuesto en un altar junto a otras reliquias. Se enviaron a otros conventos otras reliquias del santo, siempre con expresa autoridad papal, pero no forman parte de esta Traslación.

Fuente:
-"Vida histórica de S. Tomás de Aquino". P. ANTONIO TOURON. OP.

A 28 de enero además se celebra a San Carlomagno, emperador.

Y además podéis leer,
De la Invención y Traslación de reliquias en la Iglesia.
La Invención de las reliquias de San Esteban.
La Traslación de San Gregorio Nacianceno.
La Traslación de San Juan de Mata.
La Traslación de San Phantalo.
La Traslación de los Reyes Magos.
La Traslación de Santa Juana de Lestonnac.