San Jessé, padre de familia. 4 de noviembre.

Según la Biblia, Jessé era originario de Belén y tenía ocho hijos, de los cuales el menor era San David (29 de diciembre). El profeta San Samuel (20 de agosto, traslación de las reliquias a Venecia) visitó a Jessé porque Dios había elegido a uno de sus hijos para reinar en Israel. Jessé presentó a su más corpulento hijo, pero ese no era. Tampoco el segundo ni el tercero, y así hasta el séptimo. Peguntó Samuel y supo que había un octavo hijo, el más pequeño, que estaba con las ovejas; le mandó buscar y al llegar reconoció en él al elegido por Dios. Le consagró con un precioso ungüento. Según la cronología bíblica, Jessé murió sobre 1050 AC.

Y aquí podríamos terminar si la figura de Jessé no hubiera sido origen de una representación iconográfica muy abundante en la Edad Media, llamada precisamente así: "El árbol de Jessé". Entre los siglos XII y XIII la mística y la liturgia comienzan a interesarse más por el Cristo Hombre. Si habían pasado los siglos sobre las peleas sobre la divinidad del Señor, ya aclarada, es la Sagrada Humanidad la que a comienzos del Renacimiento se comienza a experimentar, representar y predicar. En el arte surgen imágenes más naturalistas del Señor, la Virgen y los Santos, siempre buscando más cercanía a lo humano.

En este movimiento surge la representación de la genealogía de Cristo a partir de Jessé. Lo cotidiano es ver a Jessé tumbado durmiendo y brotar de su costado un tronco que se ramifica y sobre cada rama aparecer los reyes de Israel, antepasados de Cristo. En la cima, en un principio aparecerá Cristo, resucitado en unas ocasiones, crucificado en otras. El origen de que sea una rama florida lo hallamos en la Biblia: "Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño brotará de sus raíces" (Isaías 11, 1). El simbolismo iconográfico es patente: Jessé duerme como San Adán (24 de diciembre) y de su costado brota una generación. El tronco es vida, salud, salvación, por ello los Cristo crucificados sustituyen a los gloriosos paulatinamente, pues la raíz de Jessé se hace una, místicamente, con el madero de la cruz. Igualmente remite al árbol del Edén.

A partir del siglo XIV, la Santísima Virgen María comienza a ganar protagonismo en el tema iconográfico del Arbol de Jessé. Aunque no se desplaza a Cristo, este aparece como niño en los brazos de María, que pasa a ser la rama excelsa y la flor preciosa del árbol. El origen de esta nueva representación es la traducción tradicional de la Biblia hecha por San Jerónimo, el cual traduce "vástago" como "vara", en latín "virga", que también remite a "virgen". Es así que la Virgen María es el verdadero tronco de Jessé, siendo Jesús el retoño del que habla Isaías.

Esta representación mariana fue la que terminó triunfando sobre las demás, llegando a tener su misa propia, y su título “Santa María, tronco de Jessé”. En el siglo XVI Trento retomó el sentido original y prohibió las representaciones, aunque solo en adelante. En Holanda tuvo su devoción y fiesta propia luego que el 12 de junio de 1358 una mujer ciega sanara milagrosamente luego de estar orando ante una imagen de la Santísima Virgen “tronco de Jessé”. En el acto se hizo una procesión con la imagen, que se repitió año tras año hasta la persecución protestante. En 1929 fue permitida de nuevo. La imagen milagrosa aún se venera, pues escapó de la iconoclastia herética.


A 4 de noviembre además se celebra a San Clair de Le-Vexin, presbítero y mártir.