San Daniel Profeta. 21 de julio, 19 de marzo (Iglesia etíope) y 17 de diciembre (Iglesia bizantina).
Daniel, de esclavo a ministro.
Vivió entre los siglos VI y V antes de Cristo. Floreció al sur del reino de Israel, que en 605 fue invadido por los babilonios. Estos tomaron por esclavos a todos los que pudieron, hombres, o mujeres y niños. Entre los apresados estaba Daniel, quien fue seleccionado para servir al rey Nabucodonosor, que pretendía tener esclavos de todas las naciones y razas del mundo. Nuestro santo, además, pronto destacó entre los demás por poder interpretar un sueño que tuvo el monarca y el que nadie pudo adivinar ni interpretar. Por ello el rey aseguró a todos los magos que si no sabían cuál era el sueño y su interpretación, les mataría junto a sus familias. Pero si adivinaban el sueno y su correcta interpretación, les llenaría de bienes y regalos. Los caldeos quisieron conocer el sueño para "interpretarlo", pero el rey no era tonto e insistió en que debían adivinarlo. Como no podían hacerlo, Nabucodonosor mando matar a todos los magos de Babilonia por falsarios, pero se presentó Daniel, que servía al verdadero Dios y al saber lo ocurrido pidió ir a la presencia del rey:
"Tomó el rey la palabra y dijo a Daniel (por sobrenombre Beltsassar): '¿Eres tú capaz de darme a conocer el sueño que he tenido y su interpretación?'. Daniel tomó la palabra en presencia del rey y dijo: 'El misterio que el rey quiere saber, no hay sabios, adivinos, magos ni astrólogos que lo puedan revelar al rey; pero hay un Dios en el cielo, que revela los misterios y que ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al fin de los días. Tu sueño y las visiones de tu cabeza cuando estabas en tu lecho eran éstos: Oh rey, los pensamientos que agitaban tu mente en el lecho se referían a lo que ha de suceder en el futuro, y el que revela los misterios te ha dado a conocer lo que sucederá. A mí, sin que yo posea más sabiduría que cualquier otro ser viviente, se me ha revelado este misterio con el solo fin de dar a conocer al rey su interpretación y de que tú conozcas los pensamientos de tu corazón. Tú, oh rey, has tenido esta visión: una estatua, una enorme estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti. La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla. Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó. Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra.
Tal fue el sueño: ahora diremos ante el rey su interpretación. Tú, oh rey, rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado reino, fuerza, poder y gloria - los hijos de los hombres, las bestias del campo, los pájaros del cielo, dondequiera que habiten, los ha dejado en tus manos y te ha hecho soberano de ellos -, tú eres la cabeza de oro. Después de ti surgirá otro reino, inferior a ti, y luego un tercer reino, de bronce, que dominará la tierra entera. Y habrá un cuarto reino, duro como el hierro, como el hierro que todo lo pulveriza y machaca: como el hierro qué aplasta, así él pulverizará y aplastará a todos los otros. Y lo que has visto, los pies y los dedos, parte de arcilla de alfarero y parte de hierro, es un reino que estará dividido; tendrá la solidez del hierro, según has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla. Los dedos de los pies, parte de hierro y parte de arcilla, es que el reino será en parte fuerte y en parte frágil. Y lo que has visto: el hierro mezclado con la masa de arcilla, es que se mezclarán ellos entre sí por simiente humana, pero no se aglutinarán el uno al otro, de la misma manera que el hierro no se mezcla con la arcilla. En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá eternamente: tal como has visto desprenderse del monte, sin intervención de mano humana, la piedra que redujo a polvo el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. El Dios grande ha dado a conocer al rey lo que ha de suceder. Tal es verdaderamente el sueño, y su interpretación digna de confianza'.
Entonces el rey Nabucodonosor cayó rostro en tierra, se postró ante Daniel, y ordenó que se le ofreciera oblación y calmante aroma. El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: 'Verdaderamente vuestro Dios es el Dios de los dioses y el señor de los reyes, el revelador de los misterios, ya que tú has podido revelar este misterio'. Y el rey confirió a Daniel un alto rango y le dio muchos y magníficos regalos. Le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia. Daniel pidió al rey que encargara de la administración de la provincia de Babilonia a Azarías, Ananías y Misael, quedando Daniel en la corte del rey". (Dan 2, 26-49)
Los tres santos Azarías, Ananías y Misael (16 de diciembre) cayeron en desgracia ante el rey por no querer adorar a los dioses y fueron arrojados a un foso de fuego, pero Dios les libró de la muerte, y al ver Nabucodonosor el milagro confesó al verdadero Dios.
Daniel interpreta otro sueño real.
Poco tiempo después, tuvo el rey otro sueño:
"En mi lecho, contemplaba las visiones de mi cabeza: Un árbol había en el centro de la tierra, de altura muy grande. El árbol creció, se hizo corpulento, su altura llegaba hasta el cielo, su expansión, hasta los confines de la tierra. Era hermoso su ramaje, abundante su fruto; había en él comida para todos, a su sombra se cobijaban las bestias del campo, en sus ramas anidaban los pájaros del cielo, y toda carne se alimentaba de él. Yo contemplaba, en mi lecho, las visiones de mi cabeza. En esto, un Vigilante, un santo, bajaba del cielo. Con recia voz gritaba así: 'Abatid el árbol, cortad sus ramas, arrancad sus hojas, tirad sus frutos; váyanse las bestias de debajo de él, y los pájaros de sus ramas. Pero dejad en tierra tocón y raíces con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del campo. Sea bañado del rocío del cielo y comparta con las bestias la hierba de la tierra. Deje de ser su corazón de hombre, désele un corazón de bestia y pasen por él siete tiempos. Es la sentencia dictada por los Vigilantes, la cuestión decidida por los Santos, para que sepa todo ser viviente que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres: se lo da a quien le place y exalta al más humilde de los hombres'. (…)
Entonces Daniel, por sobrenombre Beltsassar, quedó un instante aturdido y turbado en sus pensamientos. El rey tomó la palabra y dijo: 'Beltsassar, no te turbe este sueño y su interpretación'. Respondió Beltsassar: '¡Oh mi señor, sea este sueño para tus enemigos y su interpretación para tus adversarios! Ese árbol que has visto, que se hizo grande y corpulento, cuya altura llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra, que tenía hermoso ramaje y abundante fruto, en el que había alimento para todos, bajo el cual se cobijaban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban los pájaros del cielo, eres tú, oh rey, que te has hecho grande y poderoso, cuya grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y cuyo dominio se extiende hasta los confines de la tierra. En cuanto a lo que ha visto el rey: un Vigilante, un santo que bajaba del cielo y decía: Abatid el árbol, destruidlo, pero el tocón y sus raíces dejadlos en tierra, con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del campo, y sea bañado del rocío del cielo y comparta la suerte con las bestias del campo hasta que hayan pasado por él siete tiempos', ésta es su interpretación, oh rey, y el decreto del Altísimo que ha tocado a mi señor el rey: Serás arrojado de entre los hombres y con las bestias del campo morarás; hierba, como los bueyes, tendrás por comida, y serás bañado del rocío del cielo; siete tiempos pasarán por ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el imperio de los hombres y que se lo da a quien le place. Y la orden de dejar el tocón y las raíces del árbol, significa que tu reino se te conservará hasta que hayas reconocido que todo poder viene del Cielo. Por eso, oh rey, acepta mi consejo: rompe tus pecados con obras de justicia y tus iniquidades con misericordia para con los pobres, para que tu ventura sea larga'" (Dan. 4, 7-14;15-24)
Y efectivamente, justo al año Nabucodonosor tuvo la confirmación del fin de su reinado, pasando a reinar su hijo Baltasar.
Daniel, lector divino.
Este, estando celebrando un banquete tuvo la aparición de una misteriosa mano que escribió unas palabras. Entonces, recordando que Daniel había servido a su padre como intérprete de sueños, hizo lo trajeran a su presencia:
"En seguida fue introducido Daniel a la presencia del rey, y el rey dijo a Daniel: '¿Eres tú Daniel, uno de los judíos deportados, que mi padre el rey trajo de Judá? He oído decir que en ti reside el espíritu de los dioses y que hay en ti luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias. Han sido introducidos ahora en mi presencia los sabios y adivinos para que leyeran este escrito y me declararan su interpretación, pero han sido incapaces de descubrir su sentido. He oído decir que tú puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si, pues, logras leer este escrito y declararme su interpretación, serás vestido de púrpura, llevarás al cuello un collar de oro, y mandarás como tercero en el reino'.
Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey: 'Quédate con tus regalos y da tus obsequios a otro, que yo leeré igualmente al rey este escrito y le daré a conocer su interpretación. Oh rey, el Dios Altísimo dio a tu padre Nabucodonosor reino, grandeza, gloria y majestad. Y por esta grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban de miedo en su presencia: mataba él a quien quería, dejaba vivir a quien quería, exaltaba a quien quería y a quien quería humillaba. Pero habiéndose engreído su corazón y obstinado su espíritu hasta la arrogancia, fue depuesto de su trono real, y se le quitó su gloria. Fue expulsado de entre los hombres y su corazón se hizo semejante al de las bestias; estuvo conviviendo con los onagros; se alimentó de hierba como los bueyes, y su cuerpo fue bañado del rocío del cielo, hasta que reconoció que el Dios Altísimo domina sobre el reino de los hombres y pone en él a quien le place. Pero tú, Baltasar, hijo suyo, no has humillado tu corazón, a pesar de que sabías todo esto; te has engreído contra el Señor del Cielo, se han traído a tu presencia los vasos de su Casa, y tú, tus dignatarios, tus mujeres y tus concubinas, habéis bebido vino en ellos. Habéis celebrado a los dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que no ven ni oyen ni entienden, pero no has glorificado al Dios que tiene en sus manos tu propio aliento y de quien dependen todos tus caminos.
Por eso ha enviado él esa mano que trazó este escrito. La escritura trazada es: Mené, Mené, Teqel y Parsín. Y ésta es la interpretación de las palabras: Mené: Dios ha medido tu reino y le ha puesto fin; Tequel: has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso; Parsín: tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y los persas'. Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura a Daniel, ponerle un collar de oro al cuello y proclamar que mandaba como tercero en el reino. Aquella noche fue asesinado Baltasar, el rey de los caldeos". (Dan 5, 13-30).
Daniel en el foso de los leones.
Reinando Darío, los demás ministros tuvieron envidia de Daniel, pero como era irreprensible y no había nada que pudieran reprocharle, idearon que para la gloria del rey, durante un mes nadie pudiera dirigir oraciones ni alabanzas a dios alguno sino a la figura del rey. Este, encantado lo firmó. Apenas empezó Daniel sus oraciones, los ministros lo atraparon y lo llevaron ante Darío. Este al saber lo ocurrido, tuvo pena de Daniel, pero no podía desdecirse de su ley y no le quedó más remedio que ordenar su muerte:
"Entonces el rey dio orden de traer a Daniel y de arrojarle al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: 'Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, te librará'. Se trajo una piedra que fue colocada a la entrada del foso, y el rey la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, para que no se pudiese cambiar la suerte de Daniel. Después el rey volvió a su palacio y pasó la noche en ayuno; no dejó que le trajeran concubinas y el sueño huyó de él. Al amanecer, al rayar el alba, el rey se levantó y se dirigió a toda prisa al foso de los leones. Acercándose al foso, gritó a Daniel con voz angustiada: 'Daniel, servidor del Dios vivo, tu Dios, a quien sirves con perseverancia, ¿ha podido librarte de los leones?' Entonces Daniel habló con el rey: '¡Viva el rey eternamente! Mi Dios ha enviado a su ángel, que ha cerrado la boca de los leones y no me han hecho ningún mal, porque he sido hallado inocente ante él. Y tampoco ante ti, oh rey, he cometido falta alguna'. El rey entonces se alegró mucho y mandó sacar a Daniel del foso. Sacaron a Daniel del foso y no se le encontró herida alguna, porque había confiado en su Dios. Y el rey mandó traer a aquellos hombres que habían acusado a Daniel y echarlos al foso de los leones, a ellos, y a sus hijos y mujeres. Y no habían llegado aún al fondo del foso cuando ya los leones se habían lanzado sobre ellos y les habían triturado todos los huesos. Entonces, el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitaban en toda la tierra: '¡Sea grande vuestra paz! Por mí se decreta que en todos los dominios de mi reino se tema y se tiemble ante el Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo, que subsiste por siempre –su reino no será destruido y su imperio durará hasta el fin – el que salva y libera, obra señales y milagros en los cielos y en la tierra; el que ha salvado a Daniel del poder de los leones'". (Dan 6, 17-28)
Las cuatro bestias.
Tendría Daniel, aún en el reinado de Baltasar, una visión sobre cuatro bestias (Dan. 7), que la mayoría de exégetas vinculan al sueño de Nabucodonosor, relacionado con los cuatro reinos que en el cual los fieles hijos de Dios tendrían que padecer: reino babilonio, imperio persa, imperio griego e imperio romano. Sería Dios, representado en el Anciano sedente, quien juzgaría a la cuarta bestia y ante el cual surgiría un nuevo reinado: el del Hijo del Hombre, cuyo reino no tendrá fin, en comparación con los otros reinados “de las bestias”, que terminarían pasando.
La casta Susana.
En otra ocasión salvó Daniel a Santa Susana (25 de septiembre) de un castigo injusto, a manos de dos lascivos viejos, sorprendiéndoles en su contradicción. Como la santa no accedió a sus deseos de tener sexo, los viejos la acusaron de que la habían visto con un joven, que había huido. Daniel les interrogó por separado acerca de donde estaban ellos cuando vieron el hecho, y demostró que se contradecían, pues uno dijo estar bajo un sicomoro y el otro bajo una encina, ambos fueron condenados a la misma muerte que pedían para la casta Susana: la lapidación.
Otras profecías realizó Daniel, que es considerado uno de los Profetas Mayores junto a San Isaías (6 de Julio y 3 de abril, Iglesias griegas, maronita y melquita), San Jeremías (1 de mayo; 11 de mayo, Iglesia jerosolimitana; 3 de julio, Iglesia siríaca; 16 de enero y 30 de abril, Iglesia copta) y San Ezequiel (10 de abril). Sus escritos están relacionados con el Apocalipsis de San Juan, quien toma pasajes de Daniel para reinterpretarlos a la luz de la revelación cristiana. Resurgen las bestias, cuernos, ancianos, ángeles… También, como toda la Escritura, aunque señala la infidelidad del pueblo y los reyes ante Dios, abre la esperanza a la justicia y la misericordia de un Dios que permanece fiel. Anuncia que los reinos de la tierra terminan, anunciando a Cristo, que permanece. El mismo Cristo hará suya la profecía de Daniel al decir:
"…se mostrará la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre que vendrá sobre las nubes de los cielos, con gran poder y gloria" (Mt. 24, 30).
Culto y reliquias.
Más que en sus libros, en la misma persona de Daniel, los primeros cristianos vieron una prefiguración de Cristo. Por eso su imagen en el foso de los leones es recurrente en las catacumbas cristianas. Como Cristo, Daniel escapó de la aniquilación, y surgió victorioso de las profundidades. El mal no pudo con ninguno. En el Medievo el profeta San Daniel tuvo culto litúrgico y su misa propia, que fue suprimida por el Concilio de Trento, junto a todos los demás santos del Antiguo Testamento, aunque su entrada se conserva en el Martirologio Romano. Y, aunque pueda parecer extraño por ser santo del A.T, Venecia venera las reliquias de San Daniel, luego que las trasladó desde Alejandría. Es patrón de los montañeros, los mineros y los domadores de fieras.
A 21 de julio además se celebra a San Víctor de Marsella, mártir.