San Berenger de St-Papoul, monje. 26 de mayo.
Berenger nació en 1204, en Toulouse, y fue el séptimo hijo de los nobles Bernardo y Hilloardis. Desde pequeño todos vieron que era un niño lleno de gracias y bendiciones del cielo. Era recatado, amante del recogimiento, la oración y el estudio. Jamás mintió ni tuvo la menos doblez de intención ni carácter. Todos sabían que sería un santo varón.Profesó la regla benedictina en el monasterio de San Papoul (3 de noviembre), en el Languedoc, entregándose a la "conversión de costumbres" benedictina, que alude a la constante mejora y acercamiento a Dios.
Apenas entró al monasterio, le dieron el oficio de "operarius", oficio en el que cuando tenía que salir del monasterio a solucionar asuntos económicos del mismo, jamás tomaba un caballo, sino que salía en un asno, y muchas veces ni lo montaba. También fue capellán y maestro de novicios. Si ya su vida era angelical, según los "flos sanctorum" en el monasterio su santidad y ejemplaridad fue a más. Era muy penitente, gustaba de la oración y el ayuno y su almohada era una piedra. Siempre elegía el trabajo más duro y los objetos más pobres y viles. Siempre razonaba desde la caridad, era exigente consigo mismo y suave en maneras y trato con los demás. Fue ordenado presbítero en contra de su voluntad, pues no se creía digno para ello.
Dos milagros, al menos, se le conocen. Se cuenta que en una ocasión, estando de visita en la casa de un caballero, la mujer de este le contó su aflicción: no podían tener hijos. El santo oró por ella, la bendijo, y al año siguiente el matrimonio concibió un hijo al que llamaron como el santo. Otra vez iba con unos monjes de camino, tuvieron hambre y al llegar a la orilla de un río, vieron un pez enorme. Comentó uno de los monjes que el pez que sería un buen almuerzo, cuando el pez saltó a las manos del monje. Pero el santo, conmovido con la disponibilidad del pez a ser comido, le depositó de nuevo en el agua. Acto seguido dio a los monjes una breve plática sobre la disponibilidad al servicio y sobre la mortificación, tomando de ejemplo al pez. Al terminar de hablar, los monjes se sintieron saciados, como si hubieran comido en un banquete.
Luego de una vida entregada a la oración y el trabajo, Berenger profetizó el día y hora de su muerte, y por ello redobló su penitencia y oración. Cayó enfermo el Lunes Santo de 1292, y padeció pacientemente grandes dolores hasta el día 26 de mayo del mismo año, Domingo de Ascensión. Fue sepultado a la entrada de la iglesia abacial, pero pronto los milagros que ocurrían junto a su tumba llevó a los monjes a trasladar las reliquias al interior de la iglesia, a una tumba más digna. Ciegos, envenenados que curaban, dos presos acusados injustamente, cuyas cadenas se rompieron, lisiados, etc., todos los que le invocaban hallaban remedio de sus males. Tanta era la devoción que suscitó el santo, que según nos ha llegado, en ocasiones los Te Deum encargados por los agraciados se sucedían uno tras otro, siendo necesarios varios monjes dedicados exclusivamente a cantarlos unos tras otro.
Su vida fue escrita por el monje Anselmo un monje de la abadía de Bec, por orden de Dom Raymond, Abad de San Papoul, el mismo que le dio la profesión. La leyenda ha identificado, sin pruebas, a este monje Anselmo con el gran San Anselmo de Canterbury (21 de abril; 4 de diciembre, consagración episcopal, y 12 de septiembre, invención de las reliquias), pero la historia lo desmiente, pues San Anselmo murió casi 100 años antes que naciera Berenger. Aunque la abadía fue saqueada en 1361, en 1412 y 1595, las reliquias del santo se salvaron siempre, hasta el saqueo y destrucción de la Revolución Francesa, cuando sí que desaparecieron hasta hoy.
Fuentes:
-"L´année Bénédictine ou les vies des saints de l´ordre de Saint Benoit". Volumen 3. París, 1668.
-"Mélanges concernant l´évêché de St-Papoul". HENNET DE BERNOVILLE. París, 1863.