San Juan “ante Portam Latinam”. 6 de mayo.
Es San Juan Evangelista (27 de diciembre) uno de los evangelistas más interesantes, tanto por su teología, como por su misma persona. La historia y la leyenda se han mezclado para intentar dar su perfil, aún rodeado de un halo de misterio. Los exégetas descubren e ilustran, que para eso están. Por aquí nos conformamos con las leyendas, los cultos y patronatos.
De los apóstoles sabemos que murieron mártires todos menos San Juan, quien murió anciano y de muerte natural, en Patmos, lo dicen los escritores eclesiásticos más antiguos. Pero sin embargo, la tradición también quiere para nuestro evangelista un martirio, del que no murió, sino que milagrosamente sobrevivió. A grandes rasgos, la tradición cuenta que en el año 94, imperando Domiciano, fue apresado el apóstol Juan, que residía en Éfeso. Fue llevado a Roma y allí fue conminado a apostatar de la fe cristiana. Para convencerle, le condenaron a ser metido en una tina de aceite hirviendo, instalada junto a la llamada Puerta Latina, de la ciudad de Roma, o sea, adonde luego estaría la Puerta Latina, que data del siglo III.
Estando presente el senado y mucho gentío deseoso de conocer a tan famoso apóstol de Cristo, el anciano Juan (la iconografía le pone joven casi siempre) fue desnudado, flagelado y por escarnio le cortaron los cabellos. Luego fue metido en la tina. Entró el santo con alegría al caldero, y al punto, el fuego comenzó a menguar y el aceite a enfriarse. Atizaban el fuego los paganos, pero por más leña que ponían, el aceite no causaba daño al santo. Salió Juan de la tina más vigoroso que en sus años jóvenes, quedando muy confundidos sus captores, y alegría de los cristianos que allí se hallaban, algunos de los cuales confesaron su fe. Viendo el emperador que nada había logrado, mandó desterrarle a Patmos donde continuó su misión apostólica y donde escribió su Apocalipsis. Luego de la muerte de Domiciano el santo evangelista volvió de su destierro y fue recibido por los cristianos con gran cariño y veneración por su testimonio valiente de Cristo. Y aunque no había muerto por Cristo, todos le consideraban mártir.
Tertuliano y San Jerónimo (30 de septiembre y 9 de mayo, traslación de las reliquias) dan testimonio del hecho que les ha llegado por tradición, y en el siglo VIII ya aparece la conmemoración de la “dedicatio” de una iglesia en honor a San Juan Evangelista, junto a la Puerta Latina. Puerta que, como dije, existía en el momento de la construcción de la iglesia, pero no del tradicional martirio de Juan. Es esta dedicación, el 6 de mayo de 780, lo que da origen al recuerdo de este martirio no consumado. En el “Missale Gothicum” aparece una fiesta de San Juan Evangelista, relacionada con la Invención de la Santa Cruz (3 de mayo) y con la primitiva memoria de Santiago Apóstol (martirizado "en los días de los ázimos"), que era a 1 de mayo y luego pasaría al 25 de julio. También el calendario bizantino incluye a 8 de mayo, una conmemoración al santo evangelista, por un portento que se decía ocurría en su tumba: esta emanaba una especie de maná milagroso. Es probable que por ello, cabalgando entre estas dos memorias, se eligiese el 6 de mayo para la dedicación de la iglesia mencionada y que fue la primera fiesta que tuvo el santo apóstol, ya reglamentada en misales del siglo IX. Posteriormente su memoria pasaría al 27 de diciembre porque el inicio de su Evangelio ("In principium") se leía este día, en relación con la Encarnación y la Natividad de Cristo y esta lectura llevó paulatinamente a convertir el este día en su memoria litúrgica.
Hasta 1969 se celebró esta memoria "ante Portam Latinam", pues fue una de las celebraciones suprimidas por la reforma litúrgica.
Fuentes:
-“La leyenda de oro para cada día del año”. Volumen 2. Barcelona, 1865.
-"Vidas de los Santos". Tomo V. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.