Santa Bertha de Avenay, esposa, religiosa y mártir. 1 y 11 de mayo.
No conocemos mucho sobre la infancia de Bertha, solo lo que su hagiografía nos dice: estaba emparentada con reyes francos y desde niña fue piadosa, amante de las cosas de religión y muy caritativa con los pobres. A los 16 años fue dada en matrimonio a San Gombert (29 de abril), hermano de San Nivardo (1 de septiembre), arzobispo de Reims. A ambos les dolió tener que casarse, porque su deseo era servir a Dios en la vida monástica. Pero a cada uno, Dios le consoló por su parte, revelándole que sería para su gloria si se unían en matrimonio. Una vez casados, ambos descubrieron que coincidían en todo su deseo de vivir para Dios, por lo que decidieron en virginidad perpetua, como hermano y hermana en Cristo. Según avanzaba la vida de ambos esposos, más les llamaba el claustro a cada uno, así que resolvieron separarse y entrar en religión para entregarse enteramente a Dios. Construyeron un bello monasterio femenino en Reims, dedicado al apóstol San Pedro, que no hay que confundir con el fundado por San Baudry (16 de octubre) para su hermana Santa Bova (24 de abril). Luego de esta obra, Gombet tomó el hábito monástico y junto a otros monjes partió a Irlanda, donde fue martirizado por unos paganos a 29 de abril de año incierto, a finales del siglo VII.
Una vez que Bertha fue libre para profesar en un monasterio, pero no sabía en cual. Un ángel le reveló que debía construir el suyo propio y le enseñó una colina a las afueras de Avenay, en un sitio llamado Val d’Or, (valle dorado). La misma Bertha diseñó el monasterio, haciendo los planos de las celdas, la iglesia, el coro, etc. Una vez terminado el monasterio dedicado a la Santísima Virgen, Bertha se encerró en él junto a varias jóvenes de Reims y Avenay, que por unanimidad la eligieron abadesa. Sobresalió entre todas por su constante oración, su penitencia extrema y su equilibrio entre mandar y ser madre comprensiva de sus religiosas. Oraba y ayunaba siempre que podía, animaba a sus religiosas con encendidas palabras y más aún con su ejemplo. Era caritativa con los pobres y enfermos que visitaban la iglesia en busca de ayuda. Y más de un milagro realizó en favor de los necesitados, como algunos ciegos, mudos o sordos que salieron curados de su presencia. Y a alguno arrebató de las garras de la muerte para que pudiera confesarse y salvar su alma antes de fallecer.
Dio agua a la ciudad de Avenay luego que San Pedro se le apareciera y le mandara comprar un campo de donde brotaría una fuente limpísima para aliviar la falta de agua corriente de los moradores de la ciudad. Bertha hizo caso al santo apóstol y compró el campo por una libra de plata. Pero era un campo reseco, de donde no se veía la más mínima humedad o pozo. Bertha, confiada en la Providencia, se fue allí con sus monjas y trazando una crucecita con su báculo en la tierra, esta se abrió y dejó manar agua, que fue encauzándose hasta la ciudad.
En su monasterio vivía feliz, entregada al servicio de Dios hasta que el mismo Dios le concedió su deseo: ser mártir como lo había sido su amado esposo y hermano Gombert. Ocurrió que unos sobrinos de este, que la odiaban por haber dado todos sus bienes al monasterio y a los pobres, planearon venganza. Moncie, prima de Gombert, se introdujo en el monasterio y cuando ya todas las religiosas se habían retirado, entró en la celda de Bertha y la asesinó, apuñalándola varias veces en el pecho y la cabeza. Al instante, todos aquellos que la odiaban y habían planeado su muerte murieron a su vez, fulminados. Menos la asesina, a la que la misma Bertha se le apareció a los tres días para reprocharle su crimen y el castigo que la esperaba luego de la muerte. Le dijo que podría alcanzar misericordia si se cuidaba que las reliquias de su marido fueran llevadas al monasterio de Val-d’Or para reposar junto a las suyas. Así se hizo, y en el momento de la deposición de las reliquias, Moncie sangró abundantemente por la nariz y boca, según le había advertido Bertha en la visión que pasaría como signo de la completa remisión de su pecado. Los dos cuerpos permanecen juntos en la misma sepultura hasta hoy. Crónicas del siglo XII cuentan que en las ocasiones en que se abrió el sepulcro, aún podían verse las heridas de ambos, como si fuesen recién hechas, incluso que alguna vez sangraron.
Fuente:
-“Les Petits Bollandistes”. Volumen 5. Bruselas, 1645.