San Pedro González Telmo, dominico. 14 de abril y 27de abril (traslación de las reliquias).
Infancia y educación.
Nació Pedro González en la bella Frómista, sin que se sepan datos de su familia y orígenes. Se calcula nació entre 1189 y 1193, según la edad de la muerte. La leyenda le pone hijo de padres nobles, cristianos fervorosos y piadosos, emparentados además con Alfonso VIII, pero es solo por rellenar lagunas. Según la leyenda, el santo fue enviado por sus padres a Palencia para estudiar bajo Dn. Raimundo, obispo de esta ciudad, y tío de Alfonso VIII, poniendo la leyenda a Pedro también como sobrino del obispo. Como fuese, lo que sí parece veraz, por otros casos, es que desde niño la familia le destinó a la carrera eclesiástica para colocarle. Ciertamente no está muy claro, pero parece que en realidad estudió sus último años de "Artes Liberales" bajo la protección de Dn. Tello, obispo amante del saber, las artes y el esplendor del culto. Allí fue compañero de estudios del príncipe y futuro rey San Fernando de Castilla (30 de mayo).
Este mismo obispo le nombró canónigo de la catedral, con un pingüe beneficio eclesiástico que le permitía vivir cómodamente. La leyenda le quiere acompañando a su mentor Dn. Tello al IV Concilio de Letrán, en 1215 y conociendo allí al gran Santo Domingo de Guzmán (4 de agosto; memoria para la Iglesia Universal; 24 de mayo, traslación de las reliquias; 15 de septiembre, aparición de la imagen de Santo Domingo "in Soriano"), aún canónigo de Osma y que igualmente acompañaba a su obispo. También le hace la leyenda estar presente en la batalla de las Navas de Tolosa, alentando a los soldados cristianos con su oración y prédica, basándose en que realmente el obispo Tello fue uno de los caudillos de dicha batalla. Pues entre leyenda e historia, hallamos al canónigo Pedro González que sin llevar una vida escandalosa, era dado a las vanidades del mundo, a los asuntos de este, bastante alejados de los asuntos de Dios. Así que "sin que arrastrase por el fango de los vicios su dignidad sacerdotal (…) fue abandonando las prácticas que mantienen vivo el sentimiento cristiano, (…) permanecía sordo a los llamamientos divinos que continuamente sonaban en sus oídos durante el rezo coral, concediendo al Creador una mínima parte de sus energías".
Conversión radical.
Vamos, que era un sacerdote tibio y que dedicaba al cuidado de su alma solo lo justo para evitar el pecado mortal. Su plan era vivir cómodamente, medrar en la carrera eclesiástica y no buscarse problemas. Pero el plan de Dios era otro, y se lo hizo ver a la manera de Dios, drásticamente: Quedó vacante el deanato de la catedral de Palencia y Dn. Tello movió hilos para que el papa Honorio III confirmara a su preferido para ser el Deán: su "sobrino" Pedro González, a quien Tello nombraba para el cargo con vistas a elegirle en vida como su sucesor en el obispado. Y Pedro, que era hombre apasionado de los caballos y tenía varios para su deleite, lleno de vanidad, quiso demostrar su poderío y personalidad. Mandó ensillar su mejor caballo y el día de Navidad, paseó elegantemente vestido por la ciudad, haciendo que el caballo ejecutase pasos complicados y piruetas, o que tomase gran velocidad en medio de una plaza llena de gente. Que se las gastaba bien el nuevo canónigo, vamos. Y Dios dijo "hasta aquí". Había llovido hacía poco y los barrizales estaban por todas partes de la ciudad, y llegando el flamante Deán a uno de los más sucios y fangosos, al hacer un movimiento complicado con el caballo, este le arrojó al fango en medio de la burla de todos los presentes. Al verse sucio, humillado y burlado de todos los que antes le temían o adulaban, su corazón se mudó del todo. Salió de la plaza llorando, de vergüenza y de penitencia, decepcionado del mundo y de sí mismo, de su gusto por la vanidad y el postureo. Y tal aborrecimiento del mundo le inundó, que decidió abandonarle del todo, para dedicarse por entero a Dios.
Religioso dominico.
Determinado en su conversión, se fue al recién fundado convento dominico de de San Pablo de Palencia, segunda fundación de la Orden de Predicadores en España y que la tradición pone fundado por el mismo santo Padre Domingo. No nos dice la leyenda a que edad entró en religión ni da dato alguno acerca de su noviciado, pero siendo ya presbítero y formado en teología, debió ser corto. Predicación, enseñanza, oración y misiones, era y es la vocación dominica a la que se entregó Pedro de lleno. Precisamente el convento de Palencia tenía un prestigioso colegio para formar a los estudiantes en varias materias. Allí acentuó sus conocimientos, se preparó en retórica y afianzó su formación teológica nuestro santo. Preparado para el trabajo apostólico, comenzó a ejercitar su ministerio en los pequeños pueblos de la comarca.
Poco a poco la fama de sus éxitos fue corriendo por el reino de Castilla, y llegó hasta el rey San Fernando, que por entonces preparaba su primera expedición contra los moros de Andalucía. Buscaba el rey un sacerdote santo y docto con quien dirigirse y confesarse, y halló en Pedro González a quien buscaba. Así que lo llevó a la expedición conquistadora de Córdoba. No solo al rey dirigió, predicó y confesó, sino que se entregó a combatir la lujuria y desenfrenos de los soldados, que hastiados de las campañas, buscaban en los placeres de la carne un desahogo. Exhortó, amenazó e impuso castigos, pero nada. Así que acudió al rey para hacerle ver su responsabilidad en aquello y que este hiciera valer su autoridad. Algunos, enfadados con el santo, pretendieron hacerle caer en lo mismo que combatía, y contrataron a una ramera, la cual una noche entró a la tienda del santo con pretexto de confesarse, pero lo que hizo fue declararle su pasión por él. Y además, le conminó a pecar diciéndole que si así no lo hacían, ella inmediatamente moriría. Trató San Pedro González de disuadirla en vano, pero no queriendo que aquella alma se perdiese, tomó carbones encendidos, los extendió sobre su capa, y acostándose encima, invitó a la mujer a que yaciera junto a él. Esta, viendo aquel prodigio, huyó aterrorizada. Y los que lo habían planeado, que miraban desde lo secreto, quedaron confundidos y mudaron de vida.
Apostolado, ejemplos y milagros.
Terminada la campaña, Fray Pedro se lanzó a la evangelización de Castilla, Galicia, Asturias, León, y parte de Portugal. La tradición le hace fundador del convento de Guimaraes, y ser quien dio el hábito a San Gonzalo de Amarante (10 de enero). Además, los conventos de Córdoba, Sevilla y Jerez de la Frontera también le ponen de fundador, pero al menos en el último caso es imposible, pues se fundó 20 años luego de la muerte de Pedro. Se cree fue prior de los conventos de Santiago de Compostela y Rivadavia, donde sí que es cierto que vivió a intervalos, mientras misionaba en Galicia. Compostela fue testigo de un milagro al multiplicar vino, y de otro caso de tentación vencida con ingenio. En Castrillo se afana en la construcción de un puente sobre el río Miño, con la ayuda del rey San Fernando, que envía dinero y manda a autoridades civiles y eclesiásticas que le ayuden en esta labor. Y aquí realizó el portento más repetido en su icnografía: Escaseaban en el Miño los peces, pero cada vez que Fray Pedro y su compañero el Beato Pedro de las Marinas (12 de enero) acudían a la orilla del río, los peces saltaban a sus manos para ser su sustento. Luego pasó a Tuy, donde evangelizó toda aquella región e igualmente construyó un puente sobre el Miño en Ramallosa. En estos años conoció y fue amigo y se valió de la compañía del Beato Miguel González (8 de octubre), del Beato Pedro de las Marinas, que le asistió en su muerte, y de su provincial el Beato Gil de Santarém (16 de mayo).
Los sermones a la usanza escolástica solía citar la Escritura para apoyar lo que predicaba, desentrañando algún pasaje de la Biblia. Se citaban el parecer de los Padres de la Iglesia sobre el tema en cuestión. Y, por supuesto, se predicaba en latín clásico. Pero el predicador popular recurría más, además de la Biblia, a ejemplos de las vidas de santos, a comparaciones con casos cotidianos o hechos de la naturaleza, y sobre todo, predicaba en la lengua del lugar, que, en el caso del castellano y el portugués comienzan a desarrollarse precisamente en esta época. El sermón popular, más que al entendimiento, buscaba la adhesión de la voluntad y el corazón. La predicación del santo religioso al pueblo, según el estilo de la época sería ardorosa, a la par que sencilla, sin palabras complicadas y altos conceptos teológicos. Habiendo predicado en regiones abandonadas España, que adaptarse a la mentalidad de su auditorio. Aunque no se conservan textos suyos, por lo concurrido de sus sermones y las múltiples y sonadas conversiones que logró, puede decirse que eran efectivos y adaptados a su medio.
Además de la predicación era muy activo en el confesionario, dedicando largos ratos al ministerio de la Penitencia. La leyenda cuenta que no le bastaba con confesar a una persona, sino que hacía todo lo posible con reconciliar con Dios a toda la familia y amigos de dicha persona. Una nota característica de su labor apostólica son los milagros con los que Dios quiso probar su complacencia con el santo. Las leyendas cuentan muchísimos, como ya iré poniendo. Tuvo don de conciencias, pues en una ocasión en que iba a Bayona con Pedro de las Marinas y un seglar, se levantaron de la mesa sin probar bocado por ir a confesar a un moribundo. Nuestro santo iba delante, presuroso y separado de los otros dos; al llegar Portella de Arcela, Pedro de las Marinas y el seglar comenzaron a hablar entre ellos del hambre que tenían. Se detuvo el santo, regresó sobre sus pasos y ordenó al hermano de hábito que mirase detrás una roca que allí había. Miró el fraile y halló un mantel limpio y en él dos panes recién horneados, un cuenco de vino y dos vasos. Después que él y el seglar se satisficieron prosiguieron su camino, pero al poco trayecto, la curiosidad les hizo desandar lo andado, y mirando tras la roca, no encontraron nada de lo que habían dejado. Además de dominar los peces y no quemarse con los carbones, su milagro estrella era detener las tormentas, especialmente las marítimas.
Entrada en la Vida.
Los últimos días del santo fueron llenos de un intenso apostolado predicando, confesando, obrando milagros y recorriendo la diócesis de Tuy, último escenario de su misión. Estando en Ramallosa, mientras predicaba se levantó una furiosa tempestad, y la gente comenzó a irse, pero el Santo les dijo: "Estaos quietos, que Aquel al cual los vientos, los mares y la tierra veneran, y a cuya voluntad están sumisos, variará el curso de esta tormenta de modo que no dañará a ninguno de vosotros en cosa alguna", y extendió la mano. Al punto, se dividió la tormenta en dos partes, en tal forma que mientras la lluvia asolaba la comarca, el espacio ocupado por los oyentes de San Telmo permanecía soleado y seco. En el monasterio de Persecario, dijo al llegar: "Dos cosas tengo que comunicaros, queridos hermanos: la primera, que ha sido revelado esta noche a mi socio, que muchos de vosotros venís de lugares alejados y que, entre los que aquí están, muchos son muchos enfermos y muchos ancianos. En nombre de Dios digo que en adelante ningún enfermo, ningún anciano venga en pos de mí, ni escuche mis sermones sino cuando por la voluntad divina yo predique cerca de su casa. La segunda nueva que voy a comunicaros es la de que se acerca el término de mis días y no he de predicar más en este lugar. Por ello os suplico que, cuando oigáis anunciar mi muerte, dirijáis a Dios alguna oración por mi alma, pues tengo que responder ante El de algunos años que pasé descuidadamente".
Después de esta profecía, fue a Tuy, donde predicó toda la Semana Santa. La leyenda recuerda que así como el Cristo bajó de Betania a Jerusalén en la última semana de su vida y todos los días de ella iba al templo a predicar, del mismo modo bajó San Pedro desde Persecario a Tuy, y allí adoctrinó al pueblo por última vez en vida. Pasada la solemnidad de Pascua, que celebró con especial regocijo, comenzó a manifestarse la enfermedad, que fue creciendo rápidamente. Extrañando a sus hermanos, quiso ir a morir a Compostela, pero no se le podía trasladar sin peligro. Cuando se esperaba lo peor, se repuso y con Pedro de las Marinas dejó Persecario y se fue a Compostela, en cuyo convento quería morir. Pero no lo quiso Dios, el cual por medio de una revelación le hizo saber que le quería en Tuy. Así que Pedro dijo a su compañero: "Hijo querido, desde ahora conozco que es voluntad de Dios que volvamos a Tuy, donde nos separaremos para siempre dentro de muy pocos días". Volvieron a Tuy y allí se despidió del dueño de la casa en que vivía diciéndole: "Amigo querido, has de saber que dentro de pocos días he de morir, y que Dios, queriéndome recompensar, ha atendido mis súplicas, y por mí librará a esta ciudad de innumerables peligros. Sabrás también que a ti, como a mayor favorecedor mío, te espera más grande merced; y entre tanto recibe, como prenda de mi agradecimiento este ceñidor, que es lo único de lo que, como pobre, puedo disponer".
Se agravó San Pedro González, y por fin, luego de la Pascua de 1246, sin que se pueda precisar más exactamente la fecha, entregó su alma a Dios. Sus funerales fueron una apoteosis de fervor y devoción al humilde religioso. Autoridades y pueblo mezclados le rendían su homenaje y le pedían favores pues ya le consideraban en el cielo. Fue sepultado en el sitio ilustre de la catedral de Tuy, entre la puerta mayor de la catedral y la pared del coro. Allí estuvo hasta 1529, cuando se elevaron las reliquias y el sepulcro se distinguió entre los demás con una nueva lápida.
Culto, reliquias y patronatos.
Este sepulcro se convirtió en un manantial inagotable de milagros que durante siglos acrecieron la veneración al santo. Un aceite milagroso manaba del sepulcro y alcanzaba del santo numerosos milagros. De todos los prodigios obrados en su sepulcro el más llamativo fue uno que se comprobaba cada año con notarios y testigos: El obispo Dn. Lucas de Tuy, que presidió el entierro de San Telmo, quiso ser sepultado en la sepultura contigua a la del santo. Cuando murió el prelado en 1250 fue enterrado, pero como en ocasiones los devotos confundían las tumbas, se comenzó a observar como las tumbas se distanciaban cada vez más. Cada año se medía y se anotaban los cambios en la distancia.
En 1258 el Capítulo General de la Orden Predicadores solicitó por medio del General, el Beato Humberto de Romans (14 de julio) una relación de los prodigios que ocurrían por intercesión de fray Pedro González. Se habla de ciegos, leprosos, endemoniados, mudos, paralíticos, sordos, etc., todos sanados. Esta relación, que ciertamente puede ser tenida como el primer intento de investigación en vistas a la canonización, pasó a diversos conventos, con lo cual la vida y milagros del santo de Frómista pronto se conoció en la Orden y sus ámbitos.
El cuerpo del santo se conserva en una urna de plata en el retablo de una capilla que se rededicó a su memoria en la catedral de Tuy. Su capa, báculo y el ceñidor antes mencionado igualmente se veneran en la catedral de Tuy. El dueño quiso donarlo, pero también quiso guardar un trozo, pero al tomar un cuchillo para partirlo, el arma voló de sus manos y le hirió, con lo cual lo donó entero. El 22 de enero de 1529 el obispo Dn. Diego de Avellaneda, hizo una traslación de las reliquias desde la primitiva tumba. El motivo es que la veneración de los fieles entorpecía el uso del coro en las celebraciones litúrgicas. Fue duro encontrar el cuerpo, estaba bajo tres laudas de mármol, que habían aprisionado la tierra, que apareció durísima. El cuerpo, totalmente en huesos, se trasladó a la capilla de los obispos y fue puesto en un arca de plata. El 27 de abril de 1579 el obispo D. Diego de Torquemada trasladó solemnemente las reliquias desde la capilla donde estaban hasta la capilla que él mismo dedicó al santo. Al pie del altar se enterró un arcón de madera con restos del primitivo ataúd y tierra de la sepultura.
El primer vestigio de culto litúrgico data de 1400, y se halla en un breviario de Tuy, donde le llama “Beatissimus”. En 1503 aparece la primera cofradía en su honor, en Guimaraes. A partir del siglo XVI el culto a San Pedro González gana auge, se extiende por España (todo el litoral cantábrico), Portugal y, claro, América. Sus portentos relacionados con las tormentas le hacen el santo de moda para ser invocado en las largas y peligrosas travesías al Nuevo Mundo. En 1551 y 1608 algunas diócesis instaron ante el papa y el rey para lograr la canonización del venerado religioso, pero nada se logró. En 1672 la Orden Dominica abrió un proceso que no logró cosa alguna. En 1728 se inició un proceso definitivo de confirmación de culto por la vía de culto inmemorial que obtuvo su objetivo: En 1741 Benedicto XIV expidió el decreto del reconocimiento del “cultus inmemorialis” de San Pedro González, canonizándole equivalentemente.
Es patrono de Tuy, donde el Domingo de la Octava de Pascua se celebraba una procesión en la cual el obispo portaba el báculo del santo, recubierto ya con plata y piedras preciosas. Es abogado de marinos, y contra los rayos, tormentas y naufragios. El origen de este potente patronato está en los diversos milagros ocurridos en las rías gallegas y en el mar o relacionados con marineros. Uno de ellos cuenta como el santo apareció en medio de un vendaval y protegió a un marino para que no cayera al agua. Otra leyenda dice que cuando había mal tiempo el santo aparecía delante de los barcos con una antorcha y les guiaba a puerto. Leyendas parecidas pueden leerse de Santa Catalina Thomàs (5 de abril y 31 de agosto, traslación de las reliquias) o de Santa María de Cervelló (19 de septiembre). Este es el origen del nombre del llamado “fuego de San Telmo” o “luz de San Telmo”, que puede observarse entre los mástiles cuando hay tormentas eléctricas. Curiosamente, si para los españoles era de buena suerte verlas, para los antiguos había sido todo lo contrario, pues eran signo de mal agüero.
A estas alturas, cabe preguntarse, ¿por qué “Telmo”?. Este sobrenombre, que ha llegado a sustituir el nombre, pues se le llama “San Telmo” directamente tiene origen en su patronato sobre los marineros y en un error fonético con el mártir San Erasmo (2 de diciembre), San Elmo para el norte de Europa, y que era patrono de marinos desde mucho antes. La cercanía geográfica de Galicia con Inglaterra, el intercambio entre marineros y la devoción a Saint Elm y a San Pedro González al mismo tiempo, le dio al santo español el sobre nombre de “Telmo”.
Fuentes:
-“Santo Domingo de Guzmán: predicador del evangelio”. FR. TOMÁS DE BUSTOS. O.P. Salamanca, 2000.
-“Sacro Diario Dominicano”. FR. FRANCISCO VIDAL. O.P. Valencia, 1747.
-“Santos, Bienaventurados, Venerables de la Orden de los Predicadores”. Volumen Primero. FR. PAULINO ALVAREZ. O.P. Almería, 1919.