Santos Prisco, Malco, y Alejandro, monjes mártires. 28 de marzo.
Eusebio nos narra en su “Historia Eclesiástica” el testimonio de estos tres mártires. En 260, imperando Valeriano, los tres vivían en la soledad del desierto de Cesarea de Palestina. Desatada la persecución, y sabiendo que los cristianos morían gustosamente por Cristo, los tres ermitaños se llamaron la atención entre ellos. Reconocieron que como soldados de Cristo, no podían permitirse una vida retirada a la oración, mientras “sus hermanos y compañeros de batalla” se enfrentaban al tirano en primera línea. Dijo Prisco a sus hermanos: "Qué, ¿mientras que la puerta del cielo está abierta, vamos a cerrárnosla nosotros mismos? ¿Vamos a ser tan pusilánimes como para no sufrir por el nombre de Cristo, que murió por nosotros?" Y dijo Alejandro: "Nuestros hermanos nos invitan con su ejemplo: su sangre es un grito que nos impone pisar sobre sus pasos. ¿Vamos a permanecer sordos a un grito que nos llama al combate, y con el que conseguiremos una victoria gloriosa?".
Así, animados unos a otros, salieron de su soledad, partieron hacia Cesarea, donde se presentaron como cristianos ante el gobernador. Fueron interrogados y castigados por no abjurar de Cristo. Empleó varias torturas para ello, pero nada, los tres monjes permanecían firmes y, además, causaban admiración a los demás cristianos, lo que enfurecía aún más al juez. Finalmente, y pretendiendo humillarles, mandó fueran arrojados a las bestias, y los tres murieron despedazados y cantando salmos.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo III. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916