San Ethelbert de Kent, rey y confesor. 24 de febrero.

Ethelbert fue hijo y sucesor de Irminric, rey de Kent, y bisnieto del Henguist, primer conquistador sajón de Gran Bretaña. Durante su reinado, sus territorios se ampliaron y conquistó a otros príncipes sajones, a los que sometió a vasallaje o simplemente se anexó sus territorios. Hasta los confines de Northumbria llegó su reinado. Un rey tan poderoso no podía pasar inadvertido a los francos, cuyo rey, Caribert, le dio a su hija Santa Bertha (1 y 4 de mayo) como esposa, para afianzar alianzas entre ambos reinos. Bertha cruzó el mar con su confesor, el obispo San Liudhard de Senlis (24 de febrero). Aún quedaban en aquellas tierras vestigios del antiguo cristianismo, mezclados con la civilización romana, pues no hay que olvidar que las tierras de Gran Bretaña ya habían sido evangelizadas, aunque el paganismo había vuelto y revuelto, según cambiaban los reyes y príncipes locales. En Canterbury, por ejemplo, se conservaba una ermita dedicada a San Martín de Tours (11 de noviembre, sepultura; 4 de julio, ordenación episcopal; 5 de octubre, Iglesia Oriental; 12 de octubre, Iglesia bizantina; 12 de mayo, invención de las reliquias ; 1 y 13 de diciembre, traslaciones), donde Liudhard predicaba el Evangelio y celebraba la Eucaristía. 

Aunque Ethelbert era pagano, era de corazón noble y permitía a su esposa practicar la fe cristiana, y no se oponía a que sus súbditos adoptaran la religión de Cristo, incluso les veía más civilizados y pacíficos. Así que cuando Bertha le planteó evangelizar su reino y convertirlo al cristianismo, Ethelbert no se negó, si bien no se interesó en convertirse él mismo. Así que Bertha pidió al papa San Gregorio Magno (12 de marzo y 3 de septiembre) que le enviase misioneros, y este envió a San Agustín de Canterbury (26, Iglesia Anglicana, y 27 de mayo; 13 de septiembre, traslación de las reliquias; y 10 de noviembre) y a San Lorenzo de Canterbury (2 de febrero) con varios monjes elegidos por Agustín para que predicasen el evangelio a los anglos. Una leyenda dice ya el papa había tenido este deseo, pues un día paseando por el puerto, vio tres bellos niños esclavos, y preguntando de donde era le dijeron "son anglos". "Anglos no, sino ángeles son", haciendo un juego de palabras. Les liberó, se informó de aquella tierra y decidió enviar a Agustín y demás. Pero es eso, leyenda.

Llegados Agustín, Lorenzo, y su comitiva, el rey Ethelbert les recibió bajo una encina, árbol protector para los paganos. Responde esto a una superstición antigua, según la cual los hechizos no tenían efectos si se realizaban bajo una encina. Por ello, temiendo que los cristianos fueran hechiceros, no los recibió en su palacio. Agustín llegó precedido por una cruz de plata, los santos Evangelios y una imagen del Salvador. Cantaban canto "gregoriano", que inundaba a todos los presentes, transportándoles, pues nunca habían oído semejante canto celestial. Eso según las crónicas de San Beda (25 de mayo). Díjole el rey a Agustín: "Haces bellos discursos y hermosas promesas, pero todo esto es para mí nuevo e incierto. No puedo poner la fe en lo que me dices, y al mismo tiempo abandonar todo lo que yo, con toda mi nación, durante tanto tiempo hemos considerado sagrado. Pero ya que has venido de tan lejos para enseñarnos lo que crees es la verdad y el bien supremo, no te haré ningún daño, sino, por el contrario, todo mi reino mostrará su hospitalidad, y velaré por que se te faciliten medios para hacerlo". 

Así que Agustín se estableció en San Martín y comenzó su labor apostólica. Con tan buen ejemplo y maravillas, que no tardó el rey Ethelbert en aceptar a Cristo, y el día de Pentecostés de 597 se bautizó. Y con él, más de diez mil anglos, que se sumaron a los muchos que ya creían en Cristo, pues Ethelbert respetaba la libertad de sus súbditos en estos asuntos al menos. No impidió que se convirtieran, ni les obligó a que lo hicieran con él, a los que preferían seguir siendo paganos. Ya convertido, colaboró ardientemente con la evangelización. Levantó las iglesias arruinadas que los sajones habían destruido en sus invasiones, y reparó las que aún quedaban en Cornualles y Gales. Donó su palacio de Canterbury a Agustín para que fuera la sede episcopal. Dotó de terrenos a la Iglesia para que se fundasen monasterios y hospitales, u él mismo promovió la construcción de las primitivas catedrales de Rochester, Londres. Abrió su reino a la filosofía griega, el derecho romano, las artes y la música del continente. Además, influyó en la conversión del rey Sebert y su reino de los sajones del Este, y de Redwal, rey de los anglos del Este, aunque este apostató y volvió al paganismo. 

Veinte años más vivió San Ethelbert, como un buen rey cristiano. Murió en 616 y fue enterrado en la abadía de San Pedro y San Pablo (que luego se llamaría de San Agustín), junto al cuerpo de la piadosa Bertha. Una luz ardía constantemente junto a su tumba hasta la persecución de los católicos por parte de Enrique VIII.


Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo II. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.