Calixto I destaca por haber sido un esclavo, converso ya adulto, que llegó a ser Papa de Roma del año 217 al 222, enfrentándose a los excesos de los montanistas (que eran una especie de pentecostales desobedientes, volcados en profecías dudosas) y sabelianos (que negaban la Trinidad). Se enfrentó también a Hipólito, quien fue el primer anti-Papa de la Historia. Curiosamente, los textos de Hipólito son la mayor fuente de información sobre San Calixto, pero es información sesgada y hostil.
El personaje y su época son muy interesantes, y en 1987 la novela El Papa Olvidado, de Gilbert Sinoué, combinó datos históricos y la imaginación del novelista francés para acercarnos al lector a su vida, primero la de un joven esclavo pagano que investigaría en las religiones de su época, luego la de un cristiano convencido, capaz de tratar con personas de todas las clases sociales.
Sobrevivió a las mortales minas de azufre
Calixto nació en una familia griega, pagana y esclava en Roma en el año 155. Se sabe que en su juventud pasó tiempo encarcelado y en trabajos forzados, donde lo más común es que los esclavos murieran agotados, azotados o accidentados.
Alrededor del año 190, sus amigos Marcia (concubina del emperador Cómodo) y Jacinto (eunuco de ella) lograron que el emperador lo sacara de las mortales minas de azufre. (Marcia participaría después en el asesinato de Cómodo, y ella misma sería asesinada en el año 193).
Tras un tiempo en Anctium, Calixto volvió a Roma como secretario y luego diácono del Papa Ceferino, que fue Papa entre el 199 y 217. Calixto fue el responsable de administrar el cementerio cristiano en la Vía Apia. Le sucedió como Papa con 62 años, durante el reinado de los emperadores Heliogábalo y Alejandro Severo.
Conflictos con Hipólito
Hipólito, el rival de Calixto, decía que los matrimonios entre personas libres y esclavas era inválido. Además, defendía que los culpables de pecados de fornicación quedaban fuera de la Iglesia para siempre, sin posibilidad de reconciliación, y que los que alguna vez fueron polígamos no podían llegar a ser nunca presbíteros católicos.
Pero se impuso la visión de Calixto: los esclavos sí podían casarse con personas libres (a corto plazo mejoraba su situación y a medio plazo ayudaba a su liberación) y los fornicarios, como tantos otros, podían reconciliarse con la Iglesia arrepintiéndose y cumpliendo su penitencia.
Calixto murió mártir en el año 222, cuando tenía 67 años, parece que apalizado durante un levantamiento popular, probablemente de carácter anticristiano. Fue sepultado en las Catacumbas de Calepodio, en la Vía Aurelia. En 790, el Papa Adriano I hizo trasladar sus reliquias a la Basílica de Santa María en Trastevere. El Papa Gregorio IV encontró su cuerpo y el de San Calepodio debajo de la entrada de la basílica y los colocó debajo del altar mayor.
El cementerio que Calixto gestionó en vida se usó para enterrar a los siguientes pontífices: hoy se llaman las Catacumbas de San Calixto, las más famosas de Roma. Por esa relación, fue declarado patrón de los sepultureros.