San Espiridión de Tremithus, obispo carmelita. 14 ó 16 de diciembre (Iglesia romana), sábado de Pascua, primer domingo de noviembre, 11 (en Corfú) y 12 de agosto (Iglesias Orientales).
Carmelita y obispo.
Espiridión nació en Chipre a finales del siglo III, en 270 según algunos. Era un hombre de gran sencillez y se ganaba la vida como pastor. No tenía nada suyo, sino que el producto de sus animales los destinaba a los pobres. Les vestía con la lana y les alimentaba con el queso. Además, socorría a los enfermos, acogía a los peregrinos, protegía a los huérfanos e incluso aliviaba a los endemoniados. Se casó a temprana edad y tuvo una hija llamada Irene. Aún era joven cuando su mujer murió, entonces llevó a su hija a un monasterio para que fuera educada y él comenzó una vida ascética y de estudio de las Escrituras. Para alcanzar mayor perfección viajó a Tierra Santa y subió al Carmelo, donde trató con los religiosos y al cabo de un tiempo estos le dieron el hábito de la Orden del Carmen. Vivió ocho años como monje carmelita, pero al pasar este tiempo, los habitantes de Chipre recordaron a su ilustre cristiano y le eligieron obispo de Tremithus (Trimiton), y a pesar de su negativa, fue consagrado. Como obispo siguió viviendo como un religioso: con humilde sayal, pocos gustos y aficiones, escasa comida y descanso. Era todo para todos, se multiplicaba para predicar, sanar, corregir, alentar a la penitencia, la caridad y la conversión a Cristo. Y no solo eso, sino que para no ser gravoso a sus fieles, continuó pastoreando ovejas para ganarse el sustento.
No pocos milagros realizó nuestro santo, en aras de socorrer a los necesitados, como la ocasión en que hizo brotar una fuente de aguas curativas, en medio de una plaga que, según él, caía sobre la ciudad a causa de los pecados de sus habitantes. Atrajo las lluvias, haciendo terminar la sequía, cual otro San Elías. En otro tiempo una hambruna asoló la región y los pobres clamaban por comida, mientras los ricos tenían los graneros llenos. Espiridión exhortó a estos a ejercer la caridad cristiana, pero nada. Así pues, en una noche y por milagro, una inundación vació los graneros de los ricos, llenando las casas de los pobres de trigo, con lo que los poderosos quedaron confundidos. A un labrador que no tenía que comer, dio un bastón de oro, para que un poderoso le prestase semilla de trigo, empeñando la barra, que debía rescatar luego. Al cabo del año, el pobre labrador cosechó abundantemente y pudo pagar el préstamo y rescató la pieza de oro. Espiridión, para que se viese la futilidad del oro, fue a un huerto y arrojando el bastón a la tierra, este se transformó en una serpiente. Esta escena es uno de sus principales motivos iconográficos. También multiplicó en más de una ocasión el aceite de las lámparas de las iglesias que visitaba, o dejó tiesos a unos ladrones que en la noche querían robarle sus ovejas, y les dejó libres luego de exhortarles al bien. Vendió cien cabras a uno que, pretendiendo timarle, solo le dio el dinero de noventa y nueve, pensando que el santo no lo notaría. Se llevó los animales, pero por tres veces seguidas, la cabra que no había pagado volvió a su establo. La cargó el estafador sobre los hombros, pero la cabra berreaba y le corneó brutalmente hasta que el engañador confesó su trampa y pagó lo que faltaba.
Y aún otro prodigio realizó a causa de la justicia: fue injustamente condenado a muerte un amigo suyo, y el santo se puso en camino para salvarle; al llegar a un arroyo, este estaba crecido y era imposible cruzarlo. El santo tocó las aguas y estas se detuvieron, pudiendo pasar por encima como si de tierra se tratara. El rumor del milagro llegó al emperador antes que Espiridión, y el monarca liberó al amigo del santo obispo sin más preguntas. Además, tenía don de conciencias, de profecía y de sanar los corazones afligidos.
Mártir de deseo y confesor.
En la persecución de Maximiano (304) fue sometido a varios tormentos, en los que no sucumbió ni apostató. Le mandaron a trabajar a las minas junto a otros presos cristianos. Para que no escapasen les dejaban con un ojo menos, y una pierna paralizada a causa de cortarle y retorcerle los tendones. Según la leyenda, fue enviado a España, a Oreto, cerca de la actual Calatrava. Y aún añade la leyenda que los toledanos le eligieron obispo viendo sus prendas. Finalmente, en 312 llegó la paz y pudo volver a su sede, aunque las secuelas de las torturas las llevó siempre, y las tenía como su mayor patrimonio.
Abofeteado por San Nicolás de Bari.
En 325 estuvo presente en el gran Concilio de Nicea, donde con argumentos sólidos, pero con gran caridad, atrajo a la Iglesia de Cristo a muchos herejes. Con respecto a este Concilio y la bofetada, se cuenta en Corfú una leyenda estrafalaria, que pone frente a frente a Espiridión con San Nicolás de Bari (6 de diciembre y 9 de mayo, traslación de las reliquias). Según esta, cuando la región de Kos (la misma Corfú, probablemente) quedó sin obispo, los pastores del campo eligieron a uno de ellos, que no tenía letras ni conocimientos como obispo: Espiridión. Al enterarse de ello, allá en Myra, se rieron porque un simple pastor que montaba en burro negro (y eso porque se lo habían regalado los pastores al elegirlo), no tenía cualidades para ser obispo. Entonces, quedando Myra sin obispo, fue elegido Nicolás, un hombre versado en latín y griego, conocedor de las Escrituras y de familia noble y rica. Podía tener varios caballos y dos secretarios personales. Nicolás mismo llamaba “granjero” a Espiridión, despreciándole. Y llegó el Concilio de Nicea, para el cual partieron ambos obispos. Espiridión partió pronto en su pobre burro y con un ayudante, y Nicolás demoró aún más, pues llevaba caballos de repuesto y tres ayudante, además de un séquito. Enterado Nicolás que Espiridión también se dirigía al concilio, exclamó: "Y pensar que ese granjero también va allá. Imaginaos, un pastor torpe que apenas sabe leer, ¿que tendrá que decir sobre Jesús, cuando incluso los más eruditos aún no están de acuerdo? ¡En qué estado está nuestra Iglesia, que un hombre tan estúpido tiene tanto derecho a hablar como el hombre de cabeza más brillante! ¡Habría que detenerlo!" Mientras, Espiridión se acercaba a Nicea, repartiendo su bondad y caridad entre los pobres, mientras que Nicolás se detenía, no queriendo encontrarse en el camino con aquella bestia ignorante. Y resultó que coincidieron en la misma posada, una noche antes de llegar a Nicea. Espiridión llegó a mediodía, comió algo, predicó a los pobres y descansó. Al anochecer llegó Nicolás, exigió comida y la mejor habitación, y rápidamente. Vio a Espiridión y su secretario junto al fuego, les mandó apartarse para calentarse él y dijo a sus secretarios, con sorna: “Y un hombre así debería predicar la verdad sobre la persona de Jesucristo revelada. Qué pena. ¡Qué pérdida de tiempo tener que escuchar a semejante gente! Además, es una costosa pérdida de dinero. ¿Es que no hay realmente ninguna posibilidad de silenciarle?". Uno de los secretarios sugirió asesinarle, pero Nicolás dijo tajantemente “recordemos que estamos en la Iglesia de Dios, y no hacemos este tipo de cosas”. Espiridión se acostó, en el establo, y Nicolás siguió bebiendo y comiendo hasta emborracharse. En ese estado, su secretario le convenció para quitarse de en medio a Espiridión. Finalmente, Nicolás asintió, tomó la última copa y tuvo que ser llevado a la cama por sus asistentes, de lo borracho que estaba.
A la mañana siguiente, Nicolás y sus servidores se levantaron temprano y partieron al galope antes que se descubriera el crimen. Pero he aquí que el asesino se había equivocado y en vez de degollar y mutilar a Espiridión y su secretario, lo hizo con el burro negro de Espiridión y uno gris del posadero. A la mañana este vio el brutal espectáculo y clamó contra "ese sinvergüenza y miserable pozo de desgracias que se dice obispo". Espiridión lo escuchó y fue al establo y lloró por su único ojo. Por los animales y por el mal ejemplo de Nicolás, que como obispo debía ser el primero en mostrar al mundo la caridad de Cristo. El posadero, sabiendo de la caridad y las cualidades taumatúrgicas de Espiridión le pidió un milagro y este accedió. Pero aún para hacer el milagro más evidente, Espiridión puso las patas y cabeza grises de un burro en el cuerpo del burro negro, y viceversa. Juntó las piezas de los animales, clamó al cielo y los animales resucitaron. Este portento se regó como la pólvora en las comarcas y según Espiridión avanzaba la gente venía a verle, venerarle, y comprobaban el milagro con su burro negro de patas y cabeza grises.
A la misma Nicea llegó la noticia del milagro realizado por el pobre obispo “ganadero”. Al llegar a Nicea, los otros obispos, menos San Nicolás, le recibieron con cariño y admiración. El emperador Constancio le sentó cerca de él. Empezaron las sesiones y el humilde Espiridión expuso la sana doctrina católica sobre Cristo, conforme a las Escrituras y los santos Padres. Los demás obispos le admiraban y querían, pero Nicolás refunfuñaba constantemente, porque a pesar de estar de acuerdo con lo que Espiridión exponía, este le dejaba en mal lugar. Así que cuando Espiridión terminó, Nicolás no pudo más y le dio una sonora bofetada, con lo que sucedió lo que ya leímos; humildad de Espiridión que pone la otra mejilla, arrepentimiento del agresor, etc. Y tan arraigada está la leyenda, que en Corfú la fiesta de San Nicolás es pasada por alto y no ce celebra, siendo probablemente el único sitio cristiano de Oriente en que no sea día festivo. Y para concluir, otra leyenda dice que a quien abofeteó San Nicolás fue al hereje Arrio. Pero igualmente es una absurda leyenda.
Otros portentos.
Al volver del concilio halló a su hija Irene fallecida. Estando en los funerales, llegó una mujer llorando porque le había dado a guardar a la joven una joya muy valiosa que le reclamaban ahora a ella. La buscaron por todo sitio y nada. Entonces, Espiridión, compadecido de la mujer, se dirigió a su hija muerta y le dijo: "Irene, hija, donde está la joya que esta mujer te encomendó". Y la joven se levantó, señaló el lugar donde la había escondido y volvió a morir.
En 337 enfermó gravemente el emperador Constancio, y una noche tuvo un sueño en el que un ángel le señalaba particularmente a uno de ellos. Constancio convocó en el palacio a los obispos en Antioquía, pero cuando fue a entrar Espiridión, la guardia le tomó por un mendigo a causa de su hábito miserable. Insistió el santo, diciendo que el emperador le llamaba y el guardia de turno le abofeteó. El santo simplemente se levantó y puso la otra mejilla, como manda el Evangelio y repitió que el propio emperador le había llamado a causa de su enfermedad. El guardia al ver el gesto, se arrepintió y pidió perdón al santo, que le abrazó. Y, claro, tan pronto como entró en presencia del emperador, Constancio reconoció en él al obispo que le había señalado el ángel en su sueño. Espiridión puso sus manos sobre la cabeza de Constancio y este sanó completamente. Allí mismo, además, resucitó al hijo de una pobre viuda. Además, hizo enmudecer a un diácono presuntuoso, que alardeaba de su voz y alargaba los oficios solo para que lucirse. Intercalaba oraciones, himnos y quebraba dramáticamente la voz. Espiridión le mandó callar y continuó él los cantos según la disciplina de la Iglesia, aunque luego que el diácono se arrepintió, le restituyó la voz.
En 347 fue al concilio de Sardis, donde confesó la fe católica, predicó a los herejes y reprendió a Trifilo, que había sido su discípulo y ahora obispo de Ledras, por su manera afectada de predicar y tratar con el pueblo. Ese mismo año, el patriarca San Atanasio de Alejandría (2 de mayo, Iglesia Romana; 18 de enero, Iglesias Orientales; y 15 de mayo, Iglesia Copta) convocó un sínodo de obispos para que le ayudasen a combatir el paganismo que aún rodeaba su sede. Había derribado algunos templos y estatuas paganos y construido iglesias, pero un templo en particular se le resistía. tuvo la revelación de que solo Espiridión podría contra el demonio que moraba en el ídolo. No más entró el santo a Alejandría, fue al templo y oró a Dios ante la estatua, cuando esta se rompió en pedazos y huyeron confundidos los diablos.
Muerte, reliquias y veneración.
Luego de una vida entregada a Cristo, Espiridión enfermó y sintió cercano su fin. Predijo el día de su muerte y se preparó a ella. Entró al cielo el 14 de diciembre de 348 (o 350, según). A finales del siglo VII, sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla. En 1453 fueron salvadas de la furia musulmana, y en 1456 pasaron secretamente a Epiro y de aquí a Corfú, donde se venera su cuerpo, curiosamente en posición vertical, dentro de un ataúd de piedra. Su devoción es constante y acendrada. Las victorias sobre los turcos en Lepanto, 1571, y en Corfú, 1716, así como la liberación de Corfú de la peste en 1630 se atribuyen a su poderosa intercesión. Es patrono de Corfú, de marineros y se le invoca contra las inundaciones.
A Trifilo se atribuye la primera "vita" de San Espiridión, pero en realidad es mucho más tardía. En el siglo XVI su memoria pasó a la Orden del Carmen a 14 de diciembre, pero al ser beatificado San Juan de la Cruz y ser puesta su memoria a 14 de diciembre, la de Espiridión pasó al 16 del mismo mes. Regresó al día 14 cuando la fiesta de San Juan de la Cruz fue movida al 24 de noviembre, y ahí se mantuvo hasta la reforma de 1969, cuando el Santo Padre regresó a celebrarse a 14 de diciembre y Espiridión fue eliminado del propio de la Orden del Carmen.
Fuente:
-“Flores del Carmelo, vidas de los santos de N. S. del Carmen”. FR. JOSÉ DE SANTA TERESA. Madrid, 1678.