San Conrado de Constanza, obispo. 26 de noviembre.
La primera referencia a su vida la tenemos por Oudalschalk, el abad de la abadía de Santos Ulric y Afra de Augsburg, hecha para su canonización, que efectuó Calixto II en 1123. En el siglo XII se escribió otra biografía, que añade nuevos datos, y algunos sucesos milagrosos. Ambos son relatos tardíos y contienen ciertos hechos dudosos, junto a datos históricos confiables.
Conrado, que nació en el 900 y sería hijo del conde Enrique de Altdorf, descendiente de los famosos Güelfo, fue educado desde niño para el servicio a la Iglesia y, siendo adulto y ordenado sacerdote, obtuvo un beneficio en la Catedral de Constanza (un beneficio es una capellanía o intenciones de misas por las que se gana dinero, también pueden ser rentas). En el año 934 fue elegido por sus virtudes y la influencia familiar para obispo, puesto que la sede estaba vacante. Dotó a la catedral con tierras propias, que cambió con su hermano, dándole este las cercanas a la catedral, por lo que quedó sin bienes personales ninguno. Construyó y reparó iglesias, escuelas, monasterios y hospitales. Fue amigo de San Ulric de Augsburgo (4 de julio) y del emperador Otón I, en un momento complicado, por la constante intromisión del poder terrenal en las cosas de la Iglesia.
Dice la leyenda piadosa que hizo tres peregrinaciones a Jerusalén. Y cuenta esta misma leyenda un suceso maravilloso: Estando en el monasterio de Santa María de Einsiedeln, para dedicar la iglesia, la noche anterior fue al templo a hacer oración. De pronto se vio rodeado de la corte celestial, y vio a Cristo vestido de pontifical y presidiendo la dedicación. Los cuatro Evangelistas le servían de acólitos, mientras San Pedro Apóstol (29 de junio, 8 de noviembre, Dedicación de la Basílica; 18 de enero y 22 de febrero, Cátedras; 1 de agosto, Ad Víncula; 16 de enero, Ad Víncula en la Iglesia Oriental) y San Gregorio Magno (12 de marzo y 3 de septiembre) entregaban al Señor la mitra, el báculo y el acetre con agua bendita. Todos los santos cantaban y los ángeles agitaban incensarios y velas, mientras la Madre de Dios tomaba asiento en la cima del altar, como patrona de la Iglesia. Al terminar la celebración de dedicación, Conrado volvió en sí: era de día, los preparativos estaban listos y la iglesia llena, pero él se sintió confuso, pues ¿cómo repetir al día siguiente lo que el mismo Cristo había hecho? Los monjes lo esperaban ansiosos, con todo el ceremonial y las vestiduras listas. Le dieron la mitra, el báculo y el acetre y entonces… una voz se oyó del cielo: "No os preocupéis, hermanos, la capilla ha sido consagrada por Dios mismo" y todos quedaron en silencio. Conrado contó lo que había visto esa noche y en acción de gracias, se colocó una bella imagen negra de María, Nuestra Señora de Einsiedeln, en el coronamiento del altar, como Conrado había visto. Esta fiesta de la Dedicación se celebra en el monasterio el 14 de abril.
Pero su milagro más conocido y que le acompaña en su iconografía, cuenta que un día de Pascua de Resurreción, una gran araña cayó en el cáliz, ya teniendo el vino consagrado. Como en aquellos tiempos se suponía que todas las arañas eran venenosas, Conrado consideró más reverente tragar la araña que despreciar la Sangre de Cristo. Después de esto se quedó esperando la agonía final que no llegó. Una hora más tarde se levantó y la araña salió de su boca. Es por esto por lo que se le representa con un cáliz y una araña. Semejante hecho se cuenta de San Norberto (6 de junio) con la variante de que este santo estornudó y el animal fue expulsado. Algo parecido de narra del Beato Francisco de Fabriano (22 de abril), el cual habiendo ya consagrado, le cayó un escorpión en el cáliz y no atreviéndose a arrojar la Sangre del Señor, la bebió con normalidad y continuó celebrando la Eucaristía, encomendándose a Dios. Al terminar la misa, el escorpión salió tranquilamente de la boca.
Conrado murió en 976, después de cuarenta años de obispo y fue enterrado en la iglesia de San Mauricio de Constanza, fundada por él y posteriormente fue enterrado a la catedral, donde sus reliquias fueron muy veneradas hasta la Reforma, cuando sus restos fueron arrojados al lago Constanza y sólo se salvó la cabeza, custodiada en el tesoro de la catedral. Es patrono de Friburgo y de Constanza.
Fuentes:
-“Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año”. Noviembre. R.P JEAN CROISSET. S.I. Barcelona, 1863.
-“La leyenda de oro para cada día del año: vidas de todos los santos”. Volumen 3. P. PEDRO DE RIVADANEIRA. Barcelona, 1866.
-“Simbología iconográfica de los santos”. TEODORO ÚZQUIZA RUIZ. 2012.