Santos Sergio y Baco, soldados mártires. 1 (Sergio) y 7 de octubre (ambos, en la Iglesia romana), y 20 de octubre (ambos), 9 de diciembre y 21 de agosto (Iglesia Siria).
Vida, martirio y culto.
Pues según unas actas griegas, tardías y que vienen a responder esta interrogante que el mismo culto motivaría, estos santos eran dos oficiales de alto rango del emperador Maximiano. Dicen las actas que en una ocasión el emperador fue al templo de Júpiter a sacrificar al dios con todo sus oficiales y guardia personal, y vio como dos de sus oficiales, Sergio y Baco, se quedaban fuera del templo. Mandándoles a adorar a Júpiter pero los dos santos se negaron. Entonces Maximiano mandó les degradasen, los vistiesen de mujer y los exhibiesen por las calles de la ciudad para escarnecerlos públicamente. Fueron enviados a Antíoco, gobernador de Augusta Euphratorum. Ante el gobernador fueron azotados cruelmente para que renegaran de Cristo. Baco murió producto de los azotes, y su cuerpo fue abandonado, pero unos cristianos piadosos lo recogieron y lo enterraron cristianamente en una cueva cercana. Sergio le sobrevivió a otro tormento: ponerse botas de hierro con clavos en las suelas que le atravesaron los pies, y de esta manera ir andando hasta Rasafa. Luego de esto fue decapitado e igualmente enterrado en el mismo lugar. Llegada la paz para la Iglesia, se levantó un oratorio en su memoria, que posteriormente se convertiría en una gran basílica.
Su culto consta desde el siglo V, aunque sería anterior, pues en 431 la iglesia sobre la tumba de Sergio, en Rasafa hubo de ser restaurada, así que ya tendría tiempo de elevada y por tanto el culto sólido. El historiador sirio Evagrio, que vivió en la segunda mitad del siglo VI describe la tumba y altar de esta iglesia como una maravilla realizada en plata. Tal vez serían relieves o placas de este metal que cubrían la primitiva tumba. En estas mismas fechas, Justiniano y Teodora donarían a la iglesia una cruz de oro, en honor a los mártires. Cruz que sería robada por los persas y recuperada pronto. Son estos pocos detalles, pero suficientes para intuir un culto conocido y profundo lo menos desde el siglo IV. En Roma igualmente tuvieron su iglesia desde muy pronto, embellecida por Gregorio III.
En el sitio de la sepultura de Baco igualmente se construiría una bella basílica en el siglo V, construida por San Alejandro de Gerápolis (7 de mayo), y que daría lugar a la ciudad nominada Sergiópolis por Justiniano. Testimonio da San Gregorio de Tours (17 de noviembre). Reliquias de ambos santos fueron donadas (o inventadas) durante siglos, sobre todo a Grecia e Italia. Algunas se concentraron después de las Cruzadas, robadas o compradas a vendedores inescrupulosos.
Sergio y Baco, pareja.
La polémica con estos santos ha nacido recientemente, a partir de la intención de grupos de presión que dicen que ambos santos fueron amantes. Dicen que fueron pareja, partiendo de que las Actas los llaman “ερασταί” (erastai). Pero los que así lo proclaman no aportan ni una sola prueba, ni dicen de donde lo sacan. Dicen “las actas” una y otra vez, sin decir a que Actas se refieren. ¿A las primitivas? A las de Simeón Metafrastre, que son las más antiguas conocidas, retomadas por La Vorágine, no se refieren, porque los Bollandistas la traen en su “Analecta”, y no aparece ese término, ni en latín ni en griego. Nadie aporta nada, por lo cual fácilmente puede ser una invención. Pero vamos a suponer que efectivamente, en algunas Actas se emplee el término “ερασταί” (erastai). Palabra que los defensores de la fornicación “sergibaquiana” traducen como amantes, simplemente. Pero yerran por malicia y, los más, por ignorancia, por repetirse unos a otros.
Los erastai, evolución del término.
El término ερασταί (erastai), es el plural de εραστές (amante), pero este es un término utilizado en el griego antiguo para referirse a la relación pedófila de un adulto con un jovencito, teniendo que darse en dicha relación un εραστές (erastes) y un ερωμένο (eromenos). Es cierto que son palabras referidas a un contexto de relación homosexual, pero el caso es que nunca podría usarse el plural ερασταί (erastai) para definir una relación de pareja, de amantes o esposos. Los εραστές-ερωμένο (erastes)-(eromenos) no son ερασταί (erastai) entre sí, porque este plural alude a una igualdad entre las dos personas en la relación que mantengan. Pero entonces, ¿a qué se refiere que dos santos sean llamados ερασταί (erastai)?, (suponiendo siempre que sea verdad que Santos Sergio y Baco son llamados así). Pues es sencillo, si traducimos el término al latín ερασταί (erastai) = amatores (amadores o amantes). Resulta que la palabra sí se refiere a amar, pero no necesariamente a gente que se ama entre sí, sino que aman. Por ejemplo: “Juan y Miguel son ερασταί (erastai, amatores), amantes del senderismo” ¿Son amantes Juan y Miguel? Sí, claro, pero no entre ellos, sino que tienen un amor común a algo.
Un mejor ejemplo, situado en contexto, lo hallamos en los “Diálogos” de Platón, en boca de Sócrates: En este diálogo, los ερασταί (erastai) son dos jóvenes que discuten por sus aficiones; uno el deporte y otro la poesía y filosofía. O sea, que nada de fornicación. Y es que en este diálogo, estos jóvenes son llamados ερασταί (erastai) porque defienden con pasión su actividad, física uno, intelectual el otro. La defienden con ἔρως (érōs). Y para entenderlo, explico brevemente lo que es el “eros” y su evolución del paganismo al cristianismo.
La filosofía distingue cuatro amores:
1. ἔρως (érōs), un amor que incluye el cuerpo y sus sentidos e instintos. Es natural y físico. El eros es un amor que comprende a toda la persona, incluido su cuerpo y sexualidad en tanto que esta es parte integral de todo ser humano. Somos seres sexuados. Incluye, pero no es exclusiva, las relaciones sexuales entre hombre y mujer. Esto último es importante resaltarlo, pues no se consideraban las relaciones homosexuales verdadero “eros”.
2. Ετοργη (estorgé), cariño, es un amor entre amigos, o los miembros de la familia.
3. Φιλíα (philia), filia, un amor desinteresado por la humanidad, y por sujetos u objetos.
4. Αγα´πη (ágape), es el amor incondicional, el cristiano por excelencia: la caridad.
Estas cuatro formas de amor se integran entre sí, no son entes separados. Quien vive el Αγα´πη (ágape), esa caridad que impele a darse del todo, lo hace con su ἔρως (érōs), su forma de ser y sentir, con su sexualidad masculina o femenina. No hay, o no debe haber una disociación. Por eso la caridad conlleva la compasión, la sensibilidad, la delicadeza, la dulzura, los movimientos del corazón. Comprendo que es algo difícil de entender en una sociedad tan sexualizada donde el término ἔρως (érōs) enseguida lleva a pensar en la genitalidad y las relaciones sexuales. Algo erótico hoy se entiende exclusivamente como algo que sirve para la fornicación, así, tal cual, sin más matiz. Pero en origen este término no se reduce a la mera cuestión sexual, aunque la incluye.
Benedicto XVI en su magnífica “Deus Caritas est” nos dice sobre el ἔρως (érōs):
...Los griegos —sin duda análogamente a otras culturas— consideraban el eros ante todo como un arrebato, una “locura divina” que prevalece sobre la razón, que arranca a hombre de la limitación de su existencia y, en este quedar estremecido por una potencia divina, le hace experimentar la dicha más alta. De este modo, todas las demás potencias entre cielo y tierra parecen de segunda importancia: “Omnia vincit amor”, dice Virgilio en las Bucólicas —el amor todo lo vence—, y añade: “et nos cedamus amori”, rindámonos también nosotros al amor. En el campo de las religiones, esta actitud se ha plasmado en los cultos de la fertilidad, entre los que se encuentra la prostitución “sagrada” que se daba en muchos templos. El eros se celebraba, pues, como fuerza divina, como comunión con la divinidad.
A esta forma de religión que, como una fuerte tentación, contrasta con la fe en el único Dios, el Antiguo Testamento se opuso con máxima firmeza, combatiéndola como perversión de la religiosidad. No obstante, en modo alguno rechazó con ello el eros como tal, sino que declaró guerra a su desviación destructora, puesto que la falsa divinización del eros que se produce en esos casos lo priva de su dignidad divina y lo deshumaniza.
…el eros ebrio e indisciplinado no es elevación, “éxtasis” hacia lo divino, sino caída, degradación del hombre. Resulta así evidente que el eros necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser.
…entre el amor y lo divino existe una cierta relación: el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni “envenenarlo”, sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza.
…el modo de exaltar el cuerpo que hoy constatamos resulta engañoso. El eros, degradado a puro “sexo”, se convierte en mercancía, en simple “objeto” que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, éste no es propiamente el gran sí del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera el cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para emplearla y explotarla de modo calculador. Una parte, además, que no aprecia como ámbito de su libertad, sino como algo que, a su manera, intenta convertir en agradable e inocuo a la vez. En realidad, nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano, que ya no está integrado en el conjunto de la libertad de nuestra existencia, ni es expresión viva de la totalidad de nuestro ser, sino que es relegado a lo puramente biológico. La aparente exaltación del cuerpo puede convertirse muy pronto en odio a la corporeidad. La fe cristiana, por el contrario, ha considerado siempre al hombre como uno en cuerpo y alma, en el cual espíritu y materia se compenetran recíprocamente, adquiriendo ambos, precisamente así, una nueva nobleza. Ciertamente, el eros quiere remontarnos “en éxtasis” hacia lo divino, llevarnos más allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificación y recuperación.” (DCE. I, 3, 4, 5)
(En este link podéis leer y descargar esta excepcional carta.)
¿Por qué he traído a colación toda esta argumentación de lo que es el eros y su visión cristiana? Pues para remarcar la equivocación de los que tienen a Sergio y Baco por amantes entre sí a partir de dos errores:
1. Un error gramatical, que es emplear el término ερασταί (erastai) “amantes” como plural literal de εραστές (erastes) “amante”, pensando que significan lo mismo, cuando tienen diferente connotación. No estamos hablando en castellano.
2. Valorar el término ἔρως (érōs) y su significado con juicios del siglo XXI, olvidando el contexto original de la palabra y el significado que en el cristianismo, especialmente en Oriente, se le da al el ἔρως (érōs).
Cristo, el primer erastai.
El monaquismo, y luego la vida religiosa han tenido un perenne lucha entre el ἔρως (érōs) y Αγα´πη (ágape). La lucha del espíritu contra el cuerpo, la visión terrible de lo corpóreo y sexual frente a la superioridad del espíritu ha lastrado siglos y siglos de espiritualidad. Y, paradójicamente, aquellos que más han gozado de la presencia de Dios, de la elevación del espíritu, que son los místicos, son los que más han integrado el cuerpo en su relación con Dios. Han sido verdaderos ερασταί (erastai), porque han amado con alma, cuerpo, espíritu: con toda su persona. Desde los tiempos bíblicos y su “Cantar de los cantares”, escandaloso para sabios, y riquísimo para espirituales, pasando por místicos de grandeza probada, como San Bernardo, Santa Teresa o San Juan de la Cruz. Ninguno de estos “amatores” han separado el eros de su relación con Dios. Usan imágenes perturbadoras (para algunos) como caricias, besos, reclinarse, adentrarse en lo escondido, etc. Por ejemplo, en estos versos de San Juan de la Cruz:
"Entrádose ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos deI Amado."
Las imágenes poéticas son de un ἔρως (érōs) integrado perfectamente en la relación entre dos, donde la Esposa es el alma, y el Amado es Cristo.
Otro ejemplo, tomado del monaquismo oriental:
“Το μαρτύριο της κόλασης θα είναι η αδυναμία να αναγνωρίσουμε τον Χριστό στο Πρόσωπο του Νυμφίου και Εραστή των ψυχών μας”. Esta frase dice literalmente “El tormento del infierno es la imposibilidad de reconocer a Cristo en la persona del Esposo y Amante de nuestras almas”. Utiliza el ἔρως (érōs) de la humanidad de Cristo, que ama y se entrega como Dios y hombre.
Resumen.
Para terminar esta parte, resumo: aunque las actas (que recordemos no lo sabemos) les llamasen ερασταί (erastai) no hay que entender que sea el plural de amante sexual, pues no es un simple plural, sino una categoría diferente. Que todo lo que hoy sea erótico sea genitosexual, no implica que en la antigüedad significara lo mismo. Es verdad que es una expresión que tiende a confundir, pero es solo eso. Y si ya entramos en el campo de la hagiografía, lo más probable es que Sergio y Baco ni siquiera se hayan conocido jamás, puesto que sus lugares de culto están diferenciados, los días de martirio y celebración son distintos y es en Occidente donde se les une a 7 de octubre.
Por otro lado, ¿de verdad alguien puede creer que siendo el cristianismo contundente con el tema de la homosexualidad iban a escribirse unas actas tardías y laudatorias donde se dijera que dos hombres eran una pareja homosexual? Los defensores de esta tesis pretenden decir que sería una prueba de que la Iglesia primitiva aprobaría las relaciones y aún los matrimonios homosexuales, pero sin embargo, no pueden aportar otra prueba ni documento, eclesiástico o no. Tendría gracia que la misma Iglesia que reprueba los actos homosexuales redacte unas actas en las que dos santos son tratados como homosexuales.
Iconografía y errores.
Luego está el asunto del conocido icono que ilustra esta entrada, en el cual aparecen los dos santos y en medio de ellos, Cristo. Según los defensores del fornicio de ambos santos esto evidenciaría que Cristo avala su amor, ya que aparece en la función de padrino de bodas. Por tanto, concluyen, la Iglesia primitiva casaba hombres entre sí. Podríamos reírnos de semejante teoría, y lo haremos. A este “argumento” baste responder que:
1. La figura del padrino-madrina en las bodas no cumple función sacramental ni legal alguna. Es una mera costumbre, cuya función es asignada al padre de la novia y la madre del novio.
2. No es una figura antigua en la celebración cristiana, ni mucho menos. No se conoce antes del siglo XVI.
3. En la iconografía de los santos no es nada extraño ver a Cristo en medio.
Fuentes:
-http://isagiastriados.com.
-"Plato. De philosophia, vel dialogus qui inscribitur Erastai sive Amatores". D. JOANN JOS. STUTZMANN. 1806.
-http://www.vicariadepastoral.org.mx/3_magisterio_pontificio/deus_caritas_est/deus_caritas_est.pdf