San Andrés de Constantinopla, “loco por Cristo”. 28 de mayo y 2 de octubre (Iglesias Orientales).
Vivió el santo en el siglo IX, nació en algún país eslavo, que no se sabe cual puede ser, muy joven fue apresado por los bárbaros y vendido como esclavo en Constantinopla. Su amo, un cristiano rico llamado Theognostes, al ver las virtudes de su esclavo, le permitió aprender a leer y escribir, y le dejaba visitar la iglesia siempre que quería, lo que Andrés hacía regularmente. Fue acrecentando su vida espiritual y su radicalidad evangélica le llevó a vivir como un loco por Cristo, a ejemplo de tantos otros santos que hallaban en la “locura” una manera de imitar a Cristo, el loco de Amor. Es muy probable que haya llegado a su conocimiento la prodigiosa vida del paradigma de los “locos por Cristo”: San Simeón el Salo (1 de julio).
Fuera por opción, o por una conminación divina, un buen día mientras iba a por agua, se arrancó la ropa, para no querer vestirla más, y comenzó a hacer locuras, a la par que gritaba el nombre de Cristo. Su amo, pensando que realmente estaba loco, le ató con una cadena y lo llevó a la iglesia de Santa Anastasia la Pharmakolitria (25 de diciembre), santa famosa en milagros, para que esta le sanara. Pero claro, no hubo “curación”, así que Theognostes le dio la libertad, pues como esclavo no le servía para nada. Andrés comenzó a vivir de limosnas, predicando a Cristo, ganándose las burlas y los desprecios de la gente. A la par, fue creciendo en la gracia y obteniendo dones, como el discernimiento de espíritus, o exorcizar a los demonios.
Además, gozó de varias visiones y consuelos divinos. La más importante fue en la iglesia de las Blanquernas, eran las cuatro de la mañana y los fieles cantaban el oficio litúrgico, cuando vio abrirse el techo y bajar del cielo a la Santísima Virgen, que oraba y lloraba por todos los cristianos del mundo, pidiendo a Cristo que aceptara sus súplicas por todos. Mientras, cubría con su manto a los que oraban en la iglesia, como signo de protección. Sería una imagen equivalente a la Madre de Misericordia que los occidentales conocemos, que nace en Italia en el siglo XII. Esta leyenda se ha fundido con la de otra visión, ocurrida el 1 de octubre, en que fue vista la Madre de Dios protegiendo a Constantinopla de un ataque de los eslavos, dos siglos después. Por esta fusión de portentos es que algunas iglesias orientales celebran la Fiesta de la Protección de la Madre de Dios el 1 de octubre y colocan la memoria de San Andrés el Loco a 2 de octubre.
Otras visiones e intervenciones divinas tuvo, como cuando vio una serpiente enroscada en la garganta de un monje avaro, que tenía fama de espiritual y santo. Al verle le recriminó su velado vicio por las riquezas, revelándole lo que veía. El monje se humilló y ante sus ojos apareció la visión de la serpiente, que no desapareció hasta que dio a los pobres sus riquezas ocultas. En otra ocasión hablaba con su discípulo Epifanio sobre la salvación del alma, cuando el demonio se acercó a este y le distraía con pensamientos vanos. Andrés conminó al diablo a marcharse, pero este antes tuvo que revelarle que la humanidad ya casi era peor que el mismo diablo, que eran irrefrenables en sus pecados, con los que vivían y justificaban. Se regocijaba el maligno de poseer a personas consagradas y espirituales. El santo, luego de oírlo, sopló sobre él y el demonio desapareció.
Un día se topó un gran y espléndido funeral en la ciudad, y junto al cadáver se arremolinaban pequeños diablillos, que se reían de los que lloraban al difunto. A la par, un bello joven, lloraba tras los diablos, sin que nadie les viera. Reveló el joven a Andrés, que era el ángel custodio del difunto, un hombre pecador que vivía entregado al demonio, matando, robando, corrompiendo a jóvenes. Que se había perdido para siempre, y por eso los demonios se reían de los que acompañaban al muerto, pues el fastuoso funeral era en vano.
También, como San Pablo (29 y 30 de junio, 25 de enero, 18 de noviembre), fue arrebatado al cielo en vida: una noche mientras dormía en su sitio preferido, un muladar y rodeado de perros callejeros, se le apareció su ángel y le llevó al paraíso, donde permaneció 15 días, contemplando la belleza y perfección de Dios y de los bienaventurados. Adoró a Dios con los santos, entre los serafines, el cual le dijo palabras únicas, intraducibles para los hombres. Volvió a la tierra lleno de amor de Dios y de deseo de morir para gozar de Dios definitivamente. Finalmente, después de una vida de ascética hasta el extremo, Andrés entró en la gloria el 28 de mayo de 911.
La de “locos por Cristo”, es una categoría de santidad extraña la sensibilidad occidental, donde toda la espiritualidad ha estado muy encauzada, siempre dirigida por movimientos, fundadores o escuelas místicas. En nuestra Iglesia romana todo movimiento espontáneo de espiritualidad o “devotio” ha sido mirado siempre con sospecha, por salirse de los métodos establecidos. Principalmente en el Medievo occidental fueron controlados personas y movimientos “locos”. No es así en Oriente, donde la espontaneidad ha guiado a muchos a vivir su realidad con Cristo de diversas maneras, disímiles entre sí. El loco por Cristo, tal vez sea el único cuerdo de su entorno: sabe donde está lo verdadero, no pierde el tiempo con convencionalismos, etiquetas o bienes de ningún tipo. Tiene la mirada puesta donde importa: en Cristo, culmen de la felicidad eterna. Por eso se burla de todos aquellos que en este mundo vagamos con la mirada puesta en las cosas terrenas. Pero como todo seguimiento verdadero de Cristo, la locura por Cristo es denuncia de las realidades que atentan contra la justicia, la caridad y la santidad. No tiene justificación, simplemente. Se es loco por Cristo porque el amor de Dios conmina a ello, empuja a servir, denunciar y salvar.
-“Constantinopla 1453: mitos y realidades.” PEDRO BÁDENAS DE LA PEÑA, INMACULADA PÉREZ MARTÍN.
-“Locos por Cristo.” PETER HANS KOLVENBACH. S.J. Colección Manresa, 20.
-“Los testigos están entre nosotros.” MARIE-JOSEPH LE GUILLOU. Ebook. 2013
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