Son pocos los santos, que tienen duplicidad de fiestas inscritas en el Calendario Universal de la Iglesia. Y uno de ellos es San José. A lo largo de la historia ha tenido dos, tres, hasta cuatro, para volver a tener 3 actualmente. En la Iglesia Copta tiene hasta 8. Así que con festividades particulares, piadosas, y derogadas, aún le queda la memoria libre de San José Obrero el 1 de mayo.
Según las Escrituras, Jesucristo fue llamado “el hijo del carpintero” (Marcos 6, 1-6) y él mismo fue llamado así "el carpintero". El término "carpintero" fue conformándose a lo largo del tiempo, según la profesión del trabajo de la madera fue separándose de otras labores, e incluso diferenciándose entre sí en función de la especialidad del trabajo en madera. Una carpintería “basta”, y una carpintería “fina”, como ebanistas. Pero en los tiempos de Cristo, los trabajos de madera no eran especializados como fueron a partir de la Alta Edad Media, sino que formaban parte de lo que un artesano común, debía conocer: Trabajar la madera aplicada a la vida cotidiana en construcciones o reparaciones; encofrar, apuntalar, poner vigas y andamios. Vamos, trabajo de carpintero en cuanto que estas cosas se hacían y hacen con madera. Para los trabajos elegantes de palacios, y templos se prefería la piedra o el mármol, pero no la madera. Esta era un bien precioso, por su versatilidad y utilidad, pero no era tan cotidiana, las obras elegantes en madera eran obras escasas y estaban en manos de pocos entendidos.
O sea, olvidémosnos de sillas, mesas y camas de madera en las casas del pueblo. Era más frecuente verla en lo dicho anteriormente: material de trabajo.
San José, ¿carpintero o herrero?
Desde antiguo hay disparidad de opiniones, sobre realmente cual fue el arte de San José. El término evangélico que nos ha llegado para decir lo que era San José, es "σιδεράς" en griego, o sea "faber" en latín. Este es el término empleado para los herreros (solo o de la forma "faber ferrarius"), así que San Beda (25 de mayo) o San Isidoro (4 y 26 de abril), afirman que San José fue herrero, puesto que para los carpinteros o artesanos debía decirse "ξυλουργός", o sea "faber lignarius": carpintero.
San Ambrosio (4 y 5 de abril, muerte y entierro; 7 de diciembre, consagración episcopal) lo zanja diciendo en su comentario a Mt. 13: "supo muy bien y con mucho primor el arte del herrero y del carpintero y cualquier otra arte mecánica, porque era ingenioso e industrioso sobre manera".
Parece tema baladí, pero a lo largo de la historia, hubo autores espirituales que dieron a este arte de carpintero una importancia simbólica y una obligatoriedad espiritual, más allá de lo que es: un trabajo como otro cualquiera, necesario para dar de comer a la familia y para la realización personal. El carmelita Jerónimo Gracián de la Madre de Dios en su "Josefina: Sumario de las Excelencias de San José" intenta conciliar las diferencias entre los autores sagrados, como Ambrosio y Beda, o Tomás de Aquino y Orígenes, divergentes en cuanto al oficio de San José, y dice:
Muy bonito, si no se hablara desde la mentalidad barroca sobre "pláticas del cielo" o "escritorios y cosas curiosas" y no partiese de un subjetivo "tengo para mi".
Por otro lado, el mercedario Gabriel de Santa María en su "Siete Dolores y Gozos de San José”, le da un sentido espiritual y místico al hecho de que San José fuera carpintero.
Esta escena del Niño Jesús jugando con cruces ha formado parte de la iconografía de la Sagrada Familia, desde la época barroca hasta el nacimiento, expansión y decadencia de las estampitas piadosas, entre los siglos XVII y XX.
San José, simplemente obrero.
Ya desde los siglos XVI, en que San José comienza a expandir su devoción en el mundo cristiano, se le toma como modelo de los trabajadores en general, y específicamente de aquellos de la madera. En el siglo XIX, el siglo josefino por excelencia, su figura varonil se deslíe entre lirios, impolutas virutas doradas y ángeles portaatributos. Se amanera y endulza su figura y devoción, que llega a agonizar luego de los años 60 del siglo XX.
A la par de esto, y a partir de la Revolución Industrial, la figura del artesano comienza a desaparecer progresivamente; los gremios y cofradías empiezan a perder fuelle, en pro de una nueva figura laboral: el obrero. Se propicia así una nueva clase social amplísima: el proletariado. Es un sector que poco a poco comienza a tomar conciencia de su importancia en el mundo nuevo que se avecina: Si hay mejoras técnicas, inventos, expansión de los bienes, se debe al trabajo fabril y febril de muchos hombres y mujeres. El obrero se reconoce parte de ese progreso y quiere participar de él, recibiendo bienes, beneficios y derechos. En este punto, surgen los partidos y asociaciones obreras de inspiración radical que ven en los estamentos poderosos un enemigo, y la Iglesia no se libró de ello. La clase obrera comenzó a ser acaparada por el socialismo y el comunismo (curiosamente, los regímenes que más han explotado al obrero), y a separarse de la Iglesia, ante lo cual, el papado fue en busca de los obreros, recordando que los derechos no eximen de responsabilidad y alertando de los errores del socialismo y el comunismo, que buscaban sociedades donde el individuo es esclavo de la colectividad, en lugar de libre.
En 1898, León XII tocó el tema del trabajo y la dignidad de los trabajadores como clase social en la encíclica "Rerum Novarum", adelantándose a su tiempo y sirviendo de base a otras encíclicas y documentos eclesiales:
Otras se escribieron después, como la "Quadragesimo Anno", de Pío XI, o la "Laborem exercens", de Juan Pablo II, para conmemorar el centenario de la Rerum Novarum. Otras labores hizo y hace la Iglesia por el mundo obrero, como la fundación asociaciones sindicales, juveniles y obreras, los centros nocturnos de enseñanza y capacitación, creación de guarderías para hijos de obreras, mediación en conflictos, nacimiento de los sacerdotes obreros (fueron suprimidos), apoyo a la construcción de los llamados barrios obreros. Todo con luces, sombras, comedimiento y diplomacia, como suelen hacer las cosas la Iglesia. No es un sindicato, ni un partido, ni revolucionaria: es Iglesia, por lo cual permanece, influye, pero no determina ni decide.
Y en el plano espiritual, además, quiso instituir la festividad litúrgica en honor de San José Obrero. Lo hizo Pío XII el 1 de mayo de 1955, coincidiendo con el Día del Trabajador, y ante la pérdida de valores cristianos en la sociedad, y más, en el mundo obrero. Quería la Iglesia estar presente en ese día, aportar una visión espiritual del trabajo, como camino de santificación, inspiración a ser mejor y como contribución al mundo. Intentó ser una nueva conquista de la clase proletaria, aunque no caló en esta como se esperaba. Demasiado reivindicativo era ya el 1 de mayo, para dedicarle un tiempo a la reflexión y la oración, o al trabajo como motivo de alegría, recordando al "pater putativus" de Jesús. Aún así, San José, carpintero o herrero, sirve de modelo al trabajador, como todos los días reza el oficio carmelitano:
V/ En el fiel desempeño del oficio de carpintero
R/ San José brilla como admirable ejemplo de trabajo.
Oremos: Oh, Dios, que has encomendado la ley del trabajo a todos los hombres, concédenos que siguiendo el ejemplo de San José y bajo su protección, realicemos las obras que nos encomiendas y consigamos los premios que nos prometes, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuentes:
-http://preguntasantoral.blogspot.com.es/
-"Diccionario histórico enciclopédico". JOAQUÍN BASTÚS. Barcelona 1833.
-"San José en los XV primeros siglos de la Iglesia: actas del Simposio internacional en el primer centenario de la proclamacion de San Jose como Patrono de la Iglesia universal".
-"Obras Completas". Volumen 2. P. JERÓNIMO GRACIAN. Ed. Monte Carmelo, 1933.