San Hermann José de Steinfeld, premonstratense. 7 de abril y 24 de mayo (traslación de las reliquias).


Su vida fue escrita por su prior, Razzo Bonvisinus, así que es un testimonio de primera mano al ser obra de un testigo presencial, a partir de lo que el mismo santo contaría. Según esta, Hermann nació cerca de 1150 y era hijo de padres pobres, naturales de Colonia, Alemania. Desde niño era muy piadoso y su mayor gusto era visitar las iglesias y dentro de esta, venerar las imágenes marianas. Su primera experiencia mística mariana la tiene sobre los siete años, cuando al entrar a la iglesia de Santa María Capitolina con una manzana que le habían regalado se acercó a una imagen de la Virgen María y le tendió la fruta al Niño Jesús, que la tomó y cerró su manecita sobre ella. La imagen, venerada aún en Colonia, efectivamente, tiene un Niño Jesús con una manzana en la mano. Es una imagen románica, en las cuales la presencia de frutas es muy común.

En otra ocasión, igualmente visitando una iglesia, vio las imágenes de la Virgen y San Juan Evangelista jugar con el Niño Jesús. La Madre de Dios le miró, le llamó y quitando al Niño de los brazos de San Juan, se lo alcanzó a Hermann, que tuvo sus delicias jugando con el divino Infante. La misma Madre de Dios volvería a hacerse presente en la vida de Hermann un día de invierno, cuando llegando a la iglesia muy temprano y encontrarla cerrada, el niño se arrodilló a las puertas, a esperar abrieran. Se le apareció Nuestra Señora diciéndole "Hijo mío, ¿por qué estás descalzo?". "Mis padres son pobres, no tengo zapatos", respondió Hermann. "A partir de ahora, cuando necesites dinero, lo hallarás bajo esa piedra", dijo la Santísima Virgen, señalando una piedra junto a la iglesia. Y así fue, siempre que necesitaba algo, allí hallaba el dinero justo.

A los 12 años los padres enviaron al niño a los premonstratenses de Steinfeld, con la intención de que estudiase. Los canónigos norbertinos lo acogieron gratuitamente al tener ya referencias de su piedad, bondad e ingenio. Lo enviaron al célebre monasterio de Mariëngaarde, y apenas llegar tuvo una grave enfermedad, que por la descripción, parece tratarse de herpes zoster, conocida como "culebrilla", que ataca con una violenta y dolorosa erupción, y su principio es el mismo virus de la varicela. Esta enfermedad le causó grandes dolores y mucha verguenza de que le vieran tan horrible, así que pidió a la Virgen le sanase. Esa noche soñó que unas avecillas le levantaban las costras suavemente, y al despertar, se vió sin mal alguno. Ni dolor, ni marcas.


Ya desde novicio comenzaron las experiencias místicas. En una ocasión, en Laudes y mientras cantaba el Benedictus sintió un agradable olor a incienso. Le llamó la atención, pues su uso en el culto premonstratense solo estaba mandado en Navidad, Pascua, Pentecostés y la Dedicación de la propia iglesia. Así que mirando al cielo, vio dos ángeles que agitaban incensarios sobre algunos religiosos, dejando de lado a aquellos que tenían su mente puesta en las cosas del mundo y hacían mal la oración. Antes de completar sus estudios profesó como religioso premonstratense, y le destinaron al refectorio, labor que le robaba tiempos a la oración, pues había de salir antes del coro. Agobiado por ello, la Virgen María le reveló: "Nada de lo que hagas por mí, es más valioso que el servir a tus hermanos con amor". Luego de este oficio le encomendaron la sacristía, haciendo sus delicias, pues al estar más cerca del templo, podía visitar más frecuentemente al Santísimo Sacramento y a la imagen de María. Esta siguió siendo la devoción de Hermann, que le componía versos, adornaba sus altares e imágenes, y cada día le entregaba su corazón. Ordenado presbítero le gustaba llamarse "capellán de la Señora", celebrando siempre que podía la memoria de María y sus grandes misterios, como la Anunciación, la Concepción y la Asunción. Fue ardiente devoto y propagador de la Inmaculada Concepción, enseñando a todos que era una realidad que se debía creer. Llamaba a la Santísima Virgen "mi Rosa", y la veía frecuentemente con gran belleza, aunque si se distraía en la oración o no tenía diligencia en el trabajo, la veía como una anciana horrible, enmendándose enseguida en lo que hacía.


Este auténtico amor por la Madre de Dios le llevó a una experiencia única, como apuntaba, y es la del desposorio con la Virgen. Tuvo Hermann una revelación, que hay que tomar con pinzas por las cuestiones teológicas que implica, en la que, estando en oración se le apareció la Virgen Santísima acompañada de un ángel, que uniendo las manos de María y Hermann, dijo a este: "Mira, yo te doy esta virgen en matrimonio, y ya que ella estaba casada con José, este nombre has de tomar como propio, recibiéndola como esposa". Así hizo Hermann, que en adelante se llamó Hermann José, con lo que también tomó devoción al Santo Patriarca, siendo de los primeros místicos que hablaría de las excelencias de San José.

Esta experiencia se lee en muy pocos santos: San Edmundo de Canterbury (16 de noviembre), San Roberto de Molesmes (17 de abril y 26 de enero), o el Beato Alain de la Roche (8 de septiembre), circunscritos en una piedad y épocas semejantes. El caso más reciente, de santos hablo, sería San Juan Eudes (19 de agosto), que en el siglo XVII llama a María "esposa de los sacerdotes" y él mismo se obligaría incluso bajo contrato matrimonial. Mención aparte merece San Agabo, profeta carmelita (13 de febrero).

Este desposorio no hay que confundirlo ni por asomo con el "matrimonio espiritual" del que hablan varios místicos, especialmente San Juan de la Cruz (14 de diciembre y 24 de noviembre), y que se da entre Cristo y el alma. Es una unión perfecta, en que el alma muere a sus deseos y movimientos para ser totalmente de Jesucristo, que se da totalmente al alma. No solo le da sus dones y gracia, sino que se da del todo a sí mismo. Solo puede darse entre Cristo y el alma, porque se inserta dentro del desposorio de Cristo con la Iglesia. La Santísima Virgen es un miembro más de la Iglesia, eminente, pero uno más, por lo que el alma no puede desposarse con ella, ni llegar al grado de unión como el que se llega con Cristo Esposo.


Y retomando a nuestro santo. No solo la Virgen le agració con sus visitas, sino también la polémica Santa Úrsula de Colonia (21 de octubre) y muchas de sus santas compañeras. Ciertas revelaciones las escribió, y al igual que Santa Isabel de Shönau (18 de junio), detalla nombres, detalles de la vida y martirio de muchas de estas jóvenes mártires. Especialmente conocidos son sus composiciones poéticas "Virginalis turma sexus" y "O Vernantes Christi Rosae". Son revelaciones que salvo como literatura piadosa y para conocer la espiritualidad del momento, no ayudan en nada, pues sabido que de Santa Úrsula, el 98 porciento todo es legendario. Aunque son una delicia para los amantes de la hagiografía. De estas jóvenes tenía dos cuerpos enteros en su celda, en un baúl (en estos siglos, proliferaron las invenciones de estos cuerpos) y en una ocasión entró un hermano que no lo sabía y se sentó sobre el baúl, que inmediatemente se puso al rojo vivo como un horno, quemando al irreverente.

Era tan piadoso celebrando la Eucaristía que una vez quedó en éxtasis al terminar la misa varias horas, quedando extasiado ante el altar, con los cirios encendidos sin que mermaran en nada su tamaño. Celebrando en un monasterio de monjas premonstratenses en un crudo invierno, una monja vio como la Virgen tocaba las manos de Hermann José para mantenerlas calientes y pudiera celebrar sin helarse. Los extremos de devoción eucarística lo llevaban a conservar las uñas que se cortaba, y los pelos del bigote, pues habían tocado al Santísimo Sacramento al celebrar y comulgar. Pero nuestro santo era muy práctico, como ha de ser buen místico, y escribió comentarios a las Escrituras, disertaciones sobre el Sagrado Corazón de Jesús. Estudió matemáticas y física, ciencias que empleó en la confección de relojes, en lo que parece fue bueno, pues aún se conservan algunos que se le atribuyen. Fue confesor y director espiritual de muchos fieles y monjas norbertinas. Las de Hoven le apreciaban tanto, que varias veces rompían su reloj, para contar con su presencia y palabras encendidas de amor a Jesús y María. Predicó varias misiones con gran fruto. Era humilde y sencillo, muy caritativo con los demás religiosos, que no entendían su piedad, y obediente con los superiores.


Al final de su vida sufrió severas afecciones nerviosas, por lo que los superiores le prohibieron celebrar misa. Tenía visiones de arañas, moscas y sabandijas que le perturbaban, lo que algunos escritores piadosos han considerado eran ataques del demonio. Estando en el monasterio de las monjas de Hoven le alcanzó la muerte, el 4 de abril de 1241. El cuerpo fue enterrado provisionalmente allí mismo, hasta el martes posterior a Pentecostés del mismo año, 24 de mayo, en que las reliquias fueron trasladadas solemnemente a Steinfeld y puestas en un sepulcro "temporal" hasta 1728, en que Benedicto XIII confirma el culto recibido. Pío XII haría lo mismo el 11 de agosto de 1958, canonizándolo por equivalencia. Sus reliquias se veneran en Steinfeld y en Colonia. Es abogado de los novicios premonstratenses, de las madres primerizas, los niños, jardineros, fruteros y relojeros.


--"Vidas de los Santos". Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
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