San Benjamín de Ergol, diácono y mártir. 31 de marzo y 13 de octubre (Iglesia Oriental).
Era un diácono en Ergol, Persia, y forma parte de un grupo de mártires persas durante la larga persecución de los cristianos, que se inició con el rey Iezdegerd I y terminó con Bahram-Gor. Existen varias versiones de este martirio y de muchos otros, con incoherencias e inexactitudes entre ellos, en cuanto a nombres y fechas pero fiables.
La persecución se desató en el 420, luego que unos cristianos, encabezados por un sacerdote llamado Hasu, incendiaran un templo dedicado al culto del fuego, en Ergol. Por ello fueron arrestados el obispo San Abdas, su hermano San Papías, los presbíteros San Hasu y San Isaac, el subdiácono San Papías y los laicos San Daduq y San Durtan (celebrados todos el 13 de octubre). Fueron condenados a reconstruir el templo, a lo que se negaron, por lo que fueron condenados a muerte. A estos mártires se les asociaron (sin haber tenido culpa en el incendio) los diáconos San Hormisdas (también a 13 de octubre) y nuestro San Benjamín, con la particularidad que de Benjamín se conocen más datos citados por otras fuentes.
Era un joven de gran celo apostólico, de ardiente palabra en la predicación y gran caridad con los pobres, que lograban muchas conversiones, incluso entre los sacerdotes de Zaratustra. Fue apresado, golpeado salvajemente y encarcelado durante un año, pero el embajador de Constantinopla intercedió por él y fue liberado con la condición de que debía abstenerse de predicar el cristianismo, a lo que Benjamín se opuso y no solo se negó, sino que predicó al mismo juez que le devolvía la libertad. Fue de nuevo llevado ante el rey, quien ordenó su martirio y muerte por decapitación, si sobrevivía.
El martirio principal, y que le mató, consistió en atravesarle desde la espalda hasta salir por el abdomen con una vara con púas. Era este un típico martirio persa, que consistía en atravesar el cuerpo con dicha vara y luego moverla hacia delante y hacia atrás, girándola. También se le introdujeron púas bajo las uñas de las manos y los pies (la exungulación). Es posible imaginar los sufrimientos que causaría dicho tormento.
Se le podría nombrar patrono de las manicuras.
Fuentes:
-"Año Cristiano y Ejercicios devotos". Tomo I. JEAN CROISSET.
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