San Diego de Mevania, confesor, dominico. 23 de agosto.
Fue hijo de padres virtuosos y nobles. Según el "Sacro Diario Dominicano", el día de su nacimiento aparecieron en el cielo tres soles y tres lunas (a veces aparecen como sus atributos), puesto que ese mismo día nacieron nuestro santo, San Ambrosio de Siena (20 de marzo) y Santo Tomás de Aquino (7 de marzo y 28 de enero, Traslación de las reliquias); a la par de esto, un niño desconocido y de gran belleza iba por las calles clamando "a la escuela, a la escuela, que han nacido tres maestros". Recibió una buena educación y mejores ejemplos de piedad. Muy joven entró a la Orden Dominica, creciendo en virtudes humanas y divinas. A los 25 años, por su gracia oratoria y santidad de vida, le encomendaron el ministerio de la predicación pública. En este, destacó por una palabra encendida, pero misericordiosa, implacable con el pecado y reconciliadora con el pecador. Predicó constantemente contra la herejía nicolaíta, convirtiendo Ottonello, principal líder italiano de la secta. No hay que confundir el nicolaísmo medieval con el que se menciona en Apocalipsis 2. 6, 15. La herejía que combatió nuestro santo, tomó su nombre de su fundador, Nicolás de Wlasenic, que decía ser portador de una revelación, negándose a aceptar la autoridad de la Iglesia, mientras imponía la autoridad de su doctrina.
Fue un hombre penitente, practicó escrupulosamente la enseñanza de Santo Domingo de Guzmán (8 de agosto; 24 de mayo, traslación de las reliquias; 15 de septiembre "in Soriano"), sobre los 9 modos de orar. Se azotaba diariamente, usaba cilicio y comía lo mismo que los más pobres. Fue tentado constantemente en la obediencia y en la pureza, pero siempre salió adelante por la gracia divina, que correspondía a sus esfuerzos ascéticos. Vivió una perturbadora ansiedad sobre su salvación, que lo llevó a temer que sus virtudes, fama y milagros no fueran sino ardides del diablo para llevarlo a la soberbia. Se examinaba a sí mismo en cada palabra o acto, teniendo fuertes escrúpulos que llegaron a enfermarlo. . De todo esto “sanó” gracias a una intervención de Jesús: Estando penando su paranoia ante un crucifijo, este le roció empapándolo con sangre del costado del Cristo, mientras una voz le dijo: “esta sangre será una prenda de tu salvación”. Y nunca más desesperó. Este baño de sangre es su principal atributo iconográfico, lo que ha dado pie a representaciones artísticas de lo más "gore".
En el momento de su muerte, 15 de agosto de 1301, se le aparecieron la Virgen del Rosario (7 de octubre), Santo Domingo y San Jorge (23 de abril), que le acompañaron al cielo. Luego de morir, los frailes que rezaban por su alma oyeron una vez que decía: “No pidáis a Dios por él, pedid que interceda a Dios por vosotros”. Fue sepultado en su convento de Mevania, donde comenzaron los milagros y la devoción, con tal fama de santidad que Bonifacio IX concedió se hicieran peregrinaciones públicas. En el siglo XVII, 300 años después de su muerte, al hallarse el cuerpo incorrupto, llegó la beatificación por Clemente X, que autorizó el culto, con oficio propio, a toda la Orden. Hay que decir que solo consta como beato, aunque, al igual que muchos santos de órdenes religiosas sean llamados santos. Su festividad era el 23 de agosto, pero al pasar Santa Rosa a este día, lo suprimieron. En ocasiones lo hallamos nombrado como Diego, o Jacobo, Santiago o Jaime.
Fuentes:
-"Sacro Diario Dominicano". FR. FRANCISCO VIDAL. O.P. Valencia, 1747.
-"Compendio histórico de las vidas de los Santos canonizados y beatificados del Sagrado Orden de Predicadores". Fr. Manuel Amado. O.P. Madrid, 1829.
A 23 de agosto además se celebra a:
San Cedon de Aix, obispo.
Santos Claudio, Asterio y Neón, mártires.
Santa Ebba, abadesa.