El padre Leandro Bonnin, sacerdote argentino, que sirve en la diócesis de San Roque lleva ya tiempo impartiendo conferencias sobre ideología de género y los riesgos que entraña. A través de esta experiencia se percató de que había un gran desconocimiento de estas imposiciones y de las consecuencias sociales.
Este hecho fue el que le llevó a publicar el libro La familia ante el desafío de la ideología de género, con el objetivo de ayudar a los padres con consejos concretos cómo proteger sus hogares de esta amenaza. En esta entrevista con Misioneros Digitales, el padre Bonnin profundiza sobre el libro y sobre la ideología de género:
- Primera pregunta básica: ¿por qué la ideología de género es un desafío para la familia?
- Lo es por varios motivos. En primer lugar, porque en las bases de la ideología de género está el pensamiento marxista, que proponía hace siglo y medio “abolir la familia”. En segundo lugar, porque el modo en que esta ideología viene siendo impuesta avasalla los derechos educativos de los padres sobre sus hijos. Y en tercer lugar, porque la negación del carácter natural –y por ende, del origen divino- de la distinción varón-mujer es un ataque directo al matrimonio, base de la familia y nota esencial de lo que se nos ha revelado sobre el hombre.
- Segunda pregunta básica: ¿por qué este libro ahora?
- Este libro es fruto de una serie de charlas que vengo desarrollando en varias provincias argentinas. En ellas me he dado cuenta de que muchas personas están ignorando lo que ha ocurrido en nuestro sistema legal y educativo. Por otro lado, el material que hoy se consigue es muy valioso pero no siempre tan accesible desde lo intelectual y económico. Mi librito quiere ser a la vez fácil de leer y al alcance de cualquier familia.
- ¿Cómo se construye un diálogo con un tema tan delicado de por medio?
- La Iglesia nos invita al diálogo siempre. El principio del diálogo es escuchar atentamente al otro y saber reconocer lo bueno y verdadero de su pensamiento. También es importante saber mirar siempre con benevolencia a los demás, evitando los juicios temerarios, las generalizaciones y las afirmaciones infundadas. En relación al género, la impresión que tengo es que los ideólogos o difusores más radicales no están tan abiertos a dialogar. No obstante, creo que es nuestro deber y misión intentarlo, manteniendo clara nuestra identidad.
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- En las primeras páginas del libro dices que los jóvenes encuentran en la ideología de género la más perfecta expresión de la libertad. ¿Por qué pasa esto y no la encuentra en la Iglesia?
- Muchos jóvenes no tienen una experiencia directa de la Iglesia: sólo la conocen por la imagen distorsionada que de ella le presentan los medios de comunicación. Aquellos que han hecho una buena experiencia de fe, de comunidad o apostolado, se dan cuenta de que hay muchos prejuicios. No obstante, también es importante reconocer nuestras propias fallas y fragilidades, que han ocultado la belleza de la Esposa de Cristo. Por último, a los sacerdotes y evangelizadores algunas veces nos falta claridad, convicción e inteligencia para mostrar que “la verdad nos hace libres”. Quizá vivimos la moral cristiana –y la predicamos- no como una experiencia liberadora y purificadora, sino como una serie de normas o prohibiciones sin fundamento.
-¿Cómo tratar a personas que son homosexuales, bisexuales, lesbianas o transgénero?
- El Catecismo de la Iglesia católica nos señala un horizonte claro en la relación con todas las personas: “Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”. Si bien se refiere específicamente a las personas que experimentan una atracción hacia el mismo sexo o han elegido ese estilo de vida –en el momento de la redacción del Catecismo aún no se hablaba tanto de personas transgénero- el principio fundamental es el amor y el respeto incondicional por la persona, y el deseo de ayudarla a que alcance la felicidad en la verdad y en el bien.
El catecismo también habla de la amistad, y creo que en esa relación de amistad es posible ayudar al otro a descubrir la raíz y el origen de la dificultad de aceptar su identidad biológica. Esto podrá darse algunas veces, en otras será difícil, pero el amor prudente y confiado puede generar el clima afectivo y espiritual para propiciarlo. Por último, como hermanos en la fe y como pastores, somos llamados a proponer a todos la vivencia de la castidad de acuerdo a su propio estado de vida, como expresión del señorío de Cristo.
-¿Qué puede decirnos del matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción de niños por parte de estas personas?
-La Iglesia se ha expresado en su Magisterio con mucha claridad sobre estos proyectos que en algunos países han sido aprobados. Para una comprensión adecuada de esa respuesta, remito a la lectura de los textos. Desde el punto de vista de nuestra fe, es claro que el matrimonio tiene dos fines: la unión complementaria y la procreación. Sólo la unión entre varón y mujer es capaz de garantizar dicha complementariedad y la apertura a la vida.
Incluso en el ámbito civil, consideramos que no es pertinente llamar con el mismo nombre –matrimonio- a dos realidades tan diferentes: una naturalmente procreadora, la otra no. En relación a la adopción, ninguno de nosotros va a negar que las personas de condición homosexual tienen valores humanos, cualidades y virtudes innegables. No se trata de oponernos a la adopción porque fueran “malas personas” o porque “los niños corren peligro”. Los argumentos de la Iglesia en este punto van hacia otro lado: no existe el derecho de unos padres a adoptar un niño, existe el derecho de un niño a tener unos padres, los mejores padres posibles. Y muchos estudios e investigaciones demuestran que el mejor ámbito en que un niño puede crecer es el conformado por una unión armoniosa entre un varón y una mujer maduro, en un clima afectivo sano y respetuoso, unidos para siempre.
– ¿Cómo podemos explicarle a los niños y jóvenes sobre estos temas?
-Creo que un desafío de los padres hoy es formarse para poder educar. En relación a la teoría de género, es necesario saber reunir datos de las ciencias –filosofía, psicología, genética, etc.- con el dato revelado, es decir, con la palabra de Dios. Desde niños, por otra parte, es importante ayudar a los niños a aceptar su identidad sexual y agradecer a Dios haberlos hecho varón o mujer, en el respeto por todos. En la adolescencia los chicos a veces asumen posturas radicales no por convicción sino para diferenciarse de sus padres: habrá que estar atentos a esa dinámica que unos buenos padres conocen bien. En todo caso, es clave el testimonio de cariño, ternura y verdadera complementación entre el papá y la mamá. Esto puede hacerse incluso si el matrimonio atravesó dificultades y ahora no están juntos: incluso allí pueden testimoniar el valor de lo masculino y femenino.
-Tercera pregunta básica: ¿Qué esperas de libro y qué buscas con él?
-Espero que sea una herramienta valiosa para muchas familias. Que les dé claridad conceptual, que los enamore de la propuesta cristiana, que le dé respuestas a sus preguntas y orientaciones para su vida familiar concreta. Busco ser testigo de la esperanza ante el temor que algunas familias sienten ante esta situación cultural, y también busco llegar al corazón de algunos que hoy no piensan como nosotros.