La apreciada, por muchos, tranquilidad suiza se ha visto alterada en los últimos días por un suceso muy preocupante. La Policía del norte del país detuvo el pasado martes a varias personas en relación a la muerte de una persona en una "cápsula suicida".
La cápsula "Sarco", que no había sido utilizada hasta ahora, fue diseñada para que una persona, desde su asiento reclinable, presione un botón que inyecta gas nitrógeno, la persona se queda dormida y muere por asfixia en tan solo unos minutos.
La ley suiza lo permite
El prototipo, de Exit International, ha costado más de un millón de dólares. Sarco, inventada por el médico australiano y defensor de la eutanasia Philip Nitschke y el ingeniero holandés Alex Bannink, utiliza nitrógeno para inducir la muerte por hipoxia de la persona que se encuentra dentro de la cápsula. A diferencia de una dosis letal de pentobarbital sódico, el nitrógeno es de libre acceso en Suiza y no necesita prescripción médica.
La ley suiza permite el suicidio asistido siempre que la persona se quite la vida sin "ayuda externa", y mientras los que ayuden a la persona a morir no lo hagan por "ningún motivo egoísta", según dice la propia web del gobierno.
Sin embargo, un bufete de abogados informó a la Fiscalía del cantón suizo de Schaffhausen que el lunes se produjo un "suicidio asistido" cerca de una cabaña en Merishausen. Por lo que varias personas fueron detenidas y la Fiscalía abrió una investigación por sospecha de inducción y complicidad en el suicidio. Entre los detenidos, según el periódico holandés Volkskrant, estaría uno de sus fotógrafos, que quería tomar fotos del uso del Sarco.
Exit International dijo en un comunicado que una mujer de 64 años de Estados Unidos murió el lunes por la tarde cerca de la frontera con Alemania. Y describió su muerte como "pacífica, rápida y digna", además de estar "complacidos de que el Sarco hubiera funcionado exactamente como había sido diseñado... para proporcionar una muerte electiva, sin drogas y pacífica en el momento elegido por la persona".
Por su parte, el mismo lunes, la ministra de Salud, Elisabeth Baume-Schneider, fue preguntada en el Parlamento suizo sobre las condiciones legales para el uso de la cápsula Sarco y adelantó que su uso no sería legal. "No cumple con los requisitos de la ley de seguridad de los productos y, por lo tanto, no debe ponerse en circulación, y por otro lado, el uso correspondiente del nitrógeno no es compatible con el artículo sobre el uso previsto de la ley de sustancias químicas", explicó, sin dar razones éticas de ningún tipo.
En julio pasado, el periódico suizo Blick informó que un fiscal estatal escribió a los abogados de Exit International diciendo que cualquier operador de la cápsula suicida podría enfrentar procesos penales si la utilizaba, y que las condenas podrían acarrear hasta cinco años de prisión. Los fiscales de otras regiones suizas también han señalado que el uso de la cápsula suicida podría dar lugar a procesos judiciales.
Una cápsula doble
Ya este verano se anunció que una mujer estadounidense iba a ser la primera "usuaria" de la cápsula Sarco. Sin embargo, el permiso para utilizar la cápsula fue revocado, debido al estado mental de la paciente. La mujer murió posteriormente con la ayuda de otro grupo suizo de eutanasia. Y, recientemente, el Daily Mail informó de que una pareja británica de 86 y 80 años va a ser la primera pareja en morir en una cápsula suicida para dos personas.
Hay que recordad que Suiza es uno de los pocos países del mundo a los que los extranjeros pueden viajar para poner fin a su vida legalmente y cuenta con varias organizaciones que se dedican a ayudar a las personas a suicidarse.
Pero, a diferencia de otros países, incluidos los Países Bajos, Suiza no permite la eutanasia, que consiste en que los profesionales sanitarios maten a los pacientes con una inyección letal a petición de estos y en circunstancias específicas.
La fórmula del fracaso
Para los impulsores de la eutanasia y del suicidio asistido su legalización disminuiría el número de los suicidios no asistidos, esto es, los que ya existían. Sin embargo, la estadística de varios años en Estados Unidos y de dos en España (donde fue aprobada en 2021) dice exactamente lo contrario.
La razón es la misma que dispara el número de eutanasiados en cuanto se legaliza la eutanasia, o que va ampliando, primero por la vía de los hechos y luego con modificaciones legales, los casos en que se permite: a saber, que la percepción social de que es posible suicidarse de forma 'limpia y segura' obliga a cada miembro de la sociedad a replantearse si vale la pena vivir, y prepara el terreno a una decisión drástica en las personas con ideación suicida. Tiene un efecto multiplicador en la idea de que el suicidio puede ser la solución.
Otro argumento de los activistas pro-suicidio es la evitación del sufrimiento. Una sociedad donde quienes padecen desaparecen es una sociedad menos angustiada por el dolor, sostienen. También aquí la realidad lo desmiente, como se está dejando ver particularmente en Canadá, donde las eutanasias y los suicidios asistidos se han multiplicado de tal manera que se han convertido en una práctica normalizada.
De hecho, ¿ha disminuido el sufrimiento social? Más bien están aflorando cientos de testimonios de personas cuyo sufrimiento nace cuando quien ha decidido suicidarse consigue su propósito.