México, 1 de julio de 1926: los católicos y la Iglesia están bajo una persecución creciente. La Ley Calles, promulgada dos semanas antes por el presidente Plutarco Elías, comenzaba a hacer duros estragos en la vida religiosa del país, pero los católicos, ya organizados, querían agotar la resistencia pacífica antes de alzarse en armas. Fue entonces cuando el beato y mártir Anacleto González Flores jugó una de sus últimas cartas en una guerra a punto de ser declarada: el boicot.
El primero de julio, los globos que ascendieron por el cielo de la ciudad de México fueron la señal acordada para dar comienzo a la ofensiva económica. Desde ese momento, buena parte de la convencida mayoría católica del país siguió a sus sacerdotes en una maniobra que pretendía exigir al gobierno la derogación de las medidas contrarias a la Iglesia a través de la asfixia económica.
Claudia Julieta Quezada, una de las mayores especialistas en la materia, recoge que durante todo el mes una miriada de católicos siguió las indicaciones y se abstuvieron de utilizar energía eléctrica y de acudir a eventos públicos, evitaron en lo posible el pago de impuestos o el uso de los vehículos para paralizar la economía.
El objetivo, recordar a las autoridades "el gran amor de los mexicanos a su religión y de todo lo que era capaz y podía lograr la conciencia del pueblo católico bien disciplinado en los destinos de un pueblo". Los estragos en la economía nacional fueron considerables.
Cerca de cumplirse los cien años de este episodio, los católicos siguen teniendo nuevas "Leyes Calles". También hoy desde la cúspide de los estados, o desde los poderosos imperios económicos, los fieles sufren hoy el hostigamiento de la cancelación sin importar que representen, al menos en la teoría, elevados porcentajes de la población.
Durante el mes de junio, buena parte de las empresas se visten de las banderas transgénero y arcoíris y destinan parte de sus beneficios a las proclamas LGBT. En Semana Santa se invita al consumo de hamburguesas con proclamas como "Tomad y comed todos de él. Que no lleva carne", los anuncios "invernales" vetan la palabra "Navidad", lo woke es omnipresente y los católicos son detenidos por rezar… incluso mentalmente.
Pero ante la magnitud y poder de quienes atacan la fe en Occidente, la respuesta suele ser la quietud o la impotencia. Sin embargo, como en el México de hace un siglo, comienzan a surgir propuestas similares con las que los católicos sí pueden defenderse de estos ataques. Lo cierto es que la Iglesia sigue contando con elevados porcentajes de fieles en cada país. La pregunta es: ¿Qué pasaría si el 80% de católicos mexicanos, el 66% de españoles o el 78% de irlandeses -cifras del Pew Research Center- se negasen a consumir productos de empresas que desprecian la fe?
En su libro Pon tu vida a prueba de woke, la escritora Teresa Mull propone algo semejante a un boicot frente a lo woke. En uno de sus últimos artículos, en los que anticipa algunas de sus tesis, la escritora plasma que las obras y decisiones de cada uno cuentan, por pequeñas que puedan parecer. Y en muchos casos, es "todo" lo que uno puede hacer para enfrentar la amenaza woke. Sobre todo, desde el campo del consumo.
Consigue aquí el libro en inglés de Teresa Mull, "Pon tu vida a prueba de woke" (Sophia Institute).
Propone cinco consejos que todos pueden seguir para hacer frente a las empresas woke y seguir también un modo de compra "más consciente y agradable":
1º Simplifica, distráete y ofrécelo
En su primera reflexión, Mull afirma que es más sencillo no hacer determinadas compras que puedan no ser necesarias en un momento dado cuando se sabe que con los beneficios que obtenga la empresa financiarán algo nocivo. Por eso da un consejo: "Distráete de lo que sea que tu armario, bolso o cocina `necesita´ pronunciando una oración o dando un paseo". De este modo, agrega, "además de privar de tu apoyo a las empresas woke, negarte a ti mismo pequeños caprichos puede ser un pequeño acto de penitencia y un recordatorio de que debemos almacenar nuestros tesoros en el Cielo y no aquí".
2º Localiza comercios locales
Otro de sus consejos es enfrentar el instinto moderno de hacer todas nuestras compras online de forma automática. En lugar de ello, propone salir de casa y buscar las cosas en empresas locales o familiares. Esto llevará casi automáticamente a comprar menos y relacionarse con otras personas, con las oportunidades relacionales y comunitarias que conlleva.
Hacer esto por rutina permite también evitar consumir en empresas tecnológicas, que según Mull, no es raro que estén dirigidas por promotores de lo woke y la cancelación.
3º Microboicot
Para Mull, "hay muchas formas de boicotear" a las empresas woke y desde luego esto no tiene por qué implicar enfrentar todas las empresas ni hacerlo en todo momento. Así, propone elegir primero una empresa woke y dejar de consumir en ella, y más adelante, añadir otra a la lista. También es posible escoger la opción de no comprar nada online durante una semana e ir ampliando el tiempo de forma progresiva, luego dos, tres semanas…
"Cuando limitas lo que puedes o quieres comprar, puede ser un desafío gratificante y después de un tiempo, descubrirás que ni si quiera echas de menos aquello que `necesitabas´ tan urgentemente", menciona.
4º Ten una lista de empresas "a prueba de woke"
De sus consejos previos, se desprende la opción de poner el foco en las empresas de las que uno tenga constancia de que promueven valores tradicionales o que no forman parte de las ofensivas ideológicas. Por ello, invita a hacer una lista de empresas "a prueba de woke" y consumir en ellas.
5º Potencia tu creatividad y no crees falsas necesidades
No todos los consejos de Mull se orientan exclusivamente a lo woke, sino también a potenciar un consumo saludable. Entre estas últimas orientaciones, se hace eco de algunos estudios y titulares de neuromarketing que reconocen que pagar en efectivo es "más doloroso" que con tarjeta, por lo que se tiende a gastar más -y ahorrar menos- de esta última forma que sacando billetes de la cartera.
En este sentido, también invita a potenciar la creatividad de cara al dinero y posesiones y dar a estas últimas una segunda vida, a pedir prestado algo que no necesitas adquirir de forma perpetua o que solo lo usarás una vez: "Gastar dinero en cosas es la norma moderna, pero no tiene por qué ser así. Tómate tu tiempo y deja que las obras de arte, los muebles y la ropa te encuentren [en lugar de ir a buscarlos]".