Por su magnitud, el ya célebre estudio publicado el 30 de agosto en Science prácticamente ha descartado la hipótesis de que el comportamiento homosexual pueda determinarse genéticamente. El sociólogo y sacerdote Paul Sullins, investigador en la Universidad Católica de América, ha ampliado la cuestión en un reciente artículo en The Public Discourse:
"Nacido así" ya no se puede decir: la nueva ciencia de la orientación sexual
A finales de agosto, un equipo formado por investigadores del MIT y de Harvard publicó en Science un estudio histórico sobre la base genética de la orientación sexual. Este estudio, basado en el análisis del material genético de casi medio millón de individuos, rechaza de manera definitiva la idea de que ser gay es una condición innata que es controlada, o en gran medida impulsada, por el patrimonio genético de la persona.
El estudio contenía dos hallazgos clave. El primero: que el efecto de los genes heredados de nuestros padres (conocido como "heredabilidad") sobre la orientación hacia el mismo sexo era muy débil, con sólo un 0.32 en una escala de 0 (ninguno) a 1 (total) heredabilidad. Esto significa que el ambiente en el que se desarrolla una persona -que incluye régimen alimenticio, familia, amigos, vecinos, religión y toda una gama de condiciones de vida- influye el doble respecto a la probabilidad de desarrollar una atracción sexual hacia el mismo sexo (AMS) basada en la genética.
Segundo, al refutar décadas de creencia generalizada, el estudio establece que "ciertamente no hay un determinante genético (denominado "gen gay" por los medios de comunicación)" que cause AMS. Al contrario, "las variantes implicadas son numerosas y se difunden a través del genoma". Cada una de estas variantes genéticas aumenta la propensión de la persona a la atracción hacia el mismo sexo en un porcentaje infinitesimalmente pequeño. En términos científicos, la atracción hacia el mismo sexo es altamente poligenética.
Este estudio desmiente la existencia de un "gen gay"
La lógica de estos dos resultados -baja heredabilidad y alta poligeneticidad- demuestran claramente que el relato cultural dominante sobre la orientación sexual -que considera a las personas homosexuales como una clase de personas claramente vinculadas biológicamente y que "nacieron así"- no es verdad.
La baja heredabilidad, un hallazgo coherente con estudios genéticos anteriores, siempre ha sugerido que el determinismo podía no ser verdad. Pero la elevada poligeneticidad hace mucho más: firmemente excluye la posibilidad del determinismo. Una disposición genética basada en docenas de marcadores en el genoma significa que todos los seres humanos, o un gran número de ellos, tienen virtualmente esta disposición. En otras palabras, las personas gais tienen un genotipo humano perfectamente normal; no son genéticamente distintos de los otros seres humanos de ninguna manera que sea significativa. En consecuencia, el desarrollo de la AMS no consiste en la elaboración de una disposición genética que controla el comportamiento sino, sobre todo, en un desarrollo y una expresión de autonomía personal sobre las propias posibilidades sexuales.
¿Puede aumentar la tolerancia al rechazar el determinismo en la AMS?
Los científicos que hay detrás del estudio hablan sin rodeos sobre esta conclusión. El autor principal del estudio, Andrea Ganna, ha declarado al New York Times que "es prácticamente imposible predecir la AMS de una persona basándose en la genética". Un ensayo que acompaña al estudio reconoce que su resultado rebate la "tendencia a reducir la sexualidad a un determinismo genético" y confirma, en cambio, que "la sexualidad está [...] conformada y regulada por estructuras culturales, políticas, sociales, legales y religiosas". Otros científicos -gais- implicados en el estudio se opusieron a su publicación y expresaron su preocupación de que los hallazgos pudieran ser "malinterpretados" para "avanzar agendas de odio". Estas afirmaciones también manifiestan una conciencia -una no deseable- sobre las implicaciones anti-deterministas de los hallazgos del estudio.
Andrea Ganna es el autor principal del estudio
Es loable que los autores principales del estudio, algunos de los cuales son gais, se resistieran al impulso de suprimir las pruebas científicas en nombre de la conveniencia política. Han hecho bien, porque si la idea que apoya la falsa creencia del determinismo en la AMS disminuye, esto tal vez lleve a una mayor tolerancia y aceptación.
En muchas partes del mundo, como indica el ensayo adjunto al estudio, la ley busca imponer la heterosexualidad en quienes no la desean. Pero en Estados Unidos y otras sociedades occidentales progresistas, actualmente tendemos a tener el problema opuesto. En muchos de estos lugares, quienes luchan por la libertad hoy en día no son las personas que desean identificarse como gais o lesbianas, sino las que quieren evitar esta atracción hacia el mismo sexo, o que se resisten a identificarse como tales.
La sentencia del Tribunal Supremo de 2015 con la que se integraba en la Constitución el matrimonio entre personas del mismo sexo está basada, en parte, en la creencia de que la AMS refleja una "naturaleza inmutable que establece que el matrimonio entre personas del mismo sexo es el único camino real para esta implicación profunda". La lógica determinista de esta decisión ha empoderado a quienes defendían con anterioridad que las personas homosexuales podían casarse con alguien del mismo sexo y que ahora defienden que deben hacerlo con alguien de su mismo sexo. Se están llevando a cabo numerosos esfuerzos legislativos y judiciales para ilegalizar la terapia voluntaria [de reconversión], o para denegar la legitimidad de adultos que tienen AMS pero eligen no tener relaciones activas con personas del mismo sexo, o no identificarse como gais o lesbianas, basándose en que dichas acciones niegan su naturaleza inmutable. En Estados Unidos, las personas con AMS son libres de identificarse como gais y pueden casarse legalmente con personas de su mismo sexo. Sin embargo, muchos ahora quieren negar a personas con AMS la libertad de negarse a identificarse como gais y su deseo de casarse con personas del sexo opuesto si lo desean, porque se basan en la premisa de que estarían hacienda violencia a lo que ellas "realmente" son
La investigación anterior destaca la maleabilidad de la identidad sexual
En la práctica actual, la orientación y el comportamiento sexual ejemplifican las distintas identidades que las personas adquieren cuando son libres de explorar una variedad prácticamente ilimitada de alternativas eróticas. Sorprendentemente, la baja heredabilidad de la orientación sexual del estudio Ganna es idéntica a la de otro estudio genético histórico -un meta-análisis exhaustivo, llevado a cabo por un equipo de científicos guiado por Tinca Polderman, de prácticamente todos los estudios gemelos realizados hasta la fecha-, que fue publicado hace cuatro años en la revista Nature. Como el estudio Ganna, el estudio Polderman estimó que la heredabilidad de la orientación sexual es sólo del 0.32. La réplica de este resultado tan bajo en dos estudios que han utilizado métodos y recursos tan diferentes es asombrosa. Ambos estudios también encontraron que la heredabilidad era algo más alta en los hombres que en las mujeres.
Luca di Tolve vivió una vida homosexual y la dejó atrás casándose con una mujer y siendo padre. Su historia la cuenta en el libro "Yo fui gay" que se puede adquirir AQUÍ
Basándose en el estudio Polderman, un equipo de renombrados investigadores en sexualidad interpretaron que, esta réplica en el resultado de la baja heredabilidad, era debida a que, mientras la atracción sexual interna puede no ser conformada socialmente, la adopción de una identidad sexual espontánea a causa de la atracción interna -homosexual, heterosexual o algo distinto- está dentro del espectro de desarrollo para la mayoría de las personas. "Está claro que es posible", escriben, "cambiar la propia identidad y orientación sexual públicamente; y una persona puede ciertamente elegir si ser sexualmente activo con personas del mismo sexo o del sexo contrario, o ser célibe". Este tipo de elecciones y la terapia para apoyarlas, observan, son más habituales entre las personas religiosas practicantes y "explican las afirmaciones que hacen ex-gais y ex-lesbianas que ya no llevan un 'estilo de vida homosexual'". Como ejemplo, citan el artículo de 2001 del psicoterapeuta Lee Beckstead, Cures versus choices: Agendas in sexual reorientation therapy. Podríamos también añadir los libros Jephthah’s Daughters y Changed: #Oncegay Stories, cada uno de los cuales presente docenas de relatos de personas que han abandonado una identidad y un comportamiento homosexual.
Los datos de población confirman que la mayoría de las personas con AMS tienen, en un determinado momento de su vida, relaciones sexuales con el sexo opuesto, y una minoría mantienen matrimonios heterosexuales duraderos. Según el General Social Survey (una estadística que se publica cada dos años sobre el perfil demográfico de Estados Unidos, financiada por la National Science Foundation), el 57 por ciento de las personas que se identifican como gais (40% de los hombres y 78% de las mujeres) han tenido uno o más parejas del sexo opuesto a partir de los 18 años. El 4% de las personas gais "sólo" tuvo una pareja sexual del sexo opuesto el año pasado.
De las 100.300 personas entrevistadas a las que se les preguntó sobre su orientación sexual en el National Health Interview Survey de 2013-2015, el 13% que suele tener parejas sexuales gais tenía en ese momento una relación sexual con una persona del sexo opuesto. Coherentemente con las motivaciones religiosas indicadas más arriba, la mayoría (88%) de esta minoría del 13% estaba casada en un matrimonio heterosexual. Un tercio (35,6%) tenía hijos.
Forzar un comportamiento sexual es algo equivocado
Los resultados coherentes de los estudios Ganna y Polderman refutan drásticamente la creencia de que las personas con AMS están obligadas o forzadas en su orientación. Si los gais y las lesbianas son genéticamente normales, ¿qué base hay para prohibir que personas genéticamente normales se nieguen a tener relaciones con personas de su mismo sexo? Como han demostrado estos estudios, la mayoría de las personas con un genotipo comparable al de los gais y lesbianas acaba, por razones de ambiente social o por convicción personal, no teniendo relaciones con personas de su mismo sexo. ¿No debería esta mayoría tener la misma libertad y legitimidad para hacerlo?
Las personas civilizadas condenan el intento de imponer el comportamiento sexual sobre alguien que no lo desea a nivel personal. ¿Por qué es aceptable esta misma imposición coercitiva a nivel social? Si en algún momento tuvo sentido basándose en la premisa de que las personas gais estaban determinadas genéticamente, ahora, ante la ausencia de una diferencia genética convincente, es imposible mantener, con la razón, que la tolerancia hacia el comportamiento homosexual implica la intolerancia hacia el comportamiento heterosexual.