Un aspecto poco tratado sobre la ideología de género, instalada en las inteligencias, en las costumbres sociales y en la legislación de los estados, es su vinculación con el gnosticismo. Lo abordó recientemente José Durand Mendioroz en un trabajo aparecido en la revista Digital Valores titulado Conexión inter-histórica del pensamiento gnóstico con la ideología de género. Con ese motivo le entrevistó Germán Masserdotti para ReL:
José Durand Mendioroz es un jurista argentino profesor de Introducción al Derecho en la Universidad Católica de Salta. Es padre de catorce hijos y militante activo de la causa provida. En la foto, durante una entrevista en Alta Política.
-Ante el incesante avance de políticas públicas “de género” en nuestra sociedad ¿por qué remontarse a la Antigüedad para estudiar los antecedentes de la ideología de género?
-En primer lugar, me motivó la curiosidad de saber, de ver la razón por la que destacados estudiosos afirman que la raíz de la ideología del género se encuentra en el pensamiento gnóstico. Esto marcaba la necesidad de remontarse al origen de esta actitud intelectual en la Antigüedad, de tener en claro lo esencial y, luego, ver si esas características esenciales se proyectaban en la historia y sobre todo, si se encontraban vigentes en la actualidad. Obviamente, no he pretendido ser original sino sencillamente redescubrir y divulgar acerca de esa realidad, guiado por pensadores muy importantes, que no dejo de citar en el texto. De esta manera, encontré que este conocimiento resulta indispensable para desmontar la argumentación de los ideólogos de género, a partir de una base sólida. Ojo, que no estoy diciendo que esta aproximación sea excluyente, creo que es importante sin duda, pero que debe sumarse a otros enfoques muy valiosos y desde un trabajo interdisciplinario contribuir a desbaratar la pseudo-cultura de la ideología de género.
-¿Cuáles son esas características esenciales?
-Diría que son dos. Gnosis significa en griego “conocimiento” pero, en el contexto gnóstico, se refiere a un conocimiento de sí mismo, a un auto-conocimiento, por el cual el ser humano descubriría en su interioridad que su espíritu es de origen divino, que es una partícula o una chispa de divinidad que por algún tipo de accidente se encuentra en la cárcel del cuerpo. Mediante la gnosis el hombre redescubre su linaje divino y se libera de la materialidad del cuerpo. En esencia, la gnosis es un auto-conocimiento salvífico. La segunda característica deriva de la anterior: el dualismo antropológico. La corporeidad biológica del hombre es parte de la materia, que no es buena en sí misma, porque mantiene al espíritu como en una trampa, en la cárcel de la ignorancia. En este contexto se da el dualismo: materia y espíritu son dos principios circunstancialmente yuxtapuestos, pero desintegrados, donde el espíritu es lo determinante en tanto la corporeidad tiene una connotación negativa que la hace un objeto completamente disponible.
-La tan remanida frase “me siento una mujer atrapada en un cuerpo de varón” (y viceversa) pareciera tener un origen gnóstico, por lo visto.
-Así es. Puede verse claramente el dualismo, esa disociación entre el espíritu, que se auto-percibe de un sexo, y su realidad corpórea que es de otro, lo que se resuelve disponiendo a su antojo del cuerpo mediante tratamientos hormonales, y eventualmente, cirugías, que pretenden la transformación del ser pero que, más allá de los riesgos de salud inherentes a este tipo de intervenciones, lo que producen es una más o menos lograda apariencia, ya que no se da una verdadera “transformación” la cual, en realidad es imposible que se dé.
-Está claro el dualismo, que se puede percibir como subyacente en todas las políticas de género, pero en el ejemplo ¿cómo se da la otra característica, la del autoconocimiento salvífico?
-La ideología de género es una forma de gnosis moderna, la cual, como enseña con sólidos fundamentos Eric Voegelin, es la base de las ideologías totalitarias de la Modernidad. En la gnosis antigua y medieval el gnóstico, que es el sabio por antonomasia, considera la naturaleza material como mala y “huye del mundo” refugiándose en el ámbito de lo divino. Pero en la Modernidad se dio una situación que en el fondo era de esperarse, que es el fenómeno que Voegelin califica como “la muerte de Dios”, que ocurre cuando el hombre toma conciencia de que el ámbito de la divinidad es una construcción humana y ahí es cuando el hombre, o la humanidad, se auto erige como Dios. Entonces se considera que el mundo, las estructuras del ser, son opresivas y hay que transformarlas, elaborándose distintos principios, según la ideología de que se trate, a los que hay que atenerse para transformar el orden del ser, o el orden natural en la terminología clásica. Estas teorías, por dogma, se consideran veraces y pasan a tener un carácter salvífico. En el comunismo, por ejemplo, es muy evidente su carácter mesiánico. Pero este mesianismo se encuentra explícito o implícito en todas las ideologías totalitarias modernas. En la ideología de género está implícito que la liberación de los seres humanos se va a dar cuando desaparezcan las diferencias sexuales, lo cual es sencillamente absurdo.
Eric Voegelin (1901-1985), alemán nacionalizado en Estados Unidos, donde se afincó en 1938, fue profesor de Ciencia Política y destacó en diversos ensayos el renacido papel del gnosticismo en la filosofía política de la Modernidad. Por ejemplo, en La nueva ciencia de la política.
-¿Pero la pretensión de transformar el orden del ser puede darse en la práctica?
-No, claro. Esta pretensión no transforma el ser de las cosas, pero introduce una formidable confusión en la sociedad, cuyo resultado es la penuria de millones de personas. Hoy en día podemos ver la falsedad de los dogmas del comunismo y la humanidad se encuentra como inmunizada a su respecto, pero ¿cuántos millones de seres humanos vieron literalmente destrozadas sus vidas en calidad de víctimas de esta ideología supuestamente salvífica? Pero en cambio están vigentes otras “ideologías salvíficas”, como la de género. ¿Cuántas vidas humanas son aniquiladas por el aborto y la eutanasia? ¿Cuántas están arruinadas por la promoción de la homosexualidad, los “cambios de sexo”, o por una “educación” que promueve la promiscuidad y la confusión de la identidad sexual desde la niñez? Todo lo cual presupone la aniquilación de la familia como ámbito natural de la procreación humana y de la transmisión de las buenas costumbres en un contexto de amor.
-Pero ¿por qué el avance de las políticas de género parece tener un carácter inexorable?
-Es complejo, existen varios factores. Por una parte, como en toda ideología totalitaria, se da el fenómeno de la “prohibición de la pregunta”, la prohibición del análisis serio de sus postulados y de sus propuestas concretas. Estas son fácilmente criticables desde el sentido común, desde la ciencia y desde la filosofía. Pero el aparato de poder que manejan pretende acallar con la violencia, no necesariamente física, cualquier conato de crítica racional. Esto nos introduce de lleno en el segundo factor, que es el del poder que está sosteniendo la ideología de género, que detentan ciertas oligarquías que sostienen la necesidad de la reducción de la población mundial. Que ha colonizado los organismos internacionales, los medios, y el ámbito de la política. Es así que nos sorprendemos cuando los jueces sostienen posiciones absurdas y contradictorias, cuando los gobernantes y los legisladores generan políticas públicas que ni fueron puestas en debate, ni fueron analizadas racionalmente, pero que en definitiva convergen en la consolidación de la ideología de género en nuestra sociedad. No deberíamos sorprendernos, aquí menciono el tercer factor, el de nuestra falta de previsión, el del pecado de la inadvertencia culposa de quienes deberíamos haber elevado el grito de alerta mucho tiempo atrás.
-Entonces, ¿considera que todo está perdido?
-De ninguna manera, lo que quise destacar es que no la tenemos fácil, pero existe en nuestra sociedad y en todas las sociedades, la posibilidad de revertir este proceso. De que la política llegue a ser el arte de realizar el bien común concreto, creando un ámbito de concordia entre las personas. Para eso surge como un imperativo el compromiso político de todos, que tiene que empezar por el sostenimiento de la verdad en todos nuestros ámbitos de actuación, lo que implica estar capacitados seriamente para esta lucha por las ideas. La verdad –podríamos decir- sí tiene una suerte de efecto salvífico, pero hay que sostenerla y enfrentarse a la violencia de la mentira. Esa es la conclusión del trabajo sobre la permanencia trans histórica del pensamiento gnóstico, que no se detiene en el esquema histórico. En días recientes Pablo López Herrera publicó unas disquisiciones sobre un discurso clave de Alexandr Solzhenitsyn, que me parecieron providencialmente oportunas.
El ejemplo vital de Alexandr Solzhenitsyn como muestra de que las ideologías totalitarias edificadas sobre la mentira, como la comunista o la de género, acaban derrotadas por quienes se niegan a colaborar con ella. Cacheado en 1953 al entrar en el gulag comunista, Solzhenitsyn volvió a su país como un profeta que había servido a la verdad.
-¿Podría decirse que el contexto en el que habló Solzhenitsyn era más difícil que el nuestro?
-En cierto modo sí, la amenaza de la violencia física y moral en el año 73 todavía era tangible en la Rusia soviética (venía de los campos de concentración y al año siguiente se le quitó la nacionalidad y fue obligado al exilio), pero al menos existía conciencia de que el experimento ideológico del comunismo había fracasado y que había que “vivir sin mentira” (tal el título del su manifiesto). Lo cito: “La violencia no vive en soledad y no es capaz de vivir sola; necesita estar entremezclada con la mentira. Entre ambas existe el más íntimo y el más profundo de los vínculos naturales. La violencia halla su único resguardo en la mentira y el único soporte de la mentira es la violencia. Cualquier persona que ha hecho de la violencia su método, inexorablemente debe elegir a la mentira como su principio.” Esto debe plantearle a cada uno de nosotros el compromiso moral de jugarse por la verdad porque, claro, esto tiene un costo.
-¿Es posible que asumamos ese costo en la situación que nos toca vivir?
-Eso lo tiene que responder cada uno en conciencia. Me llamó la atención el realismo del escritor. Él sabe que pocos tienen pasta de héroes, por eso llama al heroísmo común a la gente común: “La salida más simple y más accesible a la liberación de la mentira descansa precisamente en esto: ninguna colaboración personal con la mentira. Aunque la mentira lo oculte todo y todo lo abarque, no será con mi ayuda. Porque cuando los hombres renuncian a mentir, la mentira sencillamente muere”. Si el hombre decide pagar el costo que esto tiene, hará posible que reine la verdadera paz porque “ni bien la mentira sea expulsada, quedará revelada la desnudez de la violencia en toda su fealdad... y la violencia, decrépita, caerá.” Con esta inspiración tenemos que ponernos a trabajar.