Los superiores generales de doce comunidades (nueve masculinas y tres femeninas) acogidas a Ecclesia Dei se reunieron el 31 de agosto en Courtalain (Francia), sede de la casa general del Instituto del Buen Pastor, para dirigir una carta conjunta a los obispos expresándoles su "gran sufrimiento" ante la situación creada por Traditionis Custodes, que cercena el crecimiento de sus vocaciones y fieles en torno a la misa tradicional. Se sienten "bajo sospecha, marginados, desterrados".
"No nos reconocemos en la descripción de la carta de acompañamiento al motu proprio" del 16 de julio, afirman. No se consideran como la "verdadera Iglesia", según les acusaba el Papa (a quien declaran expresa "fidelidad"), sino que ven en la Iglesia "nuestra Madre, en quien encontramos la salvación y la fe": "Nos sometemos lealmente a la jurisdicción del Soberano Pontífice y de los obispos diocesanos, como demuestran las buenas relaciones en las diócesis", varias de las cuales les han designado para diversas funciones y cargos diocesanos.
"Reafirmamos nuestra adhesión al magisterio (incluido el del Vaticano II y el posterior) según la doctrina católica sobre el asentimiento que le es debido", añaden, "como prueban los numerosos estudios y tesis de doctorado realizados por varios de nosotros en estos 33 años" para defender la continuidad entre las enseñanzas preconciliares, conciliares y postconciliares.
Palabra de dos Papas
Los representantes de estas comunidades se muestran dispuestos a "pedir perdón" si han cometido "faltas" como "algunos excesos de lenguaje" o "desconfianza hacia la autoridad", o si el "espíritu partidista o el orgullo han contaminado nuestros corazones".
Pero piden poder dirigirse a "una persona que sea para nosotros el rostro de la Maternidad de la Iglesia", para poder contarle "el sufrimiento, los dramas, la tristeza de tantos fieles laicos del mundo entero, pero también de sacerdotes, religiosos y religiosas que han entregado su vida confiados en la palabra de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI".
Se refieren a que se les había prometido en 1988 (fecha en la que nació Ecclesia Dei como respuesta a las consagraciones episcopales sin mandato pontificio de monseñor Marcel Lefebvre, fundador en 1970 de la Hermandad de San Pío X) que "se adoptarían todas las medidas para garantizar la identidad de sus institutos en la plena comunión de la Iglesia católica".
Sacerdote celebrando la misa tradicional. Foto: Shalone Cason / Unsplash.
"Los religiosos, religiosas y sacerdotes comprometidos en nuestros institutos pronunciaron sus votos o emitieron sus compromisos en virtud de esta especificación", recuerda la carta: "Confiados en la palabra del Soberano Pontífice, entregaron su vida a Cristo para servir a la Iglesia. Estos sacerdotes, religiosos y religiosas han servido a la Iglesia con dedicación y abnegación. ¿Puede privárseles hoy de aquello que fundamentó su compromiso? ¿Puede privárseles de lo que la Iglesia les había prometido por boca de los Papas?"
Citando Amoris Laetitia, los superiores de Ecclesia Dei invocan la exhortación que en ese documento hace Francisco invitando a los pastores "a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista", a "evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones" y a "integrar a todos" para "ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial".
Y en materia litúrgica, citan también palabras de Francisco ("unidad no es uniformidad, sino pluriforme armonía, y no olvidemos que quien hace la armonía es el Espíritu Santo") para mostrarse "deseosos de aportar nuestra modesta contribución a esa unidad armoniosa y diversa".
Un mediador
Deseosos también de "confiar los dramas que vivimos a un corazón de padre", y necesitados "de escucha y acogida, y no de condena sin diálogo previo", recuerdan que "el juicio severo crea un sentimiento de injusticia y produce rencores". Por eso añaden: "La paciencia dulcifica los corazones. Necesitamos tiempo".
Por último, los superiores de las comunidades Ecclesia Dei piden a los obispos de Francia "un auténtico diálogo" y "un mediador que sea para nosotros el rostro humano de ese diálogo".
Los doce firmantes de la carta, que reproduce Famille Chrétienne, son el padre Andrzej Komorowski, superior general de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro; monseñor Gilles Wach, prior general del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote; el padre Luis Gabriel Barrero Zabaleta, superior general del Instituto del Buen Pastor; el padre Louis-Marie de Blignières, superior general de la Fraternidad de San Vicente Ferrer; el padre Gerald Goesche, preboste general del Instituto de San Felipe Neri; el padre Antonius Maria Mamsery, superior general de los Misioneros de la Santa Cruz; Dom Louis-Marie de Geyer d’Orth, abad de la abadía de Santa Magdalena del Barroux; el padre Emmanuel-Marie Le Fébure du Bus, abad de los Canónigos de Lagrasse; Dom Marc Guillot, abad de la abadía de Santa María de la Garde; la madre Placide Devillers, abadesa de la abadía de Nuestra Señora de la Anunciación del Barroux; la madre Faustine Bouchard, priora de las Canonesas de Azille; y la madre Madeleine-Marie, superiora de las Adoratrices del Corazón Real de Jesús Sumo Sacerdote.
Estas comunidades son las más representativas de las realidades eclesiales acogidas al ahora superado motu proprio Summorum Pontificum, a las que hay que añadir los numerosos sacerdotes diocesanos que dicen la misa tradicional y también se ven afectados por Traditionis Custodes. Una realidad aparte es la Hermandad de San Pío X, que invoca para decir la misa tradicional la bula Quo Primum Tempore de San Pío V y no reconoce como magisterio legítimo de la Iglesia los puntos del Concilio Vaticano II que entiende en contradicción con el magisterio anterior.