Al mismo tiempo que el lobby LGTBI presiona para censurar a todos los que cuestionen sus objetivos y métodos, instituciones oficiales y medios del sistema empiezan a cuestionar éticamente el recurso automático a los tratamientos transgénero en niños, ante la falta de estudios científicos contrastados a largo plazo sobre sus efectos. Lo cuenta Michael Cook en un reciente artículo en BioEdge:
El tratamiento transgénero en niños por fin es cuestionado éticamente
Cada vez más jóvenes creen haber nacido en el cuerpo equivocado. Según los Centros para Control de Enfermedades en Estados Unidos [US Centers for Disease Control], un 1,8% de los estudiantes de secundaria de 14 a 17 años se identificaron como transgénero en una encuesta.
En 2008, la Endocrine Society aprobó bloqueadores de la pubertad como tratamiento para los adolescentes transgénero incluso de 12 años. Muchos padres creen que, para sus hijos, es un asunto de vida o muerte. Como una madre de San Francisco dijo a la NBC, “al principio es difícil de asumir. Pero se trata de la felicidad del niño. Y prefiero tener una hija transgénero a un hijo muerto”.
Sin embargo, no hay estudios a largo plazo que justifiquen una intervención médica para niños, que pueden incluir cirugía de “arriba” o de “abajo” para niños mayores de 16 años.
¿Cuál es la ética sobre tratar a niños con tratamientos no experimentados? Sorprendentemente, se ha escrito poco al respecto.
Esto podría estar cambiando, a medida que los críticos del tratamiento transgénero empiezan a aparecer en los medios.
A finales de julio, el colegio de pediatras del Reino Unido [UK’s Royal College of Paediatrics and Child Health] pidió a sus expertos en ética que estudien el rápido incremento en el uso de bloqueadores de la pubertad para tratar a menores de 16 años. Según el The Times de Lodres, es la primera vez que este asunto ha sido planteado formalmente por el colegio, responsable de establecer los estándares profesionales. Llega un poco tarde, porque las clínicas de género los llevan utilizando desde hace más de una década.
Carl Heneghan, director del Centro de Medicina basada en Pruebas de la Universidad de Oxford, dijo a The Times que había una “insuficiente evidencia” para la “utilización de fármacos más allá de sus indicaciones previstas” en el tratamiento de la disforia de género. Dijo que era básicamente “un experimento en vivo sobre niños no reglado”.
En junio, el colegio de médicos británico [Royal College of General Practitioners] alertó de que “la significativa falta de evidencia para los tratamientos e intervenciones que pueden ofrecerse a personas con disforia es un asunto fundamental en este ámbito de la atención sanitaria”.
La cuestión se ha vuelto urgente ante la indicación de que los bloqueadores mismos podrían predisponer más a los niños al suicidio. Una investigación de la BBC descubrió que el Gender Identity Development Service (GIDS) en el Centro Tavistock [Tavistock and Portman NHS Foundation Trust] en Londres y Leeds había remitido a miles de niños para tratamiento hormonal, pero que un pequeño estudio sobre 44 de ellos había obtenido resultados negativos.
El tratamiento de los casos de niños supuestamente transgénero en el Tavistock Centre de Londres fue objeto en abril de un demoledor reportaje en The Times tras abandonar el centro "por razones de conciencia" cinco de sus médicos. Pincha aquí para leer un artículo de Angela Pellicciari sobre la "perturbadora" historia de esta institución.
Ya en 2015, el consejo de directores del GIDS había recibido información de un estudio sobre “un incremento significativo” en el número de jóvenes que se mostraban de acuerdo con la afirmación Intento deliberadamente hacerme daño o matarme. Es cierto que los datos no eran concluyentes, pero no disminuyó la remisión de casos [para tratamiento hormonal] a pesar de la luz amarilla.
La profesora Susan Bewley, presidenta de Healthwatch, una organización sin ánimo de lucro que fomenta la ciencia y la integridad en la atención sanitaria, dijo a la BBC que cualquier cambio concerniente a los pensamientos suicidas “es muy preocupante”. “Normalmente, la buena práctica médica debería ser muy cautelosa ante un incremento en los daños”.
Una psicóloga que recientemente dimitió de GIDS publicó una carta abierta lamentando que el escepticismo sobre los diagnósticos transgénero fuese considerado abuso y bullying. Kirsty Entwistle dijo que había “una regla no escrita según la cual los clínicos del Gids no le dicen a las familias ‘su hijo no es transgénero’”. En su opinión, el tratamiento transgénero se estaba administrando como una solución rápida para problemas complejos: “También me sorprendió la complejidad de los casos. Leí sobre muchos niños remitidos [a tratamiento transgénero] que habían sido objeto de abuso sexual y de muchos niños que habían sido testigos o víctimas de violencia doméstica. Me pareció que había una sobrerrepresentación de jóvenes que vivían en la pobreza. Atendí a un joven cuya familia vivía con tales agobios económicos que él consideraba un regalo comprar una lata de refresco. También a otra persona joven que vivía en una situación muy compleja e inestable y llegaba a las sesiones en un pobre estado de higiene y decía que no tenían dinero para productos de higiene personal. ¿Cómo puede ser ético emprender una valoración de la identidad de género con vistas a una solución médica cuando se trata de niños y jóvenes que no tienen satisfechas sus necesidades más básicas?”
Dominic Wilkinson y Julian Savulescu, de la Universidad de Oxford, reconocen que el reportaje de la BBC ha identificado un problema difícil para la ética clínica. ¿Es posible llevar a cabo una investigación que muestre si los bloqueadores de la pubertad son dañinos o no? Ellos creen que sí, pero con gran prudencia. “Si la supresión de la pubertad se va a utilizar con consecuencias inciertas, es obligado que estudiemos los efectos tan sistemáticamente como sea posible”.
Traducción de Carmelo López-Arias.